

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
El Papa acaba de anunciar la celebración de un consistorio, el décimo de su pontificado, para nombrar 21 nuevos cardenales. Entre ellos destaca Angelo Acerbi, ... que a sus 99 años se ha convertido en el purpurado más longevo del colegio cardenalicio. El italiano de Liguria se ha mantenido a lo largo de su carrera eclesiástica al servicio de la diplomacia de la Santa Sede y le ha tocado lidiar con algunas 'patatas calientes'. Entre ellas, la resolución del 'caso Añoveros', cuando un texto del entonces obispo de Bilbao provocó el episodio más grave en las relaciones Iglesia-Estado en pleno franquismo.
En marzo de 1974 Acerbi tenía 49 años y atesoraba una larga experiencia como embajador en distintas nunciaturas, lo que le había llevado hasta la Secretaría de Estado en el Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia (el equivalente a un Ministerio de Asuntos Exteriores), entonces al mando del legendario Agostino Casaroli. Este último era un hábil diplomático y fue un hombre clave en el pontificado de Pablo VI. Acerbi era su 'número dos' y gozaba de su completa confianza. En España, la Iglesia mantenía un serio enfrentamiento con el régimen, deseoso de meter en cintura a un clero levantisco, sobre todo al vasco.
El domingo 24 de febrero se había leido en las parroquias de Bizkaia una homilía que formaba parte de una catéquesis más amplia. Pero ese texto, titulado 'El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos', abordaba lo que se conocía como «el problema vasco». El párrafo que levantó ampollas fue el que decía que «el pueblo vasco, al igual que el resto de los pueblos del Estado español, debe preservar su identidad patrimonial, cultivar y desarrollar su patrimonio espiritual, dentro de una organización sociopolítica que pueda reconocer su justa libertad». El Gobierno franquista, presidido por Carlos Arias Navarro, lo interpretó como un «gravísimo ataque a la unidad de España» justo cuando apenas dos meses antes el almirante Carrero Blanco había sido asesinado por un comando de ETA. El contexto sociopolítico era incendiario y solo faltaba una chispa para que explotase.
El régimen intentó parar la lectura del texto y presionó a la Santa Sede y al Episcopado español. Varios ministros contactaron con el nuncio, Luigi Dadaglio, y el cardenal Tarancón, que por aquel entonces trataba ya de desenganchar a la Iglesia del Estado y enterrar el nacionalcatolicismo. Arias Navarro pretendía amordazar al obispo y condenar al silencio a la Iglesia, pero la Conferencia Episcopal y el Vaticano cerraron filas en torno a Añoveros, pese a a estar convencidos de la «inoportunidad» de aquella catequesis.
El jefe superior de policía de Bilbao, el comisario José Sainz, que dirigió los primeros grupos antiterroristas contra ETA, puso en arresto domiciliario a monseñor Añoveros y a su vicario general, José Ángel Ubieta. Mientras, el Gobierno mantenía un avión oficial en el aeropuerto de Sondika para llevarlos al destierro. La gente rodeó las viviendas de los arrestados para impedir la actuación policial. Tarancón preparó un decreto de excomunión para quienes ordenaran y ejecutaran la expulsión y el Gobierno redactó una nota de ruptura de relaciones con el Vaticano. El pulso duró varios días hasta la intervención personal de Franco, que frenó la crisis porque no quería un enfrentamiento con la Iglesia cuando se estaba fraguando la renovación del Concordato, firmado en 1953, y contestado por amplios sectores del catolicismo.
Fue entonces cuando Casaroli envió a Angelo Acerbi con plenos poderes para encontrar una solución y apaciguar los ánimos. Llegó el 11 de marzo. El subsecretario se reunió con Añoveros en Madrid, a donde había viajado vigilado por la Policía, para intentar convencerle de la necesidad de que 'desapareciese' unos días de la diócesis, algo que exigía el régimen. A cambio, no se tendría que retractar de su documento pastoral ni realizar ninguna intervención pública en desagravio, aunque ya había firmado una declaración con su «lealtad a España». El obispo de Bilbao se resistió y al día siguiente anunció que regresaba a la capital vizcaína. Desde Roma se frenó su decisión. Acerbi volvió a reunirse con Añoveros, que esta vez sí aceptó tomarse unas 'vacaciones' mientras se calmaban las aguas. El obispo viajó a Málaga y Ubieta a Cataluña.
Las relaciones Iglesia-Estado estuvieron al límite, pero resistieron el estrés. En la primera semana del junio siguiente altos representantes del Vaticano se reunieron en Madrid con las autoridades españolas para avanzar en la renovación del Concordato. Entre ellos también se encontraba monseñor Acerbi, que algunos días después fue recompensado por Pablo VI con los galones de arzobispo, nombrándole pronuncio apostólico en Nueva Zelanda. Juan Pablo II le ascendió a nuncio en 1979 y le envió de embajador a Colombia. Seis meses después fue secuestrado junto a otras 26 personas, la mayoría diplomáticos, por los guerrilleros del Movimiento 19 de Abril (conocido como el M-19) en el asalto a la embajada de República Dominicana en Bogotá.
Acerbi y el resto de los rehenes permanecieron 61 días en cautiverio, mientras se sucedían las reuniones para negociar su liberación. Dos de los retenidos eran los embajadores de Estados Unidos y de Israel, y había un núcleo favorable a entrar por la fuerza en la sede diplomática. Por fin, fueron liberados en Cuba tras un pago de tres millones de dólares. El jefe del comando, el comandante uno', contó en un libro aquel episodio, que también fue llevado al cine.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Los cuatro jóvenes que fallecieron en el Puerto de Lunada celebraban un cumpleaños
S. Sánchez/ L. Villa/ A. Bringas/ A. Verano
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.