«Es preocupante que una parte de la población alavesa no logre salir del paro»
El responsable de la ONG católica, que se retira tras 20 años en el cargo, alerta de que la exclusión severa «sigue en un 10% y no desciende»
La «otra parte» de la sociedad, la de «los que más sufren» y que «no terminan de encontrar su sitio». Son colectivos a los que ... brinda un respaldo vital Cáritas Diocesana. Esa «fotografía de la pobreza» la conoce bien Ramón Ibeas (Legazpi, 1961), secretario general de la ONG católica en Vitoria durante 20 años. Un cargo del que se retira con motivo de su jubilación próxima. No así su compromiso. «Hay un 10% de alaveses en exclusión severa y esto no desciende», advierte.
– Se marcha tras dos décadas.
– Uno ya tiene 64 años, con 65 se va jubilando, y las transiciones hay que hacerlas bien, sobre todo en organizaciones en las que la gestión es relativamente complicada por la pluralidad de cosas que abordamos. Entonces, hemos planteado una salida del cargo previa a la jubilación, de forma que me quedo acompañando al equipo en la perspectiva de poder echar un cable y llegar a un día en el que ya me vaya del todo.
– ¿Cómo ha cambiado la sociedad alavesa en ese tiempo?
– Nos han pasado muchas cosas. La crisis del 2008, que no terminó de fijar posición hasta 2012-13. A partir de ahí nos encontramos con una sociedad muy fracturada y esa brecha ha ido creciendo. Llegó la pandemia y una serie de crisis en lo migratorio, económico y social. Siempre hay trabajo. Lo que no hemos conseguido es reducir sustancialmente las personas en situación de vulnerabilidad y exclusión. Atendimos el último año a 12.000 personas, quiere decir que tenemos una parte de la población que no termina de encontrar su sitio.
– Su descripción choca con el casi 'pleno empleo' en la provincia del que presume últimamente la Administración.
– Las instituciones repiten mucho lo del paro técnico. Seguimos estando por encima de 18.000 parados en Álava, según el INE. Pero de ahí no nos movemos, no conseguimos bajar. El problema para Cáritas es aquellos que sufren el paro técnico. Es preocupante.
– ¿Qué ocurre con esos parados?
– Nuestra sociedad es muy cruel. A partir de los 55 años lo tienes muy, muy, muy difícil, por no decir imposible. Cuando se quemó LEA, mi primera preocupación fueron sus trabajadores, gente con muchísimos años en una empresa de 200.
«En Vitoria hay una fractura social, el riesgo es que crezca, puede acabar en un reventón»
– Incide en los jóvenes y sus dificultades para lograr vivienda.
– Los datos fijan el alquiler en 1.250 euros de media, y el salario de personas de 35 años, entre 1.250 y 1.450 euros. Con un sueldo justito pagas el alquiler. Necesitas al menos el segundo sueldo para vivir, y es de 1.000 euros. Me preocupa no tanto el trabajo de los jóvenes como los ingresos. Estamos pagando muy mal. Hay ingenieros en el Parque Tecnológico con 1.500 euros. No puede ser. Cobran menos que alguien en la red de montaje de Mercedes.
– ¿Qué soluciones plantea?
– La vivienda es un bien de consumo e inversión; mientras lo sea, la gente va a comprarla para sacar beneficio, y los precios van a subir. La sociedad ha cambiado radicalmente; cada vez más personas viven solas y hay una importante presión migratoria. Hay que volver a recuperar aquellas iniciativas de cooperativas de personas que se construyeron su propia casa con suelo público. Ya se hizo en Álava en los años 60 y funcionó.
– ¿Ayudará la declaración de Zona Tensionada para Vitoria?
– Eso lo único que hace es reconocer lo que hay e intentar que no vaya a peor. Pero es que ya estamos muy mal. ¿Para qué necesitamos dar 200 euros a menores de 30 años para pagar vivienda? Ayudémosles a construirse una.
– Se muestra crítico con la política de subsidios.
– Nos estamos convirtiendo en una sociedad de cuidados paliativos. En cuanto hay un problema, damos una ayuda, pero no lo resolvemos. Y ahí vamos todos con nuestra ayudita, cargados de bastones por todas partes. A nosotros nos achacan que preguntamos y controlamos mucho a la hora de ayudar. Queremos hacer bien el bien. Se puede hacer de forma desastrosa. Las instituciones tendrían que hacerlo mejor, tener más requisitos.
«Hay que recuperar cooperativas para construir viviendas con suelo público, ya se hizo en los 60»
– Viene alertando de una «fractura social» y exclusión «severa» en Vitoria.
– La fractura social ya está, el riesgo es que crezca, puede acabar en un reventón. No voy a decir que crece, pero no desciende. La exclusión severa sigue en porcentajes que rondan el 10%. Aquí hay dos velocidades; gente que lo pasa muy mal para llegar a fin de mes mientras otros no encuentran restaurante con mesa libre.
– Los focos de okupas en lonjas y fábricas como URSSA son un claro reflejo.
– Eso siempre se ha producido, no con la intensidad de ahora. A los ciudadanos que vinieron de otras regiones a trabajar a Forjas y Michelin, y a todos los que hemos venido de otros puntos en un momento dado, nadie nos dijo que durante tres años no podíamos trabajar, y ahora lo dice la ley de Extranjería.
– El problema se extiende por la ciudad.
– Crecen las situaciones de calle por el bloqueo del mercado de alquiler. Hay personas con situaciones complicadas de falta de empleo, formación, con vidas difíciles. La pobreza del sinhogarismo genera problemas muy serios de adicciones y de salud mental. Es muy difícil de reconducir. Nosotros hace más de 20 años dimos un paso importante como Diócesis y como Cáritas con la fundación del Proyecto Hombre. Cuando empezamos, el problema era fundamentalmente la heroína. Hoy hay 152.000 psicotrópicos.
Cristianismo y acogimiento
– ¿Le preocupa que haya un retroceso de las comunidades cristianas en la ciudad?
– En Vitoria, en Álava y en el mundo. Hay que analizar con detenimiento qué ocurre. La gente empieza a volver a lo religioso, es un proceso de la modernidad. Dentro de la propia religión hay distintas perspectivas. A mí me preocupa a qué religioso vuelve, porque esa es la imagen que la Iglesia va a dar de Jesucristo. Va a depender sobre todo de los cristianos de base. La Iglesia tiene que ser una comunidad que acoge, es lo que ha sido siempre.
– Acoger es la misión del futuro centro de refugiados de Arana. ¿Cómo impactará?
– A nosotros no nos preocupa tanto el centro como el modelo de grandes núcleos, que siempre ha generado una dinámica de gueto. A eso se añade el problema tremendo de la vivienda. En dos años esas familias deberían estar fuera, ¿a dónde van a ir? No se ha dado respuesta. Lo que sí sabemos es a dónde están yendo, y están viniendo a Cáritas.
– ¿Cómo ve la integración de religiones como la musulmana?
– Hay legislación que va a haber que revisar. El problema son los discursos globales. Muchos de los que despotrican contra los musulmanes estarían hace años molestos porque a ellos les llamaban maquetos, pero ahora no tienen problema en llamárselo a los otros. En el ámbito de la migración, al tratarlo en el entorno del Gobierno, siempre he echado de menos la dimensión religiosa.
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