Donde queríamos
La respuesta del Alavés a cada momento clave otorga una inmejorable oportunidad en Valladolid que parecía remota hace apenas unas semanas
Si alguien había creído durante los últimos y agónicos meses futbolísticos que el Alavés se iba a salvar antes de esta jornada 37 que levante ... la mano. Se le tomará la fiebre. Cuando baje el mercurio, podrá ocupar un lugar de privilegio en el altar de los optimistas. De los más recalcitrantes. Entre los que pronosticaron la llegada del Tren de Alta Velocidad a Vitoria para la década pasada y los que avistaron un rápido reciclaje de la gasolinera Goya. Al lado de esos que pensaron en un Foronda convertido en aeropuerto internacional, que Tánger iba a financiar voluntariamente la restauración completa del palacio Álava Esquível o que la rotonda de América Latina se soterrará antes de la próxima glaciación. En fin, que resultaba impensable haber logrado la permanencia a estas alturas. E incluso hasta hace pocas semanas, muy poco probable o hasta remota la posibilidad de que el equipo albiazul llegara en las condiciones actuales a las dos jornadas finales. Es decir, en la mejor situación clasificatoria en medio año. Después de responder con esa mezcla de fe y fortuna a cada momento clave. Son ahora cuatro puntos de ventaja sobre la línea roja y la inmejorable oportunidad de atar la salvación en Valladolid. A una sola victoria del objetivo. Donde queríamos.
Se trata, en términos futbolísticos, de completar una labor relativamente burocrática, que no sencilla: imponerse a un rival descendido desde hace semanas y que, ¡Ojo¡, ganó en la primera vuelta en Mendizorroza. Será esta vez en un Nuevo Zorrilla donde se espera que la marea albiazul en las gradas lleve bastante más agua que el caudal de ánimo que queda a orillas del Pisuerga. Incluso, en este domingo de partidos sincronizados, con la posibilidad de bola extra en ese Las Palmas-Leganés. Cualquier error de los madrileños acabaría directamente con la discusión. Pero ya se sabe que ante circunstancias límite dejar el trabajo en otras manos resulta una imprudencia. Vamos, que no hay cosa que controles mejor que lo que abarcan tus botas.
Un fallo del Leganés cerraría la discursión, pero ante situaciones límite es imprudente dejar el trabajo en manos de otros
Así que la idea es que hoy mismo empiece el verano. La cinta oficial se cortará el 21 de junio, pero cualquier aficionado albiazul conoce que el verdadero inicio del estío coincide cada año con el partido que resuelve la temporada para el Alavés. Ni antes ni después. Que sea este 2025 el 18 de mayo. Aunque haya que superar alguna que otra traba estadística. Como la que dice que el cuadro vitoriano no gana dos partidos seguidos desde septiembre y solo lo ha hecho una vez esta campaña. Claro que a nadie se le ocurre pensar que este equipo se vaya a comportar de forma racional o regular. Esta vez se trata de una escuadra albiazul que sumó tres triunfos en las seis primeras jornadas y ha logrado cuatro en las diez últimas. Sí, han sumado bien. Siete sobre nueve totales condensadas en el alfa y el omega de la campaña. Es decir, en el inmenso agujero negro de mitad de temporada que pareció engullir al equipo se rescataron dos anémicas victorias en veinte partidos. Una cada 900 minutos, cada 15 horas sobre el césped. Así que después de semejante producción futbolística entre octubre y marzo no parece descabellado pedir ahora al equipo que tras la victoria 201 en Primera (la lograda frente al Valencia) encadene la 202 en cuatro días. Que Mendizorroza se convierta el último partido en una sauna: baño y masaje para relajar músculos y cuidar las articulaciones.
Y es que el cupo de heroicidades y taquicardias albiazules en el primer cuarto del siglo XXI ya se encuentra cubierto. Habrá tiempo para más en el segundo (2026-2050), que nadie lo dude, pero entre otros, aún reciente queda aquel penalti de Villalibre en el Ciutat de Valencia en el increíble capítulo final del último ascenso. Aunque a priori y aunque quizás sea demasiado aventurar al tratarse de este club, insuperable resulta el 2-3 en Jaén (2014). Cuando después de un partido loco donde el empate condenaba a los dos al abismo, el cabezazo de Guzmán en el descuento evitó que el Alavés cayera a Segunda B, fuera del fútbol profesional. Nada menos que cuatro meses llevaba aquel equipo albiazul en puestos de descenso para salir de la quema en el último minuto del último partido.
Situaciones extremas, tan excitantes por el final feliz como peligrosas, que el Alavés trata de evitar con un triunfo en Pucela. Dos precedentes albiazules con salvación matemática en la jornada 37 avalan la teoría de que cuando llegan estos momentos delicados el más necesitado suele amarrar los puntos. Como sucedió en el epílogo de la temporada pandémica (2019-2020) en aquella victoria a domicilio ante el Betis (1-2) con goles de Joselu y Rodrigo Ely. Y también en el 4-2 en Mendizorroza un año más tarde frente al Granada, que llegó a igualar el partido tras un 2-0 inicial. Aún hoy es difícil encontrar una explicación futbolística a aquellas victorias salpimentadas de nervios y gritos liberadores. Además, nadie la va a pedir. Se trataba, como hoy, de ganar o ganar.
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