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El cerrojazo a las seis de la tarde seca Vitoria
Las terrazas han colgado el cartel de 'lleno' durante toda la jornada pero el ambiente ha sido tranquilo. Con el cierre de la hostelería a las 18.00 horas el tradicional poteo se ha adelantado a mediodía
Las medidas de prevención ante la expansión del coronavirus y el ambiente fresco han servido en los últimos días como antídoto contra las aglomeraciones. Si ... la obligación de que la hostelería baje la persiana antes de las 18.00 horas sirvió el jueves para adelantar los tradicionales brindis de Nochebuena, la lluvia y la nieve ha aguado en Navidad los planes de quienes apostaron por abrir para el aperitivo previo a la tradicional comida familiar. Muchos grupos, de hecho, decidieron postergar cualquier encuentro al próximo año con la esperanza de que el patógeno sea entonces tan sólo un mal recuerdo.
«He cambiado el poteo con toda la cuadrilla por un zurito con mi pareja quitándome la mascarilla sólo para beber», relataba Víctor, trabajador de una residencia de mayores, que se había acercado hasta el Ajuria. «Hemos visto cerrados algunos de los bares que habitualmente abren el 25 y ya pensábamos que nos íbamos a volver a casa con la boca seca», bromeaba Josetxu, que en un tono más serio consideraba el mal tiempo que dominó la mañana había hecho que algunos clientes -como su mujer y su hija- se quedasen en casa.
Fueron muy pocos los que decidieron abrir y a quien lo hizo no le faltó clientela, pero no hubo aglomeraciones como en años anteriores y la situación poco tenía que ver con la jornada previa. «Ha sido un día potente por la mañana y ahora por la tarde también. Como un sábado», decía Aitor Jiménez, dueño del Soho que el 24 a mediodía tenía su terraza en la calle Postas completa, al igual que el interior del local. «La gente ha salido, sí, pero se están comportando. No está habiendo demasiado alboroto en las mesas», compartía otro veterano hostelero del centro.
Las mesas a pie de calle se han convertido en las grandes aliadas de un sector que cierra un ejercicio negro, así que un chaparrón o una caída de los termómetros tiene efecto directo en la caja registradora. En la puerta del Toloño se instalaron el jueves la cuadrilla formada por Elda, Iciar, María, María y Ana que brindaba con cervezas y cubatas cuando pasaban algunos minutos de las 5 de la tarde. «Hemos quedado a la una del mediodía. El aperitivo se nos ha alargado hasta estas horas…», confesaban las jóvenes, que habían comprado adornos navideños que lucían en el pelo.
El cerrojazo a las seis, eso sí, arrebata a la hostelería unas horas de trabajo importantes y otros locales que se encuentran en zonas más habituales de la tarde-noche ni siquiera abren sus puertas. «Son dos horas de facturación importante. Es muy injusto que nos obliguen a cerrar si estamos cumpliendo todas las normas. No tiene sentido si aquí controlamos el aforo y que la gente esté con mascarillas», lamentaba el responsable del Soho. Una circunstancia que denunció un grupo de hosteleros de Cuchi con una cacerolada que desembocó en Virgen Blanca.
Cerrar antes
«Hemos decidido cerrar antes de las seis porque sino luego la gente se descontrola y es mucho más difícil levantarles. Desde las cuatro menos cuarto ya no servimos», compartía Noe Urbina, camarero del Toloño, mientras recogía su novedosa terraza escalonada. «Ha estado a tope desde que hemos abierto», confirmaba.
Unos metros más abajo, en la terraza del So Wood, Laura, Judith, Andrea, Oihane, Arantxa y Jorge brindaban con una botella de cava. «Estamos de bares desde las dos del mediodía. Hemos comido algunos pintxos y ahora vamos a aprovechar lo que nos queda hasta las seis. Es lo que hay, este año no podemos alargarnos hasta la cena…», apuntaban.
Cuando faltaban unos minutos para las seis de la tarde, numerosos bares comenzaron a recoger sus terrazas, a rebosar durante toda la tarde. Los clientes cumplían y se marchaban resignados, muchos sin saber muy bien a dónde dirigirse. De hecho, las despedidas con abrazos, deseos de Feliz Navidad y fotos de grupo incluidas se prolongaron más de media hora a la entrada de la calle, junto al Farolón.
De hecho, las despedidas con abrazos, deseos de Feliz Navidad y fotos de grupo incluídas se prolongaron más de media hora a la entrada de la calle, junto al Farolón. A las 18.30 horas, un grupo de hosteleros de Cuchi inició una cacerolada que desembocó en la plaza de la Virgen Blanca. Otros vitorianos, como Naiara Arregui y su pareja prefirieron trasladar el poteo a la mañana. A mediodía degustaban unas rabas al sol en la calle Prado. «Esta noche ceno con mis padres y con mi hermana, así que ahora estoy comiendo con él para celebrar de algún modo la Navidad», contaba esta joven. «Nos ha costado encontrar mesa. Hemos estado en la plaza de la Provincia, en la Virgen Blanca y en la plaza de España y estaban todas llenas…», afirmaba.
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