Txagorritxu permite a los padres acompañar a sus hijos al quirófano por primera vez en Euskadi
«Ha sido un cambio radical», celebran los profesionales sobre una práctica que reduce la ansiedad de toda la familia
Cuando un niño entra en un quirófano para someterse a una operación todo es desconocido para él: el espacio, las máquinas, las personas que le ... rodean... Es normal que esté inquieto, asustado, que llore o que incluso se intente escapar. Pero desde hace unos meses esta situación es mucho más llevadera para los menores que son intervenidos en el HUA Txagorritxu. El hospital vitoriano ha implantado un nuevo protocolo que permite a uno de los dos progenitores acompañar a su hijo al interior del quirófano durante el proceso de sedación. Es la primera vez que se abre la puerta a esta posibilidad en Euskadi gracias a una propuesta que llegó desde el equipo de Anestesiología.
«Eran las propias familias las que nos lo pedían de manera recurrente en las consultas de preanestesia, preguntaban si podían estar presentes hasta que el niño se quedara dormido», apunta Anuska Soto, jefa de Anestesia Pediátrica y Obstétrica de la OSI Araba. «Nuestro compañero Borja Barrachina visitó el hospital madrileño de La Paz y vio que allí se hacía. Pensamos: ¿y por qué aquí no?». Esto fue el verano pasado, y a finales de año tras algunas experiencias piloto se estableció el protocolo con el que funcionan en la actualidad. La experiencia no ha podido ser más positiva. «Tanto nosotros como las familias estamos encantados con el cambio», celebra Soto.
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Esta opción está disponible para todos los menores de 0 a 14 años que tengan que someterse a cualquier intervención de cirugía general, fracturas, otorrinolaringología, oftalmología, dermatología, urología, traumatología... o cualquiera de las especialidades que se tratan en el principal hospital alavés. El progenitor que le va a acompañar (únicamente puede ser una persona) se viste en la planta de ingreso de pediatría con un pijama quirúrgico de un color diferente al de los profesionales sanitarios para ser fácilmente reconocible por su hijo, normalmente azul. Ya en el antequirófano se coloca el gorro, las calzas y la bata y de este modo accede a la sala. Puede acompañar al menor tumbado en una camilla o incluso llevarlo en sus propios brazos.
Una vez dentro del quirófano, es el padre o la madre quien coloca al pequeño la mascarilla para la inducción anestésica. El proceso hasta que se queda totalmente dormido dura unos cinco minutos, y es entonces, con los ojos cerrados y cuando ya no es consciente de lo que pasa a su alrededor cuando el adulto abandona la sala. No es necesaria ninguna higienización especial porque todo el instrumental quirúrgico está todavía guardado cuando el familiar está dentro y no tocan ningún material.
764 Intervenciones
Intervenciones pediátricas que se realizaron en el HUA Txagorritxu a lo largo del año 2024. De ellas la gran mayoría eran programadas (594), y el resto urgentes (170). Se opera cirugía general y otras especialidades como otorrinolaringología, oftalmología, dermatología, urología o traumatología.
«Hemos comprobado que de esta manera mejora mucho la ansiedad del niño pero también del padre o de la madre. Aunque es cierto que algunos salen del quirófano con la lagrimilla se despiden de ellos mucho más tranquilos que antes», reflexiona la jefa de Anestesiología. «Ha sido un cambio radical. Un antes y un después», resume Enrique Bárez, director de la OSI Araba. «Los momentos de terror que sufren algunos niños no tienen porqué producirse. Con este nuevo protocolo el niño naturaliza la entrada a quirófano porque la hace acompañado de una persona referente en su vida. Sin duda gana en tranquilidad y confianza», añade Bárez, médico anestesiólogo.
Y es que uno de los momentos más tensos emocionalmente para un menor que tiene que ser intervenido es la separación de sus padres. Como consecuencia pueden sufrir llantos, terrores nocturnos, pesadillas, miedos extremos u otras alteraciones del comportamiento que se pueden prolongar en las semanas posteriores e incluso persistir más de un año.
«Antes podían entrar con una pantalla, pero el acompañamiento parental lo supera con creces»
Anuska Soto
Anestesiología
«Me ha dado muchísima paz irme una vez de que Ane había cerrado los ojos, lo veo súper necesario»
Soraya Sobrón
Madre
En el caso de Ane no será así. Esta pequeña de cinco años pudo acceder hace unos días acompañada de su madre al quirófano de Txagorritxu en el que le iban a realizar una operación de adenoides. «Me parece algo súper necesario y súper respetuoso tanto para los peques como para las familias», agradecía Soraya Sobrón minutos después de dejar a su hija en la sala. «Me ha dado muchísima paz irme una vez que ha cerrado los ojillos. Ella, al verme vestida con el pijama como el resto de profesionales, ha pensado que iba a quedarme a su lado todo el tiempo que durara la operación», contaba esta ama. En unos meses Ane tendrá que volver a someterse a otra intervención y contar con esta posibilidad otorga a la familia una tranquilidad extra para enfrentarse a este proceso.
Pero los inicios no fueron sencillos. Uno de los principales handicaps fue precisamente convencer a los profesionales (equipos de medicina, anestesia, enfermería, celadores y auxiliares) de que este cambio era tan necesario como positivo. «Al principio cuesta y teníamos algunas reticencias. Sobre todo de que entrara gente externa y de cómo iban a reaccionar en un momento así, tener que estar pendientes nos agobiaba un poco», admiten Nagore Díaz, Mariví Guinea e Itziar Ruiz de Zárate, enfermeras. «Sin embargo, en todos los casos ha ido muy bien. Los menores ya no gritan en la camilla ni hay que sujetarles entre varias personas, como llegaba a ocurrir en algunos casos», añaden.
El protocolo
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Pijama azul, bata, calzas y gorro El familiar se viste en la planta de ingreso de pediatría con un pijama de un color diferente para que el pequeño le pueda diferenciar de los sanitarios. En el antequirófano se pone la bata, las calzas y el gorro y ya en quirófano coloca al niño la mascarilla para iniciar la inducción anestésica.
Las primeras experiencias se realizaron con menores a los que por diferentes circunstancias no se les podía administrar medicación ansiolítica para calmarles en los momentos previos. Ahora se hace con todos. «Antes podían entrar con una pantalla para estar distraídos, pero hemos visto que el acompañamiento parental supera a las pantallas con creces», sostiene Anuska Soto.
Tras el éxito de esta iniciativa pionera en Euskadi, otros profesionales ya se han puesto en contacto con el equipo de Txagorritxu para conocer la experiencia. Entre ellos del hospital vizcaíno de Cruces. «Lo bueno es que es algo que funciona a pesar de que implica a muchos trabajadores de estamentos diferentes porque todos colaboran en que así sea. Y se hace porque a pesar de que para todos supone un esfuerzo añadido (sería mucho más fácil dejar al padre fuera y preocuparte solo del niño) creemos que es positivo para todas las partes y así se ha demostrado», concluyen desde Anestesiología.
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