Es un hecho constatado que estamos construyendo sociedades inmaduras e infantiles. Y, al contrario de lo que suponen el compromiso y la madurez, tendemos a ... no asumir nuestras responsabilidades siempre que podemos. Y nos hemos habituado a eludirlas a la menor ocasión, aunque para ello debamos inventar todo tipo de tretas y excusas de mal pagador.
A tal punto que escurrir el bulto se ha convertido en un automatismo social. Vamos, que el que puede no duda en escaquearse de lo que sea, con tal de no asumir las consecuencias de sus actos, por mínimas que estas sean. Si echamos la vista atrás, los pretextos y escapatorias eran moneda corriente en la infancia y adolescencia en la que siempre había a mano un culpable sobre el que descargar nuestra responsabilidad. Ahora bien, una vez que uno cruzaba la raya de la emancipación, de la madurez, aprendía que cada falta llevaba aparejada una sanción ineludible y cada hipoteca un plazo impostergable.
Este hábito adquirido, y hasta disculpado socialmente, hace que a menudo no seamos capaces de reflexionar ni un segundo siquiera sobre esos comportamientos que, vistos desde otra perspectiva, resultarían patéticos y causarían sonrojo, por ejemplo, si nos viéramos en un vídeo en YouTube cometiendo determinados desafueros. Claro está que aquellos automatismos elusivos de la infancia, normalmente veniales, pueden degenerar hoy en catástrofes, si infravaloramos el impacto de nuestras excusas y salimos del fuego para caer en las brasas. Vamos, que no es lo mismo que un niño mienta y diga que le han pegado en el patio del colegio, a que un adulto invente que le han agredido una panda de 'menas'.
Con respecto a las excusas y mentiras que utilizamos para salir de apuros, he seguido siempre a pies juntillas la pauta que me dio un buen amigo, experto en la materia: «Toma nota, Juanito. Cuando te hayas metido en un lío, nunca generes un problema mayor que el que quieres evitar con tus explicaciones. En todo caso, nunca descartes sacar la pata y pedir disculpas como primera opción. Y sobre todo, no salgas en la tele. Cúrate como de mearte en la cama de ponerte el foco sobre la sesera si no quieres pegarte un tiro en el pie».
Por poner un ejemplo práctico y dejar de divagar, si salen una noche de mambo y cometen la imprudencia de agarrarse un pedo del diez, pidan a cualquier amigo que les acompañe a casa o les pida un taxi, les meta en él sin contemplaciones y los facture a su domicilio.
Si aún y todo no lo hacen y se van caminando a casa por tacañería, para ahorrarse pagar la carrera, han de tener cuidado con el mobiliario urbano entre bandazo y bandazo, que las papeleras, bancos y árboles los carga el diablo y se vuelven agresivos por la noche. Y no es cuestión de tener un accidente y partirse la cara guapa a horas intempestivas, con lo que está lloviendo.
Pero si tienen la desgracia de pisar una hoja de castaño, de esas que alfombran con profusión nuestras calles a estas alturas del otoño, si acaso se caen y se parten la cara contra el suelo o chocan contra un árbol, lo último que les aconsejo es que traten de disfrazar la natural torpeza etílica con una mala excusa y llamen a casa llorando. Ni se les ocurra. A lo hecho, pecho. Hay que aguantar el tirón, levantarse, sacudirse las hojas del abrigo y proseguir como si nada. Que si tienes edad para beber, has de tenerla para recomponerte y no para descomponerte.
Si van a casa con el morro hecho un cristo, se curan las abrasiones faciales con Cristalmina y punto redondo. Y si papá está con la luz encendida en el salón, se explica uno y santas pascuas. Porque este es el camino que se espera de un adulto, tras pasar por el colegio, la universidad y el derecho al voto. Y bajo ningún concepto traten de inventar una mentira para evitar la bronca de su padre o del cónyuge, en su caso, convirtiendo un sucedido intrascendente en todo un acontecimiento. Recuerden entonces la máxima que advierte que es mejor ponerse una vez colorado que amarillo dos años y un día.
Porque si para escapar a una bronca de tu padre, porque se te ha ido la mano con el Jägermeister que te has pimplado, se te ocurre inventarte una película de terror y meter a la policía en el ajo, ten por seguro que la historia se te irá de las manos. Antes de hacerlo has de saber que la mentira va a crecer y crecer hasta convertirse en un tremendo elefante que se pegará como una mascota a tus tobillos 'per saecula saeculorum'.
Que levante el dedo quien no haya llegado a casa esgrimiendo la excusa de que le ha sentado mal la cena, o que le han dado ginebra de garrafón, para fingir una ingesta inconveniente de alcohol con los amigos. Y si te preguntaban si querías cenar, respondías como un autómata: «¡Filete!». Que era fácil de pronunciar y así no te liabas con esdrújulas como 'hamburguesa' para evitar patinazos con la lengua que revelaran lo lamentable de tu estado.
Se toma uno el primer chupito de Jägermeister y la historia puede acabar con el obispo en un concentración a la puerta de casa
Pero claro, a pesar de que sabemos que las cuatro de la mañana no es una hora en la que convenga ponerse imaginativo e inventar truculencias, hay quien se empeña en transitar de Guatemala a 'Guatepeor'; porque es sabido que la noche es oscura y alberga horrores. El consejo más valioso para estas circunstancias es el de no usar nunca el comodín de Chicho Ibáñez Serrador y de sus 'Historias para no dormir'. Si para evitar el susto a los padres asustamos a todo el barrio, no parece que sea muy recomendable hilvanar truculencias. Aunque las tentaciones del demonio sean a menudo seductoras, el que dice una mentira debe saber la tarea que inicia, porque tendrá que inventar otras mil para sostener la primera.
Por eso, estimado lector, si te has emborrachado y te has caído y te has raspado la cara atacado por un árbol traicionero, traga saliva y pon cara como de que no pasa nada. No hay atajos. Que si te rodearon unos magrebíes y te pegaron al grito de ¡Allahu akbar!. Que si te llamaron de todo. Que si tal y que si cual. No. No vayas por ahí. Ni por un carro de duros. No hay más que ver un poco de tele para saber que la poli no es tonta; recuerden, nada de tragedias griegas. Que nadie sabe cómo empiezan, pero acaban todas como el rosario de la aurora.
Aletea una mariposa en China y es causa de un huracán en el Caribe. Se toma uno el primer chupito de Jägermeister y la historia puede acabar con el obispo en una concentración de solidaridad, a la puerta de tu casa. Y tú debajo de la cama mascullando un 'trágame tierra' ante la que has orquestado. La diferencia entre tú y monseñor es que él sabe que los más rezan con los mismos labios que usan para mentir.
Un tipo muy solvente dijo una vez que la primera pequeña mentira que se contó en nombre de la verdad, la primera pequeña injusticia que se cometió en nombre de la justicia, la primera minúscula inmoralidad en nombre de la moral, siempre significarán el seguro camino del fin. Sabía de lo que hablaba.
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