Cuatro de cada diez mujeres con discapacidad sufren violencia de género
1.600 mujeres revelan en 'Ojo al Dato' la dureza del estigma, la dependencia económica y las múltiples barreras que enfrentan
Jon Casanova
Vitoria
Miércoles, 24 de septiembre 2025, 13:29
Cuatro de cada diez mujeres con discapacidad han sufrido violencia de género. Un problema, a menudo invisibilizado con el que el estudio 'Ojo al dato. ... Visibilidad de una realidad oculta a través del dato: mujer, discapacidad y violencia', elaborado por Inserta Empleo, la entidad de Fundación ONCE, pretende «poner luz y foco en un colectivo que recibe doble discriminación», según ha señalado Gorka Urtaran, diputado de Políticas Sociales en Álava. La investigación recoge testimonios de 1.600 mujeres –70 de Euskadi– para poner en evidencia una realidad «invisible y de la que no había estudios».
Según los resultados, el 40,4% de mujeres con discapacidad han sufrido violencia de género frente al 32% de mujeres que no tienen discapacidad. En su mayoría, la discapacidad es previa a la violencia (57,6%), pero en el 27% es una consecuencia directa del maltrato. «Cada porcentaje es una vida» recordó Virginia Carcedo, secretario general de FSC Inserta durante la presentación del estudio en Vitoria. El proyecto Mujeres en Modo ON VG fue puesto en marcha en 2020 por Inserta Empleo ha reflejado que desde entonces, el 6,5% de las mujeres aún conviven con el maltratador –por problemas para el acceso a la vivienda– frente al 2,9% que lo hacía cinco años atrás.
Uno de los principales obstáculos a los que se enfrentan estas mujeres es la dependencia económica. Siete de cada diez de las participantes en la investigación están en situación de desempleo. Esta falta de independencia se convierte en un mecanismo de control por parte del agresor, que refuerza la vulnerabilidad de las víctimas. Las frases de humillación son recurrentes. '¿Quién te va a querer a ti?', 'no sirves para nada' o 'no sales de la calle sin mí', forman parte de un patrón de violencia psicológica y emocional que se repite en numerosos casos, según ha recordado Marta García Gómez, técnica de Inserta Empleo.
La preocupación, en parte, reside en que el 34% de las mujeres no denuncia, y de quienes lo hacen, un 4,3% la retiran más adelante. Las razones son variadas, aunque la falta de credibilidad despunta como una de las más notables. La discapacidad influye enormemente en la percepción social y se acentúa «cuando el maltratador se presenta como una persona encantadora en público», reconocen las investigadoras. Es más, el problema trasciende ya que «a veces por su propia discapacidad, las víctimas no saben si es una agresión sexual o no», ha apuntado Urtaran.
A la precariedad económica y al descrédito social se suman otros miedos. Muchas mujeres reconocen temor a perder la custodia de sus hijos si deciden separarse. Según los testimonios recogidos, las amenazas más comunes son mensajes como 'no vas a volver a ver a tus hijos' alimentando un círculo de dependencia y silencio que resulta difícil de romper. La violencia vicaría, que consiste en dañar a los hijos para herir a la madre, ha pasado de afectar al 9,4% en 2020 al 18,52% en 2025. De las 70 personas participantes en la investigación en Euskadi, el 65,7% ha denunciado, el 12,9% seencuentra en situación precaria y el 1,4% convive con el maltratador.
«Podemos ser cualquiera»
Raquel, víctima de violencia de género durante más de tres décadas, relató cómo desarrolló una discapacidad como consecuencia directa de los abusos sufridos. «No es que ahora haya más. La diferencia es que lo contamos», ha asegurado. Su testimonio rompe con el estigma de pensar que las víctimas son «pobrecitas» o personas sin formación. «Podemos ser cualquiera», ha sentenciado. Raquel explicó que su salida de la violencia estuvo motivada por el temor de que su hija repitiera el mismo patrón de maltrato, y denunció la insuficiencia de recursos públicos: «La Seguridad Social me daba cuatro sesiones psicológicas al año, muy pocas».
El estudio también advierte sobre la violencia institucional que sufren estas mujeres. Las opciones que se les ofrecen son ingresar en residencias, aunque sean jóvenes y con formación, lo que supone un obstáculo añadido para rehacer su vida.
La jornada ha concluido con una experiencia inmersiva destinada a sensibilizar a los asistentes. Equipados con antifaces y tapones para los oídos, se les propuso recrear las sensaciones de una víctima de violencia de género en situación de vulnerabilidad. Durante la puesta en común posterior, las palabras más repetidas fueron «enfado», «miedo», «angustia» e «impotencia».
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