El riesgo de derrumbe de la gruta de La Florida obliga a una restauración completa
No hay ni presupuesto ni plazos. Primero se deberá asegurar la estructura exterior y después una empresa especializada actuará en el interior
Corría el 7 de julio de 1906 cuando se inauguró de manera oficial la gruta de La Florida. 114 años suma esta estructura que se ha convertido en uno de los puntos más característicos del parque. En su bicentenario, sin embargo, se romperá una tradición que ha acompañado a vitorianos de varias generaciones durante más de medio siglo. La gruta está en la UCI, el riesgo de derrumbe es importante, y por eso este 2020 tan atípico no se podrá instalar allí el Nacimiento. El Niño Jesús en el pesebre, la Virgen María, San José y los animales que les acompañan tendrán que buscarse un nuevo refugio esta Navidad. Pero, ¿por qué no se ha llegado a tiempo para arreglar este enclave? Varios factores han entrado en juego.
Hace tiempo que la gruta muestra una grieta visible desde la parte interior de la cueva en la zona de la chimenea. Surgió por el desgaste que provoca el peso del agua en los días de grandes lluvias y no ha parado de crecer hasta convertirse en un verdadero problema. Algunas de las estructuras más expuestas y antiguas se encuentran oxidadas, lo que ha acelerado su deterioro en los últimos años. En 2019 ya se barajó la posibilidad de sacar de allí el Nacimiento, aunque finalmente se optó por una solución temporal con la colaboración de los Bomberos.
Pero la gruta no podía más y por eso el Ayuntamiento sacó a concurso las obras de refuerzo estructural y rehabilitación. Dos veces salió el concurso y las dos quedó desierto. Nadie quiere arreglar la estructura. «Es una obra de muchísima complejidad y que lleva mucho tiempo, gasto y dedicación. El resultado tiene que ser además bonito, estéticamente hablando», desgrana el concejal de Espacio Público, Raimundo Ruiz de Escudero. Las empresas tienen que contar o buscar personal con esas habilidades casi artísticas.
Pero esa no es la única dificultad. El riesgo de derrumbe ha sido una de las claves para que ninguna empresa se haya decidido a acometer los trabajos de restauración. «Los departamentos de prevención de riesgos de las empresas constataban que el peligro de derrumbe es muy importate y que no es seguro entrar», desvela Ruiz de Escudero. A esto hay que añadir que el abanico de empresas especializadas en este tipo de trabajos es ahora menor que hace un año debido a la crisis del Covid. No hay tantas compañías que sean aptas para llevar a cabo una labor tan compleja.
Ante este panorama, el Ayuntamiento decidió cambiar los pliegos. Primero el propio equipo del departamento de Espacio Público será el que se encargue de consolidar la zona exterior de la gruta desde arriba. Después, una empresa ya podría acceder al interior y llevar a cabo los trabajos manuales sin ningún riesgo.
Esta variación alargará los plazos, aunque el concejal jeltzale es prudente y prefiere no hablar de fechas ya que el nuevo proyecto para la restauración se encuentra todavía muy verde. La obra contaba en un principio con un presupuesto cercano a los 184.000 euros, ahora variará, aunque desde el Ayuntamiento todavía no pueden concretar en cuánto se aumentará. La prioridad es mantener esta estructura y en ningún caso se ha pensado en demolerla.
Porque la gruta es una parte de la esencia de La Florida, como el kiosco, la biblioteca o la estatua del explorador Manuel Iradier. Se encuentra en el montículo, que en sus primeros años fue bautizado popularmente como 'La Montañita' o 'La Montaña Rusa'. Su cueva comenzó a ganar fama y había quien decía que era la del temido Sacamantecas. En 1905 confluyeron dos circuntancias que hicieron posible la construcción de la gruta que conocemos hoy en día. Según los documentos de la época, el Consistorio vitoriano contaba con «un pequeño excedente de dinero no invertido en los años anteriores en La Florida». Por otro lado, se encontraba en Betoño un albañil donostiarra llamado Mariano Ferraz especialista en este tipo de obras.
Por su propia cuenta
El procudaror síndico de entonces, Juan Ibargoitia, le pidió que construyera la gruta pero sin que su importe superara las 3.000 pesetas. Una curiosidad. Ferraz comenzó las obras sin que nadie le diera el visto bueno dando por hecho que su proyecto se iba a aceptar y con el argumento de que los trabajos no podían ejecutarse en tiempos de heladas. El Ayuntamiento consintió y el presupuesto se redujo finalmente a 2.300 pesetas.
La gruta se decoró con estalactitas y estalagmitas traídas de las cuevas del Gorbea y a mitad del recorrido se abría una ventana a través de la cual se precipitaba el agua de la cascada que manaba de la parte alta del montículo. La nueva construcción, más espectacular que la montañita, «prontó le usurpó todas sus famas».