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Tomás Ondarra
Tiempo de historias

El vizcaíno que combatió la peste en Sudamérica

Un médico admirado. ·

A Ramón Madariaga, de Plentzia, llegaron a apodarle «mesías de los pobres» por su labor en Argentina, donde da nombre a un hospital

Sábado, 1 de abril 2023, 18:58

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En la provincia argentina de Misiones, situada en el extremo nororiental del país, a todo el mundo le resulta familiar el nombre de Ramón Madariaga, por mucho que haya transcurrido ya más de un siglo desde su muerte: así se llama desde los años 50 el hospital regional, como homenaje al médico vizcaíno que tanto hizo por la salud pública de esta parte del país y, muy en especial, de sus ciudadanos más desfavorecidos. En cambio, aquí, en su tierra natal, su figura ha quedado bastante olvidada, quizá por la lejanía geográfica en la que transcurrió buena parte de su vida, quizá por la liosa coincidencia onomástica con su contemporáneo el político republicano Ramón Madariaga.

En realidad, ya en el momento de su fallecimiento, ocurrido en 1911, el facultativo se había convertido en un personaje un tanto borroso para sus paisanos. 'El Pueblo Vasco' despidió al «esclarecido doctor» reproduciendo textos del diario argentino 'La Nación' en lugar de redactar una necrológica propia, quizá con algo de asombro ante la dimensión de los elogios que habían publicado los colegas trasatlánticos: hablaban aquellas líneas de la «bondad verdaderamente suprema» de Madariaga y de su condición de «padre de los pobres». Hubo, de hecho, otro periódico argentino que llegó a referirse a él como «mesías de los pobres».

Juan Ramón de Madariaga y Hormaza había nacido en 1851 en Plentzia, hijo de un navegante de Barrika y una mujer de Erandio. Tras doctorarse en Medicina en Madrid, decidió trasladarse a Argentina y acabó en Posadas, que hoy es una urbe cercana a los 300.000 habitantes pero entonces no pasaba de pueblo pequeño y bastante atrasado. «Las epidemias se suscitaban regularmente por la zona y azotaban a la población, en su mayoría de bajos recursos, en una ciudad sin servicio de agua potable», detalla la historiadora Silvia Gómez, directora del archivo municipal, que ha buceado minuciosamente en las hemerotecas en busca de rastros sobre la actividad del vizcaíno.

Invierno desconocido

Madariaga fue médico municipal y también mantuvo su consultorio privado, pero destacó especialmente en el terreno de la salud pública. Le tocó implicarse en las tareas para frenar la epidemia de peste bubónica que se había desatado en la vecina Paraguay a finales del siglo XIX:«Asistió a los enfermos a uno y otro lado del río Paraná, arriesgando la propia vida», destaca el Ministerio de Salud de Misiones. En Posadas, de hecho, se ha llegado a organizar un paseo cultural guiado que se centra en aquellos años de tanto miedo y atiende de forma específica a la labor desarrollada por el doctor Madariaga.

La entrada al hospital que lleva el nombre del doctor Madariaga en Posadas. Ministerio de Salud Pública de Misiones

Pero la 'muerte negra' estaba lejos de ser su única preocupación: en 1906, dirigió un informe al gobernador del «hermoso territorio de Misiones, en que casi es desconocido el invierno», para darle cuenta de sus principales inquietudes en materia de salud pública. Para empezar, estaba el paludismo («en las riberas del Paraná no queda casa, rancho o albergue donde alguno de sus moradores no pague tributo a esta enfermedad, yendo a aumentar la estadística obituaria», escribió), pero también la lepra, la sarna, los parásitos internos y externos y, por supuesto, la sífilis, de la que un mando militar de la época afirmaba que le había dejado «inutilizado» el batallón entero.

Como hace constar Silvia Gómez, lo que dejó una impresión más honda en sus conciudadanos fue «su costumbre de atender a pacientes sin recursos económicos». Así lo recuerdan también en la logia masónica a la que pertenecía: «Ejerció su profesión con sacrificio y dedicación. Acudía siempre, a cualquier hora, con presteza y solicitud». Era habitual verlo recorriendo velozmente en su carrito 'sulky' las calles y los caminos pantanosos de Posadas, de día o en aquella noche impenetrable previa al alumbrado público.

En la indigencia

Ramón Madariaga falleció de una angina de pecho en abril de 1911. Pese a su gran popularidad, en aquella época subsistía en la pobreza: «Tenía en su misma personalidad un acendrado altruismo que lo llevó a morir en la indigencia, ya que los pocos bienes que tenía los disponía en beneficio de personas de pocos recursos», evocaba hace unos meses en 'Misiones Online' un miembro actual de su logia. De hecho, la víspera de su defunción no le había quedado más remedio que pedir prestadas algunas monedas a un hermano masón. Eso sí, su prestigio se mantenía intacto. El día del entierro, cerraron los comercios e incluso los colegios de Posadas. «Los hombres del pueblo, los pobres y hasta las mujeres se disputaban el honor de llevarlo, siendo el cadáver conducido a pulso por empleados de la municipalidad que alternaban con los vecinos en el puesto de honor (...). No se recuerda manifestación más imponente ni más espontánea», relató 'La Nación'.

El Ayuntamiento aprobó dar su nombre a una de las calles principales de la localidad y, cuatro años más tarde, trasladó sus restos a un mausoleo presidido por un busto de mármol de Carrara. Al año siguiente, se colocó la primera piedra del hospital que, décadas después, sería bautizado como Ramón Madariaga. Los compañeros de su grupo masónico adquirieron algunos de sus bienes (muebles, libros, el maletín de médico...) y los siguen conservando como un tesoro en la sede de la logia.

Contacto por carta

En su 'biografía documentada' de Madariaga, Silvia Gómez incluye el detalle de que, tres meses después de su fallecimiento, el Ayuntamiento de Posadas recibió una carta del alcalde de Plentzia interesándose por lo ocurrido.

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