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Andoni Unzalu (Abadiño, 1956) presenta hoy a las 19.00 horas en la Casa de la Cultura Ignacio Aldecoa el libro 'Ideas o creencias. Conversaciones con un nacionalista'. Una obra muy crítica con el PNV y que llegó a tensar las relaciones en el Gobierno vasco, del que forma parte como director de gabinete del consejero de Turismo, el socialista Alfredo Retortillo.
- ¿Por qué cree que se ha levantado tanta polémica con su libro?
- Es una situación que viene de largo, en la que todo el mundo sabemos lo que pasa, pero nadie pone negro sobre blanco y eso choca. La realidad vasca es la que es, yo sólo he puesto el espejo para que se vea reflejada.
- ¿Algún compañero del PSE le ha reprochado las tensiones que ha generado con sus socios de gobierno en la mayoría de instituciones?
- Se ha sobreactuado un poco. Yo llevo discutiendo con los nacionalistas desde hace treinta años, ellos ya saben exactamente lo que pienso. Mis ideas no nacieron anteayer. Dentro de mi partido se han recibido con naturalidad y en la relación entre socios existen divergencias en algunas cuestiones que se deben de tratar con naturalidad.
Dónde y cuándo. Comienza hoy a las 19.00 horas en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa (Paseo de la Florida, 9).
Quién participa. Además del autor estarán presentes el abogado José María Ruiz Soroa y la periodista Leyre Iglesias.
- Sus orígenes están en el nacionalismo. ¿Qué le hizo 'huir'?
- Abandonar el nacionalismo en Euskadi es como acudir al desierto. Lo que me empuja a abandonar esos principios ideológicos es el convencimiento de que el nacionalismo no reconoce la soberanía del individuo y rechaza la pluralidad identitaria del país, algo fundamental como base de la convivencia democrática. Obviamente, el pacto de Estella fue una traición a la democracia constitucional que dio un aldabonazo muy fuerte a muchos que nos considerábamos nacionalistas.
- En el libro, usted habla de que el PNV tiene un «sentimiento supremacista» y que, sin embargo, sufre un «complejo de inferioridad».
- Aunque parezca paradójico, no es contradictorio creerse superior y a la vez tener ese complejo de inferioridad. El nacionalismo no es el típico pensamiento único y totalitario comunista. Es más hegemónico y deja en los márgenes de la sociedad a los que no se incluyen en el 'nosotros nacionalistas'. Ese es uno de los rasgos antiliberales y antidemocráticos de este movimiento, que critico una y otra vez en este libro.
- Frente a lo que usted opina, el PNV tiene actualmente su mayor cota de poder.
- Es lo que tiene la democracia. La gente tiene derecho a votar y a hacerlo mal (sonríe). No podemos renunciar a la democracia, aunque no nos gusten los resultados. El PNV goza en la actualidad de su mayor cota de poder, pero espero que poco a poco se corrija esa tendencia.
- ¿Ve algún indicio?
- En los últimos tiempos, y sobre todo con lo que está sucediendo en Cataluña, están resurgiendo pequeños ámbitos de pensamiento crítico. No espero una revolución de un día para otro, ya que el peso social que tiene el PNV en Euskadi es muy fuerte y darle la vuelta a eso nos va a costar mucho. Por tradición, pero también por algo que muchos no se atreven a decir y es que ser nacionalista resulta muy rentable y no serlo es una auténtica ruina para las aspiraciones tanto profesionales como empresariales de la gente. Es similar a lo que sucedía con el franquismo. Frente a eso tenemos que destacar que hay otros que, aunque sufran un costo personal en su trayectoria, no se rinden y defienden un pensamiento crítico sin el cual no seríamos un país democrático.
- En la actualidad, las fuerzas constitucionalistas viven sus horas más bajas en el País Vasco.
- No hay que abandonar porque los altibajos electorales son frecuentes. Ahora mismo, la izquierda socialdemócrata cotiza al alza en el conjunto de España. No me rindo, ni tiro la toalla. Vamos a ir poco a poco construyendo una sociedad mucho más crítica y reduciendo la hegemonía del nacionalismo.
- ¿Habría sido posible el fin de ETA si Juan José Ibarretxe no hubiese sido relevado como lehendakari en 2009?
- Sí, pero nos habría costado más. Todas las cosas tienen su fin, pero yo creo que todo ha durado tanto porque el nacionalismo no ha tenido la audacia de enfrentarse de forma abierta y contundente al terrorismo durante mucho tiempo. Las hemerotecas están llenas de pruebas. Es cierto que también ha durado tanto por el crimen de Estado y enorme error político que fueron los GAL, que en cierta medida les dieron legitimidad para durar más.
- ¿No percibe cambios entre Ibarretxe e Iñigo Urkullu?
- El PNV de Ibarretxe fue la radicalidad antipluralista que les acercó al abismo. Urkullu es diferente, pero hay que destacar el trabajo del PSE, que está jugando un papel de moderador del nacionalismo que, por desgracia, no se está valorando. Aquí no tenemos 'procés' gracias a los socialistas.
- «Hace años que el PNV está intentando no afrontar nuestro oscuro pasado de inhumanidad», dice en el libro.
- Una enorme parte de la sociedad cerró los ojos o miró para otro lado sintiéndose completamente ajena a nuestro dolor. Son muchísimos los que tienen mala conciencia sobre lo que pasó y lo que hicieron cuando se firmó el pacto de Estella o cuando había asesinatos semanales. Ante esa vergüenza, muchísima gente intenta tapar el pasado y crear un relato falso sobre la valentía de una sociedad vasca que no cedió, cuando apenas hubo una minoría de resistentes. Ya pasó en la Alemania posnazi de los años 50 y sabemos que hay que esperar para recuperar la verdad de lo ocurrido. No tenemos que hacer una tragedia de esto, ya que hasta hace pocos días estábamos luchando por nuestra vida.
- Aparte del perdón y arrepentimiento que le reclama a ETA y la izquierda abertzale, ¿a quienes miraron para otro lado les solicita algún gesto?
- A aquellos que no apoyaron a los resistentes no les exigiría que pidiesen perdón, pero les ruego que al menos no alcen coronas que no les corresponden.
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