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Representación de Yasuke en la reciente serie de animación de Netflix.
Cómo un esclavo africano llegó a ser samurái en Japón
¿Sabías que...?

Cómo un esclavo africano llegó a ser samurái en Japón

Las peripecias de Yasuke dan forma a una de las biografías más improbables y fascinantes de la historia de la humanidad

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Domingo, 12 de septiembre 2021, 00:25

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En la historia de la humanidad hay pocas biografías tan improbables como la de Yasuke, el esclavo africano que llegó a samurái en Japón. ¡Aquello si que tuvo que ser un choque cultural! Yasuke (que, según muchas fuentes, procedía de Mozambique, aunque otros estudiosos sitúan su origen en zonas de Etiopía o de Sudán del Sur) arribó al país asiático en 1579 con los jesuitas, que en aquella época gozaban de una suerte de monopolio en la evangelización católica de la región, con las suculentas posibilidades comerciales que eso llevaba aparejadas.

En concreto, quien lo llevó tan lejos de su tierra natal fue el religioso italiano Alessandro Valignano, una figura clave en el establecimiento de relaciones entre Europa y Japón. Según las crónicas de la época, aquel joven «negro como el carbón» a quien los nipones rebautizaron como Yasuke (parece que su nombre real era Yasufe) era un imponente hombretón de metro ochenta y ocho, que superaba en treinta centímetros la estatura media de los japoneses de la época, así que, entre una cosa y otra, no parece extraño que llamase poderosamente la atención. Se ha llegado a decir que la multitud, en su empeño por contemplar de cerca al recién llegado, se agolpó de tal modo que incluso se registraron algunas muertes en la avalancha.

Frotado con jabón, aceites y ungüentos

Oda Nobunaga, el señor de la guerra más poderoso del momento, pidió que llevasen a su presencia a aquella persona de color oscuro de la que todo el mundo hablaba sin parar. «Quedó impresionado por su apariencia, hizo que se desvistiese hasta la cintura y ordenó a unas criadas que frotasen su piel con toda clase de jabones, aceites y ungüentos para comprobar que ese color era real y no alguna clase de tinte o pintura», relata Jonathan López-Vera en su 'Historia de los samuráis', publicada por Alianza.

Una vez disipadas sus dudas, el desconfiado y un tanto extravagante Nobunaga sugirió a los jesuitas que le 'regalasen' a ese ser humano portentoso (los curas aceptaron con prontitud, claro) y convirtió al joven africano en una especie de guardaespaldas y talismán personal. Yasuke dejó de ser esclavo, empezó a recibir un sueldo, accedió a la condición de samurái e incluso compartía mesa con su señor, un privilegio que envidiaban muchos de los vasallos más nobles.

Un animal que no merece castigo

Buena parte de la historia de Japón es una sucesión de enfrentamientos despiadados entre señores, salpicados de episodios tremendamente sangrientos. La muerte de Nobunaga es uno de los más conocidos: atacado en el templo donde se hospedaba por un enemigo muy superior en número, mandó prender fuego al recinto y se practicó el seppuku, lo que en occidente solemos llamar harakiri. Yasuke formaba parte del reducido grupo de hombres que combatieron junto a él en aquel lance, pero logró escapar y llegó al castillo donde se refugiaba el hijo y heredero de Nobunaga, que también acabó recurriendo al suicidio ritual cuando comprobó que su derrota era inminente e irremediable.

El enemigo apresó a Yasuke pero, contra su costumbre, no lo ejecutó, por entender que su condición era más de animal que de hombre y que, por tanto, no se le podía atribuir la misma responsabilidad ni el mismo castigo que a un auténtico samurái. Las batallas japonesas solían derivar en atroces escabechinas donde se mataba incluso a mujeres y niños, pero podríamos decir que a Yasuke lo salvó el racismo.

¿Lograría regresar a su tierra?

La insólita peripecia de Yasuke, el primer samurái que no procedía de Japón, ha sido reflejada con fidelidad variable en numerosos libros, tebeos y películas y protagoniza una reciente serie de animación de Netflix. Las crónicas, tan imprecisas a partir de aquel inesperado regateo ante lo que parecía una muerte segura, dejan mucho campo abierto a la imaginación: «Fue devuelto a los jesuitas –apunta López-Vera– y a partir de ese momento la historia le pierde la pista, aunque se cree que acabó volviendo a su tierra».

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