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Ignacio Hidalgo de Cisneros
Un golpe de estado muy vitoriano

Un golpe de estado muy vitoriano

Las sublevaciones de los militares republicanos en Jaca y Cuatro Vientos, en 1930, tuvieron de protagonistas a oficiales alaveses

Francisco Góngora

Martes, 21 de julio 2015, 08:16

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Por si alguien tenía alguna duda, también ha existido el golpismo de izquierda en España el comunismo en su historia llegó al poder siempre con una revolución sangrienta por medio. Durante todo el siglo XIX y hasta 1936, pronunciamientos de uno y otro signo se sucedieron sin parar.

En el caso de lo que la Historia conoce como la Sublevación de Jaca y la de Cuatro Vientos, en diciembre de 1930, los golpistas eran pro republicanos y quisieron subvertir el orden constituido, igual que Franco en 1936. Ya había habido intentonas contra la dictadura de Primo de Rivera otro golpe, este de derechas en 1926 y 1929. Ya vemos que lo de sacar soldados a la calle estaba muy de moda entonces.

Pero yo no voy a fijarme en las razones de unos u otros, sino en la extraña coincidencia de que en 1930 el intento de asalto al poder por la fuerza estuvo protagonizado en parte por militares vitorianos, lo que demuestra que había, al menos un grupo, de profundas convicciones republicanas e izquierdistas.

Recoge Antonio Rivera en su libro La utopía del futuro. Las izquierdas en Álava (editorial Ikusager), que el 12 de diciembre de 1930 el diario La libertad dio cuenta en su edición vespertina de que la guarnición de Jaca (Huesca) se había sublevado. Hasta el mismísimo Gobernador Civil se enteró por ese medio, tarde ya para retirar los ejemplares distribuidos. Fermín Galán, capitán que había sido destinado en Vitoria entre 1919 y 1920, y García Hernández, este natural de la capital alavesa, fueron fusilados como cabecillas nada más fracasar la intentona. El adelanto del movimiento por parte de estos dos capitanes dejó descolocado al Comité Revolucionario, dispuesto para dirigir éste y para constituir el futuro gobierno provisional. Casi todos sus integrantes acabaron detenidos y la huelga general de apoyo no llegaba. En esa incertidumbre, un grupo de aviadores, mandados por dos personajes inciertos, el general Queipo de Llano de convicciones republicanas pero golpista por encima de todo pues también ayudó a Franco después y el aventurero Ramón Franco hermano del posterior dictador repitieron la sublevación en el aeropuerto de Cuatro Vientos (Madrid) en la madrugada del día 15.

Aviación republicana

En ese movimiento tuvieron un protagonismo destacado dos vitorianos: José Martínez de Aragón e Ignacio Hidalgo de Cisneros. Este último sería el jefe de la aviación republicana durante la guerra civil, una vez que se había integrado en el partido comunista. El primero, un héroe de la izquierda vitoriana ya se había significado tempranamente en su oposición a la dictadura. Murió en un accidente en 1935 y su nombre fue el elegido para nombrar el aeródromo de Salburua.

Tampoco prosperó esta acción, sigue contando Antonio Rivera (página 182). Al final, el lunes 15, declarado ya el estado de guerra en todo el país, la huelga general se extendió y alcanzó también a Vitoria . Se prolongó hasta el día 18 pero fue la inversa de la recientemente vivida en octubre. Los obreros de grandes empresas como Ajuria, respondieron, pero la sensación en la ciudad fue de relativa calma. Sin embargo, hubo numerosas detenciones. Antonio Rivera explica muy bien en el libro cómo vivió Vitoria aquel preludio de la República que sería proclamada cuatro meses después.

Para conocer la personalidad de Ángel García Hernández, el abogado e investigador Ildefonso Sáenz Tabueña escribió un ensayo sobre su figura y su muerte bajo el título 'Ángel García Hernández, un alavés para la historia, editado por el Ayuntamiento de Vitoria. No me voy a extender sobre este héroe de la República al que la Vitoria liberal dedicó la calle Rioja, donde había nacido en el seno de una familia militar el 29 de enero de 1899. Tenía un gran futuro dentro de la milicia, había combatido en África con la Legión demostrando gran valor, pero prefirió jugársela por un ideal. Y le salió mal. Fue fusilado junto a Galán de forma rapidísima el 14 de diciembre. Tenía 30 años.

También en su libro Cambio de rumbo, Hidalgo de Cisneros cuenta la peripecia del golpe fracasado junto a su gran amigo Martínez de Aragón. Hidalgo se quejaba de la escasa preparación de la sublevación, demasiada improvisación. Él lanzó octavillas revolucionarias por Madrid desde el aire. «Aragón, que venía conmigo, tiró sobre la estación de Atocha cuatro partes lastrados y muchas proclamas. Como volábamos muy bajo, vimos perfectamente cómo el personal ferroviario las recogía. Después de dar varias vueltas sobre Madrid, regresamos al aeródromo». Tras el intento fallido de Ramón Franco de lanzar bombas sobre el palacio real, el golpe se dio por fracasado. Y no les quedó otra que huir a Portugal. Ese vuelo lo cuenta magistralmente Hidalgo de Cisneros porque salieron en un avión que la artillería gubernativa tenía como objetivo. Si se hubieran quedado habrían corrido igual suerte que Galán y García Herández. O sea un golpe fracasado con tres vitorianos fusilados y un cuarto que también había pisado suelo alavés.

«En aquel momento vinieron corriendo dos mecánicos para decirnos que en un hangar había un aparato que debía tener gasolina y que podíamos intentar ponerlo en marcha; era un R-III. Yo nunca había pilotado un avión de aquel tipo, pero no dudé un momento....Subí al puesto de piloto, Pastor (otro oficial, concretamente un coronel) al de observador y Aragón se colocó de pie entre las piernas de Pastor. Los mecánicos, con un afán formidable, como si fuesen ellos mismos los que se marchaban, intentaro poner en marcha el motor pero éste no respondía; hicieron no sé cuantas intentonas sin resultado; las fuerzas del gobierno estaban ya entrando en el aeródromo. Convencidos de que aquello no pitaba, dijimos a los mecánicos que lo dejasen y se fuesen para que no les pescasen ayudándonos a escapar; pero no nos hicieron caso, y en una de las intentonas arrancó por fin el motor. Inmediatamente, sin esperar a calentarlo metí gases y salí rodando por el campo; como el motor estaba frío no había manera de que el avión despegase. Yo veía que se terminaba el campo sin poder irme al aire y al final de la pista había un batallón de ingenieros desplegado en guerrilla. Los soldados veían que mi avión, sin dejar la tierra se dirigía hacia ellos a toda velocidad. Ví perfectamente cómo salían corriendo rompiendo la formación para separarse de mi ruta. Por fín, al llegar al mismo límite del campo, cogí un pequeño resalte del terreno y me fui al aire. A ninguno de los soldados se les ocurrió dispararnos a pesar de que pasamos a muy pocos metros de ellos.

Nos encontramos en el aire gracias a la tenacidad y al interés de los mecánicos por salvarnos; cuando despegamos serían las doce y media del mediodía. Hacía mucho frío y no teníamos abrigo. Pastor y yo estábamos un tanto resguardados del aire, pero José Aragón, de pie en el avión, las pasó moradas.

Nuestro avión debía estar en reparación, pues no le funcionaban casi ninguno de los aparatos de a bordo, tampoco tenía brújula ni cartas de ruta. Mi mayor preocupación era la gasolina; como no funcionaba el indicador, no tenía la menor idea de la que llevábamos. Todo el viaje fui esperando la parada por falta de gasolina. Como no tenía ni cartas ni brújula, para orientarme tomé la dirección del río Tajo y fui siguiendo su curso las dos horas que nos duró la gasolina. Cuando se paró el motor por falta de carburante no sabíamos si estábamos en Portugal o en España. Aterrizamos en un campo de labor y preguntamos a un pastor dónde nos encontrábamos: contestó que aquella tierra era de Portugal. Creo que los tres dimos un verdadero suspiro de satisfacción».

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