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Su serena y cálida voz era única. Familiar. Aunque María Cristina Fructuoso Ruiz de Erenchun iba para enfermera, acabó en la radio y así, con ... pasión, cada día entraba en los hogares a través de las ondas, desde los micrófonos de Radio Álava, con sus estudios dentro de la desaparecida estación de autobuses en la calle Francia. La emisora pública cambió de nombre con el tiempo y los avatares políticos, pero no así de locutora.
Desde 1956, cuando accedió a la casa de colaboradora, hasta 1992, el año de su jubilación, Cristina amenizó las mañanas, tardes y hasta las noches de los alaveses que la sintonizaban en su variada programación. Mano a mano con José Garayalde y Enrique Casi en el control.Los tres se bastaban para hacer radio cercana. Ella siempre recordaba que el día más intenso de su apasionado trabajo fue, quizás, aquel fatídico 26 de agosto de 1983, el de las inundaciones que arrasaron y sembraron de cadáveres las aguas de Llodio y Bilbao.
Este miércoles, después de 94 años ejemplares, Fructuoso falleció en el Hospital Santiago Apóstol como consecuencia de las secuelas de una caída sufrida semanas atrás. Viuda de Rafael López de Ocáriz, recibe sepultura en el cementerio de Santa Isabel este jueves y el viernes, a las 19.30 horas, se oficiará el funeral por el eterno descanso de su alma en la iglesia de San Miguel Arcángel. ¿Dónde si no? En la parroquia de su bautismo, la casa también de su segunda madre, la Virgen Blanca, por la que profesaba una devoción infinita, a la que se entregó en vida.
La voz de Cristina era reconocible, como lo era de igual manera su fervor por la patrona de Vitoria. Tanto es así que será para siempre la primera y hasta el momento la única mujer abadesa de la cofradía de la Virgen Blanca en sus más de cuatro siglos de existencia. Desde 1997 hasta 2000, desarrolló una fecunda labor al frente del colectivo de devotos. Se volcó tanto en el cuidado de la colección de los faroles que procesionan cada noche del 4 de agosto como en la restauración del almacén de la calle Zapatería reconvertido en un fabuloso museo de luz y color, admirado por quienes lo visitan por la singularidad de la muestra artística, patrimonio de Vitoria. Su sucesor en el cargo, Ricardo Sáez de Heredia, al que le unía una estrechísima relación, la nombró abadesa emérita.
Su voz, la de Cristina –'la tía Mari' para sus sobrinos–, que queda dicho era serena, cálida y reconocible, acompañó en ocasiones a los feligreses con el rezo del Rosario en la procesión de la Aurora de cada madrugada del 5 de agosto. También en misas retransmitidas en fiestas por Radio Vitoria y rezos en las procesiones de Semana Santa. Hasta que la edad y la salud se lo permitieron.
Ricardo Sáez de Heredia
Abad de la cofradía
Ignacio Echave
Amigo
En su condición de mujer pionera, de honda humanidad y carisma, Fructuoso dejó escritos dos libros de alavesas que han pasado a la historia por distintas aportaciones. Metódica y rigurosa, en 1998 publicó 'María de Maeztu Whitney:Una vitoriana ilustre', la biografía de la pedagoga y humanista que impulsó la Escuela de Señoritas, exiliada los últimos años de vida en Argentina. Diez años después, Cristina glosó también la figura de Felicia Olave, benefactora a la que Vitoria debe la majestuosidad de la procesión de los Faroles y otras concesiones religiosas. Pregonera de San Prudencio en 1987 y de Navidad en 1992, Cristina era socia de la RealSociedad Bascongada de Amigos del País con un discurso de ingreso sobre 'La comunicación, del conde de Peñaflorida a la radio' y fue reconocida por la Sociedad Landázuri pero jamás accedió al Celedón de Oro pese a haber sido propuesta al menos dos veces.
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