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Desde que se tiene memoria el hombre ha sido sacudido por múltiples enfermedades. Una de ellas fue y es el cólera. La infección se produce ... principalmente en los trópicos. Sin embargo, su propagación afectó a multitud de latitudes. Álava no se libró de la misma. Así lo data el Archivo Histórico Provincial de nuestro territorio.
El cólera es una enfermedad aguda y contagiosa. Se contrae por el bacilo Vibrio cholerae cuando infecta el agua potable. En algunas zonas de Asia, Oriente Medio, África, América del Sur y Central y áreas de Estados Unidos se mantiene de forma endémica. Habitualmente hacía su presencia en lugares con escasos niveles de higiene o baja salubridad. El caldo de cultivo lo propiciaba una población hacinada y la falta de servicios sanitarios básicos, «como alcantarillado, agua corriente y controles sanitarios de los alimentos».
La sintomatología principal consiste en diarrea y vómitos, de 30 a 40 deposiciones en 24 horas y una deshidratación aguda que si no se combate puede llegar a la muerte en una semana. Provoca la pérdida de sales minerales esenciales, como el sodio o el potasi,o que son los principales motores que activan el corazón. «Lo que mata no es el bacilo, sino la gran eliminación de fluidos que la misma provoca, con la consecuente deshidratación».
En España murieron más de 800.000 personas en cuatro epidemias. Afectó a toda la mitad oriental de la Península e incidió en los núcleos de población más poblados y cercanos a ríos y puertos de mar. Los transmisores humanos más habituales eran las tripulaciones de barcos y las tropas -muy proclives a las enfermedades contagiosas- porque la higiene era escasa y la convivencia, estrecha. Barcelona y Vigo fueron focos muy importantes de transmisión.
Álava no se libró del cólera. El 3 de agosto de 1834 Vitoria tiritaba de miedo. Hay que tener en cuenta que los medios para contener el microorganismo eran muy escasos. La Junta Municipal de la Ciudad dictó unas normas de obligado cumplimiento validadas por el corregidor. Su contenido viene a confirmar por deducción el mísero estado en el que sobrevivían los ciudadanos vitorianos y la cruel realidad de la vida cotidiana de aquellos tiempos. «Se prohíbe arrojar aguas sucias a la calle, bajo multa de 4 reales de vellón. Se prohíbe esquilar, herrar, curar caballerías en las calles bajo la multa de 10 reales de vellón. Se prohíbe lavar ropas y limpiar verduras y benezos de toda clase en las fuentes». «No se permitirá la venta de bacalao remojado; y se insta a que los taberneros y figoneros ofrezcan viandas de buena calidad».
«Se prohíbe chamuscar cerdos en las calles después de las siete de la mañana. Se prohíbe formar estercoleros o basureros en el interior de las casas, pena de 10 reales de vellón. Se prohíbe echar a las calles y dejar en ellas animales muertos, paja, hortaliza, desperdicios de cocina o inmundicias de otra clase, bajo multa de 10 reales de vellón. Se prohíbe la venta entre calles de las cabezas, tripas y entrañas de las reses menores».
El doctor Fulla y los galenos titulares de Vitoria proponían en 1832 un tratamiento basado en «reposo y elixires», «evitando la humedad, las aguas estancadas, abrigarse suficientemente, aire puro, baños tibios y fríos y comer alimentos del reino animal». Enumeraban como perjudicales «las comidas fuertes, carnes ahumadas y saladas, grasas, leche y aguardiente». Como remedios desinfectantes se ensayaron «el alcanfor, vinagre, fumigaciones, el agua de cal y diversos cloruros».
En Rioja Alavesa, un territorio eminentemente agrícola, también se padecieron los efectos del cólera. Según los historiadores, jugó un papel determinante el río Ebro. Su ribera proporcionaba un medio idóneo para la propagación del virus. El primer caso apareció el 27 de abril de 1855 en Lapuebla de La Barca. La mayor parte de los decesos se produjeron en Labastida, seguida de Laguardia, Samaniego y Elvillar. El 8,5 por ciento de la población se fue al otro mundo.
Por aquellos pagos, predominaba la teoría de una estrecha relación entre la atmósfera y la aparición de la enfermedad. Entre las creencias de la gentes imperaba la de que «el aire corrupto era la causa principal de la propagación de enfermedades como el cólera y la peste negra». Tanto es así, que llegaron a derribarse las puertas de muchas viviendas con el fin de airear las casas con la certeza que era una forma de ahuyentar la enfermedad.
Desconocían que beber de pozos o ríos y regar las huertas y cultivos con agua corrupta eran la principal causa de la infección. Las investigaciones de Koch y la vacuna fueron la salvación para gran parte de la población de Occidente.
La humanidad necesita estudios y tiempo para entender la transmisión de infecciones, ayer el cólera y hoy el Covid. Como decía el fabulista Samaniego en una de sus moralejas, el hombre pasa la vida «dando coces contra el aguijón».
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