«Uno de cada cinco críticos es menor de 50 años y sin patologías previas»
La media de edad del paciente vasco en UCI ha bajado hasta los 60 años por la vacunación y la mayor contagiosidad de la cepa inglesa en jóvenes
«El paciente más joven en nuestra UCI tiene 30 años», desvela Fermín Labayen, jefe de Medicina Intensiva en el hospital de Cruces. La cepa ... británica ha disparado los ingresos hospitalarios en la cuarta ola y se muestra especialmente contagiosa en adolescentes y veinteañeros, que actúan como vehículos de transmisión en sus casas. Los ciudadanos contagiados que se juegan la vida en una cama de críticos son cada vez más jóvenes «y sin patologías previas», incide este especialista navarro, que revela que «uno de cada cinco pacientes en la UCI son menores de 50».
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– ¿Se están viviendo los peores momentos en los hospitales desde la primera ola?
– En las unidades de críticos partimos con un suelo más alto. Hay pacientes que están 4 o 6 meses. Tenemos críticos todavía de la tercera ola cuando otros de la cuarta ya han sido dados de alta. Se han solapado las oleadas. La presión es otra vez elevada, lo mismo que en enero y febrero. En las ondas anteriores, era un paciente más frágil, más añoso. Ahora son más jóvenes y sin patologías previas, que es lo que más sorprende.
– ¿Cuál es la media de edad del paciente vasco en UCI?
– En torno a los 60 años. Hay una leve tendencia a la baja, pero tampoco es una caída espectacular. La mayor parte de los pacientes están entre 45 y 65 y antes eran de entre 50 y 75. Uno de cada cinco ingresados en un área de críticos es menor de 50 años, una proporción mayor que en la segunda y tercera ola.
– ¿Es la cepa británica la culpable del mayor número de jóvenes en estado muy grave?
– Es la suma de varios factores. Sabemos que la variante inglesa tiene más transmisibilidad, mayor que la primera. Está habiendo gente más joven porque la población más adulta está siendo vacunada ya de forma sistemática, al igual que los pacientes vulnerables: trasplantados, inmunodeprimidos... Y luego también están las normas. La gente más adulta es capaz de cumplirlas con más rigor.
– ¿Falta vigilancia o labor pedagógica por parte de las autoridades o los padres?
– Es muy difícil decirle a un chaval de 18 años que no se tiene que juntar con los amigos. Es un asunto muy complejo.
– Pero llevan la infección a sus hogares.
– La tasa de infección en el intervalo de edad de 18 a 21 años es mucho mayor que en otras franjas. Vemos que quien se infecta es un chaval joven y él es el que disemina el virus en el entorno familiar. Puntualmente hay casos de padre e hijo en el hospital o familias enteras, y eso en otras olas no veníamos.
– ¿Hay un exceso de confianza entre los jóvenes?
– Lo que quiero transmitirles es que estamos teniendo chavales sanos a los que el virus afecta de forma muy seria. No hay nadie inmune al coronavirus. El paciente más joven en nuestra UCI tiene 30 años. Saldrá adelante, pero va a tener que estar con nosotros unos cuantos meses. Hay que seguir aguantando y cumplir con las medidas.
– El factor edad también es fundamental para salir adelante.
– Tienen mucha más reserva en todos los sentidos, pero salen de aquí y lo hacen hechos una piltrafa. Todos los tratamientos van dirigidos a que la respuesta inflamatoria no sea tan brutal ni tan autolesiva, pero el cien por cien de los pacientes necesita rehabilitación. Se empieza desde aquí y se sigue en planta. Un paciente que lleva 15 días en UCI ha perdido la mitad de su masa muscular, ha perdido fuerza y capacidad respiratoria por lesión pulmonar, el riñón lo tendrá justito... Es un proceso muy complejo y de muchos meses.
– A nivel emocional, ¿cómo asimila un adolescente o un veinteañero que se juega la vida en la UCI?
– Ningún joven de 27 años espera llegar a estar tan mal como para ingresar en intensivos y con riesgo vital. Los chavales necesitan soporte psicológico. Y su familia también. Piensas: '¡si es un chaval sano y deportista!'. Pero es la realidad. Miedo tienen todos los que entran en una UCI, pero el componente individual del paciente joven es diferente.
«Vergüenza ajena» con la final
– ¿Cómo ha afectado la Semana Santa y el fútbol a la cuarta ola en Euskadi?
– Son varias cosas. La gente tenía ganas de irse de vacaciones, cogerse cuatro días de respiro. ¿La Copa? Pues sí. Ya vimos la respuesta social en la televisión. Mi sensación personal es de vergüenza ajena. Ya sabíamos que dos semanas después iba a tener su repercusión.
– Lo veían venir.
– Lo que ocurre en el hospital es reflejo de lo que hace la sociedad. La Copa claro que ha influido, pero en Semana Santa también ha hecho una temperatura maravillosa. La gente está con ganas de no quedarse en casa. Y eso es muy difícil de controlar. Llegaríamos a un estado parapolicial y creo que la sociedad no sería capaz de soportar mayor presión.
– ¿Temen el impacto de la segunda final del Athletic?
– Sí. Es cierto que a nivel de sociedad no ha habido tanta repercusión por las limitaciones y la vigilancia, pero los domicilios son incontrolables. La gente ha ido a casas y se han apuntado ocho o diez de la cuadrilla.
– Pese a prever que la Semana Santa iba a tener un alto coste, ¿esperaban tanto? ¿No hemos aprendido nada de lo que pasó en Navidad?
– Esperábamos un repunte fuerte. Cada oleada es más o menos similar, y ésta tenía la peculiaridad de que estaba la cepa británica de por medio y con mayor capacidad de difusión. Asumíamos que iba a haber presión pero tampoco sabíamos hasta donde. La primera oleada en Gipuzkoa supuso una presión muy baja. Aquí tuvimos 80 pacientes ingresados. ¿Por qué en Gipuzkoa no? Ahora es al revés.Allí están peor. No sabemos todavía muchas cosas del comportamiento del virus.
– ¿La cepa británica se muestra más agresiva? ¿Empeoran antes los pacientes?
– A nivel de severidad, algunos pacientes vienen curiosamente de una evolución muy rápida, pero también en la primera ola sucedía. Hay pacientes que ingresan en intensivos y en una semana van a planta. Otros presentan estancias muy prolongadas. No sabemos por qué. Si es el contexto genético personal, o de una relación más agresiva entre el huésped y la infección... La capacidad de diseminación es mayor, pero no me atrevo todavía a decir que provoque reacciones más graves.
– Tienen modelos matemáticos que les permiten predecir cuál va a ser la situación hospitalaria. ¿Cuándo prevén el pico de esta ola en planta y en UCI?
– Somos el último eslabón de la cadena. Cuando la capacidad de diseminación en la población alcanza una situación de pico en la curva, 10 días después viene el hospitalario y en la UCI es 15 o 20 después del techo de casos. Todavía nos queda batalla. La presión sobre las unidades de críticos se mantendrá durante tres semanas o un mes seguro.
– En la primera ola en Cruces llegaron a atender a 80 pacientes críticos, ¿superarán esos números?
– Hay 95 camas abiertas para pacientes covid y 38 están ocupadas, 25 en UCI y 13 en Reanimación. Tenemos capacidad para habilitar 200. No es tanto un problema de disponibilidad de camas, sino de redistribución del personal asistencial. De llegar a esa situación, habría que cambiar todo el escenario intra-hospitalario. La presión es alta, pero con infraestructura suficiente como para poder asumir más patologías.
– De hecho, han llegado a Cruces pacientes de Gipuzkoa.
– Sí, de la zona del Goierri. Tenemos una red establecida para tener conocimiento de la situación y adecuar la presión de los centros. Gipuzkoa está siendo el entorno más complejo, sin duda.
– ¿Cómo lleva el personal este nuevo golpe?
– Llevamos más de un año, tenemos más conocimiento de la patología, sabemos cómo abordarla con más seguridad, tanto a nivel de protección personal como de cara al paciente. Además, se han agilizado mucho las altas. La parte menos positiva es que estamos agotados, más a nivel mental que físico. Llevamos mucho tiempo y no terminamos de ver el final de todo el túnel. Un 'déjà vu'.
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