Las alergias alimentarias condicionan la vida de más de 7.000 alaveses
120 productos están 'fichados' por provocar reacciones, desde picor en la boca a urticaria. Los ingresos por anafilaxia, que puede causar la muerte, «no son raros»
En el comedor del colegio, en el pintxo de media mañana para sobrellevar la jornada laboral, en la cena de inauguración del piso de unos ... amigos, en el sándwich que ofrece la máquina de 'vending' del campus... e incluso en esa receta que tantas otras veces se ha preparado en casa. Las alergias alimentarias pueden encontrarse entre los ingredientes de casi cualquier plato. De hecho, hay 120 alimentos identificados como posibles causantes de una reacción de este tipo y más de 7.000 alaveses que ven su vida condicionada por ellos. Algunos sin ni siquiera saberlo al no relacionar los síntomas, como la aparición de unos cuantos granitos, con un problema alérgico y otros, en los casos más graves, conscientes de que un solo mordisco a un langostino les puede provocar la muerte si no tienen el tratamiento médico a mano.
El marisco, precisamente, aparece junto al pescado y las frutas -destacan las llamadas rosáceas: melocotón, albaricoque, manzana, ciruela...- como los productos que más alergias generan entre los adultos, mientras que en las primeras etapas de la vida hay que tener cuidado con la leche, el huevo, los frutos secos y también las frutas. «El origen es, sobre todo, proteico. Los azúcares y las grasas son menos alérgicos», explica Eduardo Fernández, jefe de Alergología de la OSI Araba, que atiende cada ejercicio a 4.600 nuevos pacientes en su consulta del HUA, aunque no todos presentan problemas con los alimentos. Eso sí, los casos relacionados con lo que uno se lleva al estómago «han aumentado en los últimos años». «Hay un estudio europeo que habla de que los ingresos de niños en urgencias por reacciones alérgicas se han multiplicado por siete en una década», apunta el experto como muestra.
«La gente se cree que estás colgado o que eres un exagerado»
Xabier Munioitz | Asociación ATX
Aietxu es una de esas pequeñas que lidia a diario con el menú y que, a sus diez años, se ha enfrentado ya a cuatro shocks anafilácticos, el brote más grave que puede derivar en el fallecimiento del alérgico si no se actúa de forma rápida, por ejemplo, con la inyección de adrenalina. «Su primer autoinyector era más grande que su pierna», recuerda su padre. Él, Xabier Munioitz, decidió a finales de 2015 crear la asociación ATX para echar una mano a quienes pelean a diario con multialergias, dermatitis atópica y asma en Euskadi, un 'club' que comenzó con 25 familias y hoy supera los 8.600 socios. En sus filas se repiten «experiencias similares», como la sensación de que «la gente cree que estás colgado o eres un exagerado», compartidas por un buen número de ese 2% de los adultos que sufren alguna alergia alimentaria en el Estado. El porcentaje se sitúa entre el 5% y el 7% en el caso de la población infantil.
Las alergias que presentan los niños, por ejemplo, al huevo o la leche «pueden ceder pero es raro que desaparezcan en el caso de pescados, mariscos o frutas», especifica Fernández. La solución en el 97,3% de los casos, según el último informe 'Alergológica' firmado por la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), resulta tan sencilla y complicada en algunos casos como no tomar el alimento que provoca el daño aunque el experto del HUA sabe que «hay pacientes que prefieren aguantar e insisten en comerlo porque el problema no les ha ido a más». En torno «a media o una hora después» de la ingesta sufren picor en labios, lengua o paladar o se les manifiesta el brote en forma de urticaria, un síntoma que conocen bien seis de cada diez alérgicos. «Y no son raros los ingresos en la UCI por anafilaxia», advierte el médico.
En su contexto
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46,5% de las personas que acuden al médico con una reacción alérgica a alimentos llegan con su primer brote, según el informe 'Alergológica' de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
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En aumento. La alergia a alimentos es la quinta enfermedad diagnosticada por los alergólogos en el Estado -la primera es la rinoconjuntivitis- y los casos se han duplicado desde 1992. La solución para el 97,3% de los afectados es no ingerir el producto que le provoca daño.
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57,9% de los alérgicos presenta manifestaciones cutáneas, sobre todo, urticaria aunque un 12,1% llega a sufrir anafilaxia, la manifestación más grave ya que puede derivar en mortal.
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Del melocotón al huevo. Frutas (rosáceas como el melocotón en el 59% de los pacientes), frutos secos y marisco (el 93,6%, crustáceos) son los alimentos con más reacciones. Entre los niños, destacan la leche (la mitad de los casos en los primeros 2 años de vida) y el huevo (el 43,5% antes de los 5).
«Supervivencia pura»
La pequeña Aietxu, mediana de tres hermanos, ha desarrollado «sus trucos» para no acabar en el hospital cuando se cuela uno de esos alimentos malditos en su dieta. Desde el kiwi a la manzana o el huevo, por señalar tres ejemplos que nutren su «sintomatología muy severa». «Cuando le sirven un puré mete primero el dedo y, si no hay reacción, se lo pasa por los labios y, si entonces tampoco nota nada, ya se lo come. Es algo innato en ella, supervivencia pura», retrata su padre, que desde el pasado verano ha notado un incremento de las consultas en ATX, que cuenta con su propio sello para identificar aquellos alimentos, establecimientos y destinos turísticos que no se olvidan de los alérgicos.
«Hay pacientes que prefieren aguantar y seguir comiendo el alimento»
Eduardo Fernández | Jefe de Alergología
En torno a los afectados, sin embargo, existe todavía cierto desconocimiento. En primer lugar porque «no se saben las causas» que provocan las alergias y, después, por la confusión que existe entre esta enfermedad, que se manifiesta cuando «el organismo responde por la presencia en él de anticuerpos a un determinado producto», y la intolerancia, que se trata en realidad de «un problema de absorción» por parte del intestino que afecta al sistema digestivo, aclara el doctor Fernández. Los propios alérgicos ignoran a menudo que lo son y más de la mitad de ellos (el 53,5% según el informe 'Alergológica' del SEAIC) acude al médico cuando ya ha sufrido varios brotes. Allí, en la consulta, se les realiza el diagnóstico a través de pruebas en piel o en sangre. A partir de entonces, cuenta Munioitz, «te conviertes en un experto sin querer. Mi mujer, por ejemplo, se conoce ya todos los sulfitos».
El Chicote vitoriano de la seguridad alimentaria
El mal de las vacas locas supuso «un punto de inflexión» en la seguridad alimentaria, pero en los últimos años se ha avanzado asimismo en otras cuestiones a la hora de sentarnos a la mesa, por ejemplo, en materia de alérgenos. «Hace 25 años, el alérgico prácticamente no podía comer fuera de casa. Ahora, al menos, está más defendido», retrata Iñaki Larrea, socio director de Adesa, una firma con sede en Zabalgana que desde hace un cuarto de siglo se dedica, entre diversas tareas, a la evaluación y la gestión de alérgenos.
En su labor en las cocinas de establecimientos hosteleros, como si del Chicote de la seguridad alimentaria se tratara, la empresa pone la atención sobre los ingredientes que lleva «uno por uno» cada producto -esto obliga a contactar con todos los proveedores- y las peligrosas «contaminaciones cruzadas», en caso de ser alérgico, que se dan durante la manipulación de los alimentos. La solución «ideal», aconseja Larrea, pasa por disponer de «un buen recetario» de los platos que salen de los fogones y que el personal del local posea toda la información al respecto.
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