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Uno de los grandes retos de las instituciones públicas es asegurar el relevo generacional en actividades que han ido perdiendo trabajadores con el paso de ... los años. Álava es un territorio eminentemente industrial, pero el sector agrícola ha tenido siempre un peso muy importante. Las fincas de cultivo son protagonistas de nuestro paisaje rural, pero cada vez hay menos personas dedicadas a ello. En la última década, el número de solicitantes de ayudas de la PAC–esto puede traducirse como profesionales del campo, dejando al margen los dedicados a la viticultura– ha descendido un 20%.
Según los datos de la Diputación de 2024, el 48% de los titulares de las explotaciones que actualmente se encuentran en funcionamiento están por encima de los 57 años. O, lo que es lo mismo, del total de 1.944 que solicitaron la última PAC, 929 están cercanos o ya en plena edad de jubilación. Mediante la puesta en marcha de la 'estrategia integral para el relevo generacional en el sector agrario', Álava busca incorporar 60 jóvenes al año –menores de cuarenta que se sumen al programa Gaztenek– durante la próxima década para asegurar que la actividad en el campo se mantiene repartida y así ayuda a mantener el medio rural con vida.
97.000 Hectáreas
Terreno cultivado en Álava en 2024, sólo un 4% menos que en 2015. Un descenso en el que entran también las fincas que han dejado de ser agrícolas para albergar infraestructuras, viviendas o industria.
«Hacen falta alrededor de 60 personas al año que se incorporen para tener estabilidad. Igual es un objetivo demasiado ambicioso, pero hay que hacer un esfuerzo especial para asegurar el relevo y que cuando cese una actividad la asuma algún joven y no acabe en pocas manos. Las explotaciones de mayores dimensiones no son malas de por sí porque dan rentabilidad, aunque para nosotros es muy importante que haya un tejido socioeconómico en el medio rural porque es lo que va a mantener vivos a muchos pueblos», explica el director foral de Agricultura, David Fernández, que desvela que en el presente ejercicio se espera que se integren casi una veintena de jóvenes al sector.
Un detalle clave es que la progresiva desaparición de profesionales no implica directamente que haya un descenso equitativo de las tierras cultivadas. En los últimos diez años, solo se ha perdido un 4% de las fincas plantadas y en estos momentos hay 97.000 hectáreas cultivadas sin contar pastos. Y en muchos casos eso no quiere decir que los campos se encuentren yermos (sin aprovechar), sino que se han producido cambios en la ordenación urbana y muchas de esas fincas son ahora de uso residencial o industrial. Las mismas tierras trabajadas, pero concentradas en menos manos.
«Antes si en un pueblo había ocho o diez explotaciones, ahora igual quedan tres.La tierra se cultiva igual, pero se ha producido una integración y se concentra en menos personas», dice el 'número dos' del Departamento de Agricultura.
Desde 2016 han sido 180 los jóvenes –143 hombres y 37 mujeres–, que se han incorporado al sector agrario, de los cuales siguen en activo 178. 119 de ellos han tomado el relevo a producciones existentes previamente, mientras que las otras 61 son nuevas, ya que no tenían una relación familiar o no ha existido una transferencia directa. En 2023, se produjeron trece altas;fueron 17 en 2024 y se esperan 18 en 2025, al margen de mayores de 40 años. «Son pocas, pero se están poniendo los mimbres para que esa tasa vaya subiendo».
Y el gran reto es «atraer a gente» que no tiene relación anterior con el sector, no solo que los hijos cojan el relevo de los padres. «El que lo ha vivido en casa conoce lo bueno y también lo malo, pero es una absoluta necesidad que lleguen jóvenes de fuera para mantener los pueblos vivos», sentencia Fernández.
En los últimos diez años, apenas se han perdido un 4% de las hectáreas cultivadas en Álava hasta quedarse en 97.000 en 2024, pero lo que sí han variado son las plantaciones. Así, mientras que hay grupos que se mantienen estables, como el cereal y la patata –ésta vivió su gran retroceso antes de 2015–, la remolacha es la que ha sufrido la mayor caída en esta etapa, con un 48% menos. En el otro lado de la balanza, hay cultivos que se encuentran claramente al alza, como las legumbres, el girasol o la colza «porque al final es donde puede haber mayor rentabilidad», según detalla el director de Agricultura, David Fernández.
En el caso de la ganadería, en la última década el descenso de explotaciones ronda el 7% (de 2.275 a 2.128). Muchas por estar asociadas a la vivienda –por ejemplo, las cuadras de bovinos–, lo que dificulta muchísimo el traspaso si hay cese de actividad, o al cierre de muchas que se encontraban cercanas a la jubilación para no acometer las inversiones de adaptación para cumplir todo el ámbito normativo y sanitario de bienestar animal. Si el número de explotaciones ganaderas se ha reducido ligeramente, las cabezas de animales se han incrementado prácticamente en un 30%. Así, se ha pasado de 383.000 unidades en 2015 a 529.000 en 2024. Un crecimiento basado en la cada vez más importante relevancia de la cabaña avícola. «Ha habido una evolución muy importante de las explotaciones de puesta de huevos, con un crecimiento de más de 140.000 gallinas, mientras que el resto de la cabaña se ha reducido en 20.000 unidades».
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