Garbayo, Bilboko jaiak y rock and roll, la mejor combinación
En quinteto súper pop, el Dorian Gray getxotarra irradió su máximum rock and roll en el ciclo de bolos de abono de la sala Azkena y volvió a sembrar sensación de felicidad y de euforia
Un centenar de almas se congregaron el jueves en la Sala Azkena para disfrutar de una dupla getxotarra abierta por Garbayo y rematada por los ... Bonzos, o sea la máquina rauda y ramoniana manejada por Parlange, quien manifestó: «no sabía que se podían tocar estas canciones tan rápido». Como debíamos ir a trabajar a la oficina, a la bulego, no pudimos ver al completo a los Bonzos, pero sí a Garbayo, que se marcó un concierto hondo, súper pop, clásico, explosivo (no lo decimos por su canción 'Nitroglicerina') y con conexión directa con la audiencia, espiritual y física: un par de veces se pararon y empezaron a dar palmas y a tararear coros, unos coros lalala, fafafá, uo-uo-uó que abundaron y no desentonaron nunca en sus composiciones.
Y vaya banda bien empastada: el bajo de un Lander Moya que corría veloz e infalible por las cuadro cuerdas, los teclados y la pandereta llénalotodo de Alfredo Niharra alias Lee Perk, los rizos y los tambores que convocaban al glam de Javi Esdrugo, la voz siempre juvenil del líder Ignacio Garbayo («ellos son mis hermanos», reconoció a sus cuatro músicos) y la guitarra de Pit Idoyaga, el hombre que en más grupos de Getxo ha estado, cuyos punteos auténticos y afilados cual escalpelo intercalados en cada uno de esos otros grupos siempre maravillaban pero se nos hacían escasos porque no disponía de apenas intervenciones, pero Garbayo le ha soltado la rienda y Pit destila en cada canción sus punteos, saja con ellos las canciones, se inventa nuevas situaciones y recuerda desde a los Isley Brothers hasta el rock sudista, o desde a los Model Rockets hasta los Crazy Horse, por ejemplo.
Este del jueves en un oasis de las fiestas fue un concierto adhesivo de 15 canciones en 56 minutos electrizantes que arrancaron con tributos descarados a Elvis Costello (el power pop 'Busca en la basura', la velocidad de 'Huye del monstruo', el cool de 'Maquinarias engrasadas' con su u-u-u-ye-ye-yeeee, la agilidad de 'Gran gorro de paja', la redondez lírica de 'Mejillas'…) y que colaron un par de referencias a los Who (la grandiosidad de 'Kowalski', luego la progresividad y los arreglos evidentes de 'Esperando al fin del mundo').
Delante de la Sala Azkena hacía un calor de muerte por culpa de la normativa totalitaria sanchista e ilógica y contraproducente de los 27 grados del aire acondicionado. «Subid la estufa», ironizaron los músicos Pit y Lander, «pásame la toalla» pidió un espectador de las primeras filas, y zanjó Garbayo: «¡qué maravilla es no ver a ningún trol en esta sala!». Claro, es que para entrar había que pagar. Ah, y antes había rimado el líder, el Dorian Gray de la voz juvenil y el cuerpo flaco y lampiño: «Bilboko jaiak y rock and roll siempre es buena combinación». Je, je..., no se le ha olvidado el euskera ahora que se ha ido a vivir al monte a la lejana Sierra de Gredos.
Y en el bolo, en el bolazo de Garbayo & cía, que revisó casi por entero su segundo y último álbum, 'La onda expansiva' (Oso Polita, 2021), cupo también fuzz garajero que realzó a los Cynics ('Delincuentes románticos'), lisérgicos rocks vía Stones o Burning según se mirara ('Me aburre la lluvia'), varios latigazos más como el rock and roll 'Chica normal', fascinante power-pop español como el de los primeros Secretos ('Te dejaré atrás', otra de las cimas de la cita) e incluso evocaciones de una suerte de Brincos pistoleros en 'Psicofonías'.
Buah, qué felicidad contagia siempre Garbayo. ¡Qué sensación de euforia!
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