La cuñada meteoróloga de Manuel Iradier
En 1875, el vitoriano exploró Guinea con su mujer y la hermana de esta, Juliana, una joven de 18 años cuya aportación a la historia sale a relucir ahora
Hace siglo y medio de la primera expedición a África del vitoriano Manuel Iradier y Bulfy (1854-1911) siguiendo la estela de otros intrépidos que ... encontraron en el continente tierras inhóspitas, vírgenes y amenazantes. Sus planes iniciales consistían en atravesar su inmensidad de sur a norte, desde Ciudad del Cabo a Trípoli. Pero modificó su viaje persuadido por Henry Morton Stanley, sí, el de la célebre pregunta '¿El doctor Livingstone, supongo?' cuando dio con el paradero de quien buscaba en Zanzíbar. Iradier se decantó por otra aventura menos costosa y más accesible para un veinteañero que como mucho se había sometido a exigentes caminatas de las que iba tomando apuntes de campo, luego agrupados a modo de diario en 'Cuadernos de Álava', con sus amigos de 'La Exploradora', sociedad que creó de chaval para desarrollar su pasión.
Las posesiones españolas en el Golfo de Guinea, el País del Muni, fueron finalmente el inaugural destino africano de Manuel Iradier. El que fijó después de su asombroso encuentro con Stanley en Vitoria en junio de 1874, cuando el explorador y periodista galés cubría desde Álava las escaramuzas de la Tercera Guerra Carlista como corresponsal del periódico estadounidense 'New York Herald'. Nació la admiración.
Entre los preparativos antes de viajar a lo desconocido, Iradier cumplió con uno esencial que daría lugar a los demás. El 14 de noviembre de 1874 contrajo matrimonio con la vitoriana Ysabel Urquiola, hija de panadero, atraída como él por la naturaleza y la exploración, a la que conoció en una de esas excursiones juveniles, la esposa fiel que le seguiría hasta los confines. Solo un mes después de la boda, el 16 de diciembre de 1874, la feliz pareja y una hermana menor de ella salieron de Vitoria rumbo a África, un equipo con mayoría femenina, del todo extraordinario en aquella época.
«Es la más precoz de las reinas de África», sostiene el periodista Jiménez Fraile, que ha resuelto enigmas de su vida
Esta joven ha sido siempre la gran desconocida de la historia, hasta que una reciente investigación del periodista y divulgador vitoriano Ramón Jiménez Fraile la ha rescatado del anonimato para ponerle nombre y darle el protagonismo negado. Ahora sabemos que se llamaba Juliana –Julia para los allegados–, y no Manuela,Teresa o Jerónima como dijeron otros autores. Tenía 18 años cuando lo dejó todo por irse a la aventura con sus parientes. El escritor alavés ha desempolvado su existencia a partir de unos descendientes que viven en Argentina. Hace unas semanas, un bisnieto de la susodicha, César Ortiz, contactó con la Excursionista Manuel Iradier para dar a conocer la historia de Julia y la semana pasada una hija de este,Clara, visitó Vitoria. «Habiendo estudiado y escrito sobre pioneras exploradoras europeas de África, puedo afirmar sin ningún género de duda que nuestra Juliana Urquiola es la más precoz de las reinas de África», asegura el entusiasta historiador.
En 1875, tras tres meses de aclimatación en Canarias, el matrimonio Iradier-Urquiola y Julia se instalaron en un islote llamado Elobey Chico, en el estuario del río Muni, a su llegada al Golfo de Guinea. Mientras que Manuel se dedicó a explorar por largo tiempo las tierras selváticas del interior, las hermanas se encargaron de una instalación meteorológica, la primera en su género en África, para tomar registro de los fenómenos climatológicos. Las mediciones las mantuvieron activas y evitaron que cayeran en depresión aunque enfermaron de fiebre gravemente decenas de veces.
Reflexiones sobre el dolor
Los datos recogidos por las dos hace 150 años, entre junio y diciembre de 1875, fueron de gran valor para la ciencia. En los círculos científicos se las tiene por «las primeras meteorólogas de la historia». En su libro 'África tropical', Iradier dejó escritas íntimas reflexiones de aquel viaje compartido con su mujer y la cuñada. «El camino que sigues está lleno de abrojos y el infortunio se halla emboscado para salirte al encuentro. No eres tú sólo; a ti va unida la suerte de tus compañeras que si no las arrancaste del seno de sus familias donde nada les faltaba para ser dichosas, el cariño que te profesan es el lazo que las obliga a seguirte. Tú vas a depositarlas en una isla salvaje, vas a rodearlas de todas las comodidades que están a tu alcance, pero cuando partas para el continente ¿sabes los peligros que les esperan? Esperarán tu regreso días y días, mirarán con ansia a las costas africanas. Volverán a sus hogares solas, y allí en el pueblo donde por vez primera abriste tus ojos a la luz, llorarán tu pérdida».
En Elobey Chico, Juliana asistió a su hermana en el parto de Isabela (enero de 1876), que falleció en noviembre en Fernando Poo, donde fue enterrada bajo un caobo. «La muerte se cernió en el seno de la familia y a objeto de evitar más desgracias mandé a los seres queridos que con tanta abnegación me habían acompañado a esos climas a reponer su quebrantada salud en las hermosas playas Canarias», añadió el insigne explorador.
Así las cosas, su mujer Ysabel, embarazada de nuevo, alumbró en Tenerife a otra niña, Amalia, como la madre de Manuel. Las dos hermanas y la pequeña regresaron a Vitoria en 1877 antes de que lo hiciera él. «Su primer viaje a Guinea, fruto de un inequívoco afán científico y de una actitud genuinamente filantrópica», según GutiérrezFraile, duró dos años y medio, 834 días en los que recorrió 1.876 kilómetros en lo que hoy es Guinea Ecuatorial. Con el tiempo, el ilustre alavés regresaría a África, pero ya sin ellas, con otras compañías.
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