«Avanzamos entre tinieblas»
Emilio Gutiérrez Caba se muestra pesimista ante el futuro. Perteneciente a una dinastía de comediantes, recrea en su libro 'El tiempo heredado' la vida de las mujeres de la familia
Emilio Gutiérrez Caba (Valladolid, 1942) es un hombre que combina la verdad y la mentira. Como historiador aficionado, estudia e interpreta los hechos, y como ... actor es un maestro del fingimiento. Pertenece a una estirpe de comediantes que se remonta al siglo XIX. Pascual Alba, su bisabuelo, dejó la imprenta para subirse a las tablas como profesional en 1869. La saga se cierra, por ahora, con Irene Escolar, su sobrina-nieta, una intérprete que con apenas 27 años ganó el Goya en la categoría de Mejor Actriz Revelación en 2016. Entre medias hay todo un linaje de mujeres, aguerridas unas veces y frágiles otras, que han hecho teatro, cine y televisión, como sus hermanas Irene y Julia. En 'El tiempo heredado' (Aguilar), Gutiérrez Caba recrea las vicisitudes de las mujeres de la familia, damas de la escena cuyos trabajos se inscriben en la memoria sentimental de los españoles. Hoy aún se las puede ver en los archivos de 'Estudio 1' de TVE, formidable cantera de artistas.
- Desde 1868, año en que es destronada Isabel II y su bisabuelo Pascual Alba empieza a actuar en cuadros de aficionados, hasta la España del 'procés', ¿hay alguna cosa de la que el país no se haya desprendido?
- No nos hemos desprendido de casi nada. Supongo que mi bisabuelo, cuando destronaron a Isabel II y hubo un gobierno provisional e intentos republicanos, seguramente creyó que aquello podía mejorar, pero nada salió adelante. España sigue torpemente avanzando en las tinieblas de la incomprensión y la ineptitud.
- ¿Por qué abandonó la carrera de Historia?
- Por las circunstancias. Entonces trabajaba en un laboratorio de cine, pero tanto en un sitio como en otro las cosas no eran fáciles. Ser historiador está muy mal reconocido, porque el reconocimiento viene del nivel socio-económico. Seguramente los que tienen más estatus económico son los más ignorantes. El gran investigador, ya sea científico o historiador, tiene que vivir, haciendo una extrapolación, como lo podía hacer Cervantes en el siglo XVI.
- En el libro cuenta un amago de espantada. Cogió el coche con la intención de abandonar la profesión, allá por 1970. ¿Le ha vuelto a ocurrir?
- Naturalmente, he tenido deseos de no estar en el escenario al día siguiente. En esa espantada frustrada llegué al kilómetro 50 de la Nacional I en mi Seat 850. Mi idea era huir a Francia y escabullirme en el París posrrevolucionario de Mayo del 68.
«Al ver repartidores en bici pienso: ¿para esto hubo dos grandes guerras?»
La peste de las palomitas
- ¿Está dolido con el espectador? Lo digo porque le subleva que el público deje el patio de butacas lleno de basura.
- No me gusta nada, me parece una ineducación no solo para con nosotros, sino para con ellos mismos. Los actores llegamos a oler las palomitas desde el escenario.
- Creía que el público solo comía palomitas en el cine.
- En los teatros musicales sí se venden. El teatro, como todo, es una ceremonia, aunque no tiene por qué ser solemne. Con tanto crujido de palomitas y envoltorios de caramelos, se tiene que subir el volumen del sonido en los cines. Y luego está la luz de la pantalla de los móviles. Cuando estás en el escenario te preguntas: ¿y estos para qué vienen aquí?
- ¿Cree que la gente sabe lo sacrificado que es el trabajo de actor de teatro?
- Mi hermana Irene estuvo trabajando enferma de cáncer. La operaron, se recuperó y pudo estar en escena dos o tres meses más, hasta que volvió a recaer. Los actores no nos podemos permitir el lujo de enfermar, porque entonces hay que suspender la función. Hay momentos difíciles, como cuando fallece alguien o tienes un desamor y has de salir al escenario. Hace poco tuve un problema sentimental bastante gordo y en la obra en que actuaba se daba un conflicto parecido al mío. Era una catarsis, pero también un dolor recordarlo.
- ¿No le parece que los actores españoles de hoy pecan de un exceso de naturalidad, de modo que no se les entiende al hablar?
- Existe la falsa creencia de que la naturalidad consiste en que no se te oiga. Es un enorme error que no sucede en el cine anglosajón. Aquí los actores bajan la voz para que no se les muevan demasiado las facciones y así quedan naturales. Pero mira por dónde, en este país se habla con un tono enorme de voz.
- Usted conoció a José Bódalo. ¿Es cierto que era capaz de actuar mientras escuchaba los partidos de fútbol por un auricular?
- No, cuando salía de escena preguntaba el resultado y si estaba el regidor, en vez de pedirle un vaso de agua, le decía: «¿Cómo va el Madrid?» Era un hombre muy serio, con una memoria prodigiosa. En televisión nos asombraba porque se aprendía un texto en dos días. Llevaba un anillo que nunca se quitaba porque decía que le daba suerte.
«Mi hermana Irene estuvo trabajando en escena enferma de cáncer»
Meteorito destructor
- ¿Es pesimista?
- Cuando veo a los chicos que llevan las bicicletas de Glovo y Deliveroo y van pedaleando brutalmente me digo: ¿A esto nos ha llevado que murieran cien millones de personas en las dos guerras mundiales y un millón en la Guerra Civil? El ser humano tiene que ser algo más y, si no es así, mejor que un meteorito nos destruya a todos como a los dinosaurios.
- En sus memorias, Fernán Gómez cuenta que se lo pasaba muy bien junto a su amigo Paco Rabal, pese a la grisura del franquismo.
- En aquella época había una opresión nacional-catolicista, aunque la posibilidad de ir con una señorita no te lo impedía nadie. Otra cosa era a dónde la llevabas. A mí me expulsaron de un hotel en Bilbao por ir acompañado de una mujer a las cinco de la mañana. Estaban también alojados en ese momento Camilo Alonso Vega (militar franquista) y sus dos guardaespaldas. Y cuando subo a la habitación, al cabo de dos minutos me llaman de recepción y me dicen: «Oiga, que eso que ha hecho no se puede hacer». «No, es que vamos a tomarnos un café», les contesto. Y me replican: «Pues bajen ustedes y se lo servimos allí». Entonces, veo que los dos guardaespaldas están solos en una habitación y le digo al de recepción: «Oiga, ¿estos dos señores pueden estar en una habitación los dos juntos y a mí no me deja estar con esta señorita…?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión