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Irreverentemente, alguien en algún momento apodó a San Prudencio, el patrón de las tierras alavesas, el 'Ángel de la Paz', como 'el santo meón' por ... aquello de que debía llamar a la lluvia en su festividad, el 28 de abril. En vista de que las precipitaciones han remitido por su día en los últimos tiempos, ya no procede referirse a él con semejante despectivo. El testigo de la adversidad climatológica cuando el territorio celebra las 'Fiestas de Álava' lo ha tomado, sin querer, la patrona, la Virgen de Estíbaliz. ¿Cómo la bautizamos a ella? Hubo aguacero el 1 de mayo de hace un año y amenaza de chubasco este jueves, con miles de alaveses pendientes del cielo, y no solo de la divinidad, de camino hacia el sitio o ya sobre las mullidas campas.
«¡Como llueva...!». Pues no llovió, pero a primerísima hora –ni siquiera eran las nueve– un productor de la siempre apetecible repostería vasca exhortaba o lanzaba plegarias mientras montaba su tenderete aún virgen de tentaciones. Como tres horas después, el hombre ya se expresaba más aliviado. «Esto ya se anima. Estamos vendiendo bien. Que siga así», se convenció. Claro, para entonces ya se contaban por multitud los romeros que se repartían por el cerro milenario. Unos, la mayoría, subieron desde Vitoria u otras localidades de la Llanada a darse un garbeo sin renunciar a las tentaciones comestibles que se presentaban ante sus ojos. Verduras, legumbres, frutas, conservas, embutidos, panes, postres...
Juan Carlos Elizalde
Obispo de Vitoria
Lo del talo, la sidra y el 'txoripan' merece un apartado, un sesudo estudio psicológico. Es la sensación de los mercados y ferias. Largas colas de paisanos aguardan su turno como en la pescadería de la plaza con los camareros librando la refriega malamente y las moldeadores, vestidas de neskitas, amasando tacos de harina de maíz como si no hubiera un mañana. «¿Merece la pena estar aquí de pie tanto tiempo?», le preguntó un conocido, un tal Luis, a otro que fijaba su posición como si fueran enemigos. «Por supuesto. Está riquísimo. Ya me comí dos en Armentia y hoy repito». Pues este jueves cayó alguna otra tortita con morcilla, txistorra o bacon en su interior. ¡Qué más da!
Otros, en cambio, los más fieles, subieron al otero a, preferentemente, honrar a la Madre. La iglesia románica se llenó de peregrinos que asistieron en el inicio de la misa a la recuperación de la ofrenda del cirio, olvidada unos años. A iniciativa de la Cofradía de Nuestra Señora de Estíbaliz, el velón de 1923, de cuando se reabrió el monasterio con la llegada de los benedictinos, ha vuelto a su sitio preferente en el altar. El diputado foral de Igualdad, Euskera y Gobernanza, Iñaki Gurtubai, máximo representante institucional este jueves, procedió al encendido. Luego, en la homilía, tras un repaso a la historia del lugar, el obispo habló de esperanza «para toda la sociedad», clamó por la paz en el mundo, «cada día más polarizado y escudado en trincheras ideológicas», y se acordó de las nuevas generaciones. «La falta de estabilidad laboral y la incertidumbre limitan un futuro digno y con esperanza para nuestros jóvenes», enfatizó JuanCarlos Elizalde.
La romería de Estíbaliz lleva seis años organizada por Álava Medieval, un colectivo de jóvenes historiadores y estudiosos, que la hacen llamar 'Feria de los Desagravios'. Es la referencia «al mercado que ya había en el lugar en el siglo XII y a la gracia de recordar esa suerte de leyenda», la de los duelos a los que se batían los caballeros para resolver sus disputas si no se ponían de acuerdo previamente ante el abad del monasterio. «La fiesta no estaba perdida, pero sí faltaba organización», subraya Gondra. «Aquí cada uno llegaba y montaba su puesto donde le venía en gana. Ahora está todo bajo control», añade. «La asistencia de público se ha asentado, aunque siempre depende un poco de la climatología», aprecia el investigador.
Este jueves habría en Estíbaliz agravios y agraviados, pero los únicos desagravios que se dilucidaron sobre el terreno, a pie y con espada, fueron los de la exhibición de esgrima. «¡Mátalo», incitó una voz agresiva de entre el público. «Que no haya sangre», imploró otro espectador mientras el jefe de los espadachines advertía a los suyos: «Cambiamos de arma, a ropera», espada de hoja recta y larga. Yasí se hizo.
Solo un soso se aburre en Estíbaliz en una mañana como la de este jueves que, aunque ventosa y plomiza, ofrecía variedad de entretenimientos y espectáculos. Las sociedades gastronómicas se pusieron en marcha muy pronto para afanarse con nuestro tubérculo. Ganó la pareja de Azkenean con un milhojas de patata confitada sobre verde de Estíbaliz con crujiente de jamón y huevo macerado. Una delicia para el que tuvo la suerte de probarlo. Muy cerca, la tropa de Boilur se lió con diez enormes cazuelas para guisar entre 1.500 y 1.750 raciones de ternera alavesa con patatas de igual procedencia que repartieron de manera gratuita. A los perolos echaron 150 kilos de carne, 160 de patatas y 30 de verduras. ¡Hala, a lo grande! A cubierto, en el centro de acogida, y seguidos por numeroso público, se celebraron los campeonatos de Álava de baile al suelto y aurresku. La primera txapela se la llevaron Maren Gálvez y Gorka Granado y la segunda, otra vez Granado.
Después de un incesante ir y venir de aquí para allá, sin rumbo fijo en ocasiones, entre decenas de puestos, música, comida, bebida y diversión hasta para los más pequeños, tocaba regresar a casa, cada uno a su hora. Abajo, en el parking, hasta donde llega el camino verde, la flecha que marca la vuelta a Vitoria advertía de la distancia: 10,5 kilómetros. El que lo hizo a pie al menos regresó encantado de la vida.
«Es un día muy especial», confiesa la hermana Fátima, superiora de las Peregrinas de la Eucaristía, congregación que en 2023 se instaló en el santuario de Estíbaliz para cubrir el vacío monacal que dejaba la marcha a Lazkao (Gipuzkoa) de los últimos monjes benedictinos, asentados en el lugar desde un siglo antes. «Estos dos años han sido un gran regalo al servicio de todos los alaveses. Somos muy privilegiadas por estar aquí y atender a los peregrinos y visitantes. Estamos encantadas», añadió la monja. Fue un día muy especial, sí, tanto por la festividad de Estíbaliz, que llenó el lugar de miles de romeros como por la celebración en el monasterio de la asamblea general anual de la congregación, con hermanos y hermanas llegados de distintos países.
Las veinte peregrinas no dieron abasto. Desde primera hora, su bar, el Amaren Etxea, se llenó de visitantes en el desayuno y después, con el almuerzo. Fue de los sitios más concurridos. En el restaurante, al fondo del complejo, atendieron más de 120 reservas para comer el menú.
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