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Morales Moya posa con un ejemplar de su libro. : RAFA GUTIÉRREZ
ÁLAVA

Anecdotario de la vida vitoriana

Pedro Morales Moya recoge en su último libro pasajes y personajes de la ciudad

SAIOA ECHEAZARRA

Martes, 20 de abril 2010, 04:53

Dijo un vitoriano -más bien crítico- allá por el siglo XIX que 'para buen vivir, ciudad con obispo y gobernador civil'. Y comentaba otro más adelante que 'el alavés es humilde y cortés', maquillando el conocido dicho. Eran tiempos de la «Vitoria catatónica, sin fueros y militarmente decapitada», aún por avanzar hacia esa incipiente capital de la que ha sido testigo el periodista y escritor alavés Pedro Morales Moya (Espejo, 1922). A ella le dedica con gran cariño su último libro 'Adiós Vitoria', que hoy se presentará en la Casa de Cultura, a las 20.00 horas. En él recopila «esos interesantes pormenores que no van a recoger los libros de Historia y, entre críticas y recuerdos, sitúa al lector ante un libro de fácil entendimiento y gratas evocaciones».

Morales recorre con una narrativa audaz y acertada ironía varias anécdotas sobre temas como el agua, el transporte, las comunicaciones o el simple ejercicio de la libertad de la época, «que era y es harto difícil». Desde los voluntarios alaveses que embarcaron hacia la guerra de Marruecos o los socios de la biblioteca del Círculo Vitoriano, pasando por la culta familia Los Herrán y el general Millán Astray, el volumen acerca una entrañable selección de sucesos e historietas con «personajes sometidos a distintas influencias y muchas carencias».

Y lo cuenta «como me sale, como cuando uno habla entre amigos». Lo dice un hombre que ha vivido la II República, la dictadura y la democracia, de ahí su amplio punto de vista y sobrado conocimiento de la historia local. En 'Cocodrilos al Zadorra', por ejemplo, habla sobre la separación de bañistas por sexos; 'Al hilo de la Feria', en cambio, trata de «León Salvador, un vendedor de baratijas».

Tampoco falta en el anecdotario de Morales la partida del Café Miraflores -en la esquina de la calle Francia con la plaza de los Guardias-, donde coincidían antiguamente «arrieros, porteadores, trajinantes y gentes de su calaña», sin omitir motes cómicos o irónicas frase hechas, como 'Polleja' o 'Choperita' y 'Chucarra', que aparecen en otros pasajes. Uno de gran interés viene en 'La vieja plaza de toros'. Y es que «pocos saben que Ortega Cano, el torero, se dio a conocer gracias a 'El Platanito', que pasó una buena temporada en los años setenta en Vitoria», señala.

Fachadas y conventos

Prologado por el síndico y novelista Javier Otaola, 'Adios Vitoria' destapa los recuerdos de viejas fachadas, conventos o callejones que atesoran la esencia de una capital «condicionada por prejuicios de todo tipo». En el epílogo, el editor Ernesto Santolaya remata la obra con un «auténtico suceso cinematográfico» que pudo elevar el nombre de Vitoria hasta la industria 'hollywoodiense'. Ocurrió en 1962, cuando el director Fred Zinnemann, descubridor de Montgomery Clift, y Alexandre Trauner recalaron en la capital alavesa en busca de localizaciones para su filme, «sin que se hiciera ningún comentario en la prensa local».

El libro acerca con sentido crítico y se despide de ella «con un poso de melancolía que se asienta sobre otros valores». Es, al fin y al cabo, «el adiós de un viejo que quiere a su ciudad».

Además de escritor, Pedro Morales fue funcionario de la Diputación y cofundador de una cooperativa de artes gráficas. Asimismo, fue delegado de EL CORREO en Álava entre los años 1973 y 1974, militante de UCD durante la transición y miembro del Consejo General Vasco.

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