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Marta Fdez. Vallejo
Lunes, 21 de julio 2014, 01:35
Experto en sistemas de educación superior, el belga Guy Haug es uno de los 'padres' del proceso de Bolonia -de convergencia europea de las universidades- y muy crítico con el sistema español. Asegura que el propósito que perseguía el plan de la UE, replantear los contenidos que se estudian para ajustarlos a las necesidades de los alumnos, la sociedad y las empresas, no se ha conseguido porque los programas responden más a "intereses de los cuerpos docentes". Haug, que ha participado en un congreso con 700 especialistas de todo el mundo en la Universidad de Deusto, censura que el español es un sistema "rígido", "homogéneo", en el que todas las carreras son iguales y no hay apuestas innovadoras. Aconseja una oferta de estudios superiores 'más cortos' y prácticos y acercar la FP a la Universidad.
¿Qué beneficios ha traído el proceso de Bolonia?
Contamos con herramientas comunes, los créditos, un marco de cualificaciones compartido, los sellos europeos, el reconocimiento de titulaciones en toda Europa..., pero lo más importante es que supuso la oportunidad de replantearse los estudios universitarios. Aunque los beneficios han sido diferentes según el país.
En España se criticó que se han encarecido los estudios universitarios, se ha complicado el sistema con la necesidad de verificar títulos, renovar las acreditaciones, ajustarse a un modelo diferente...
Eso no tiene nada que ver con Bolonia. España se escuda en la creación del Espacio Europeo de Educación Superior para introducir cambios que nada tienen que ver con este proceso. Han convertido Bolonia en una locura de obligaciones. Era algo mucho más simple.
¿Qué decía Bolonia?
Se trataba de replantearse los estudios superiores, hacer una renovación de contenidos dirigida a poner la Universidad en línea con lo que necesitan los estudiantes y la sociedad y no al servicio de los profesores. Uno de los beneficios que se buscaba era mejorar el acceso al mercado laboral.
¿Y se ha hecho todo eso?
Los programas universitarios en España siguen siendo fruto de batallas entre departamentos, no responden a las expectativas de los alumnos, ni a las demandas de las empresas o la sociedad, y eso tiene su impacto en el desarrollo de un país, en la empleabilidad de los titulados.
¿Interés de docentes?
Si una universidad tiene 20 profesores de un área del conocimiento, diseña los programas con las asignaturas que pueden impartir, al margen de si sirven para algo o no. Hay materias en algunas carreras que sólo se mantienen por intereses de los cuerpos docentes, que son muy resistentes a los cambios.
Formación permanente
¿En qué se diferencia nuestra adaptación a Bolonia a la del resto de Europa?
La imagen que hay en el exterior es que España tiene un sistema universitario rígido, homogéneo. Todas las carreras son iguales en todas las universidades, con las mismas asignaturas. Eso no es Bolonia, que hacía un planteamiento flexible, y pedía a las universidades apuestas innovadoras... Y no las hay. Las universidades deben hacer propuestas creativas dirigidas a la inserción laboral del alumno... Por ejemplo, igual hace falta una carrera de Física orientada hacia el arte o a la industria de los cosméticos. Aquí se les prepara para profesiones que no existen ya. ¿Es normal que en España haya cien programas superiores sobre la igualdad de género?
Pero el sistema universitario español tiene buen nivel, ¿no?
El alumno sabe mucho de lo suyo, de su área de conocimiento, pero no tiene las competencias transversales que exige el mundo moderno. El trabajo en equipo, la capacidad de innovar, la internacionalización... son talentos que buscan las empresas. Las universidades deben salir fuera y escuchar lo que pide el mercado laboral y la sociedad.
Un ejemplo.
Las ingenierías. Aquí son muy teóricas, abstractas, pero estos profesionales hoy en día deben entender de costes, contabilidad, responsabilidad ética, medio ambiente... hasta de derecho laboral. Una formación más práctica.
Nuestros títulos de grado son de cuatro años, cuando en la mayoría de Europa son de tres. Saldremos más preparados...
Eso no influye. ¡Qué más da tres o cuatro!, lo importante es que el alumno salga con las competencias necesarias. Además, aquí se ha cometido el error de decir: 'tenemos grados de 4 años, pues ponemos másteres de un año'. Los másteres deben ser de 90 a 120 créditos. El otro gran error es considerar que el máster es la continuación del grado, no debe ser así. La mayor parte de las universidades hacen los másteres pensando en el grupo de alumnos que han tenido en el grado. No hay que mirarse tanto hacia dentro.
¿Qué hay que hacer?
El máster debe ser independiente totalmente, acoger a alumnos de diferentes grados, de otras universidades, de otros países... La calidad de los centros se mide por sus másteres, deben ser fuertes.
Una receta para combatir el paro desde la enseñanza.
A más nivel de educación superior en un país, mayor es su desarrollo. Pero educación superior no es sólo enseñanza universitaria. En España únicamente hay un menú de larga duración, grados de 4 años y máster. Los países más ricos, los que han salido mejor de la crisis, Noruega, Dinamarca, Suiza, Finlandia... diversifican su oferta. Tienen grados cortos, prácticos, y alternativas de calidad a la Universidad, como la FP superior. Yfuncionan en los mismos recintos, de manera unida, con itinerarios flexibles que dan paso de unos a otros. Si dejamos la FP sin prestigio, los padres enviarán a sus hijos a la Universidad, aunque vayan a estudios sin salida laboral.
¿A la Universidad le quedan asignaturas pendientes?
No está cumpliendo su función de aprendizaje a lo largo de la vida. Sólo está pensada para los jóvenes, no para la gente mayor, que necesita reciclarse, replantear su profesión para tener encaje en el actual mercado laboral.
¿La convergencia europea se ha completado?
Queda mucho por hacer en el nivel de los doctorados, llegará también la revolución del aprendizaje 'on line'... pero sobre todo es el momento de que actúen los gobiernos, que gestionen bien la enseñanza, que apliquen estrategias nacionales. En España no hay política universitaria, sólo reales decretos.
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