Por revolver
En una sociedad entre iguales, ahora toca jugar a que cada uno aproveche las cartas según sus capacidades
En mi casa, los mayores jugaban a las cartas. No recuerdo a qué juego era. Sé que no eran los 'seises', tampoco el mus, ni ... las 'siete y media'. Quizás fuera al 'comunismo', el 'julepe', o el 'tomate'. El caso es que se repartían las cartas y cada jugador decidía si jugaba o no. Y no estoy pensando en el póker, absolutamente prohibido, ni siquiera hablar de él. Los que no jugaban tiraban las cartas al medio. Decían: juego, no juego. Siempre había alguien, me acuerdo sobre todo de mi tía Sabina, que decía: «juego, por revolver». Y todos sabían que era una frase, que tenía cartas.
Doy palabra que no es mi caso. Si digo que estaría dispuesto a jugar, por revolver, lo digo sabiendo que no tengo cartas para poder jugar. Lo digo de verdad, me presentaría para alcalde solo por revolver.
Con la intención de que no se diga, así como si nada: por fin Vitoria va a tener un alcalde alcaldesa sí o sí. Es decir, que no se va a votar por ideas ni facultades sino por género. A mí, si todos los partidos han sacado la conclusión de que las personas más válidas que tienen para ser alcaldes son mujeres no me parece mal pero hablar de otras cosas como que haya que aligerar el peso de la masculinidad me parece un estupendo ejemplo de masculinidad. De verdad que entendería mal a las personas que hubieran admitido dejarse nombrar por semejante razón.
Si juego, jugaría para dar alguna oportunidad a los/as que piensen que el género no debe ser determinante. Si lo ha sido hasta, ahora con explicaciones de este tipo lo seguirá siendo. Como si se jugara con cartas marcadas. Lo digo porque es como cuando se juega sabiendo que se va a ganar seguro, porque no hay más posibilidades. El próximo alcalde va a ser alcaldesa porque ahora toca que sea sí.
Pero yo me pregunto, eso, es bueno o es malo. Según escribo escucho en mi cabeza una canción muy subversiva que cantábamos cuando el franquismo: 'trabajador no dejes que te explote el burgués, tú a trabajar y el burgués a tocarse los pies. Cuando querrá el dios del cielo que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos, mierda, mierda'.
Al cabo, cuando ya se podía cantar, dejé de cantarla porque me vino la idea de que si la tortilla se daba la vuelta, en realidad nada cambiaba. Que era mejor luchar porque no hubiera ricos y pobres y que eso era más complejo y costoso que darle la vuelta a la tortilla. Los que hemos vivido un mundo estamos viviendo otro, y suponemos cómo va a ser el siguiente, deberíamos alzar un poco la voz, como yo, aunque solo sea para revolver.
Cuando nacimos no fuimos en absoluto responsables de que la sociedad a la que nos emergían tuviera las condiciones que tenía, que fuera hija de su historia general en este sentido y de la particular, el Régimen franquista nacional-catolicista. Nos tocó crecer en una sociedad machista, así, sin paliativos. Patriarcalista, también. Una sociedad estructurada desde la visión de la superioridad del hombre. Todo lo público le estaba reservado y, en el privado, la posición del hombre también era dominante.
Nadie puede acusarnos a los jóvenes de mis quintas, años cincuenta, por sentirnos cómodos con la situación. Nos convenía y, además, tampoco hubiéramos podido hacer nada por evitarla. Otra cosa es darnos algún parabien porque, cuando se pudo, comenzamos a cambiar. En muchos aspectos, también en éste. No digo que iniciáramos un cambio radical de las cosas pero me defiendo afirmando que tuvimos una actitud diferente. En las relaciones chico-chica, hombre-mujer mucho más abierta que la de nuestros padres. Me atrevería a envalentonarme afirmando que, de no ser por nosotros, las cosas hubieran cambiado menos. A nosotros no pilló tener que abandonar nuestros privilegios de machitos para intentar caminar por una senda mucho más lógica. La de la igualdad entre la mujer y el hombre.
Ahora bien, lo que digo es una cosa y lo que digo es otra. Que no me gusta la masculinidad delegada: ahora les toca ellas. Ni tampoco la feminidad arrancada, ahora nos toca a nosotras, contra ellos. En mi opinión ahora nos toca jugar a que juegue el/la que le toque según las cartas de sus capacidades.
En una sociedad entre iguales, las cosas tienen que ir por su cauce. Estaría bueno tener que recordar a estas alturas lo que he dicho de la tortilla. O tener que escuchar de nuevo el viejo ¡todo el poder para los soviets!, sustituido por un ¡todo el poder para las mujeres! No habríamos avanzado nada.
Por eso me lo estoy pensando, no es verdad, aunque solo sea por dar ejemplo. Porque tan malo era durante siglos que solo pudiera ser alcalde de Vitoria un hombre como que ahora solo lo pueda ser una mujer. Y, encima, con explicaciones adicionales no sé si feministas o machistas, la verdad.
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