La fiesta se cocina en el txoko
Los socios de Amairu Bat dan buena cuenta de perretxikos, caracoles y tarta de San Prudencio casera antes de partir hacia la Tamborrada
El revuelto de perretxikos y los caracoles con tomate no faltaron en la cena de Amairu Bat. Fieles a la tradición, sus socios se congregaron ... en la sociedad pasadas las seis de la tarde para comenzar un ritual que no cambia con el paso de los años. «Este año salimos ocho y con las dos majorettes que vienen nos juntamos diez a cenar. Antiguamente éramos hasta 30, pero las bajas se van notando...», compartía Ezequiel González.
Son menos sí, pero este 2022 con más ganas que nunca. «Creo que cuando subamos al escenario de la plaza de la Provincia vamos a sentir una emoción tremenda. Hoy será noche de reencuentros y de darlo todo», se confesaba Kike Herrera, el encargado de los perretxikos. Eran alaveses sí, a 85 euros el kilo los pagaron los muchachos de Amairu Bat, el txoko fundado en 1977 por una cuadrilla de trece amigos. «Lo fundamental para un buen revuelto es que el producto sea bueno, eso lo primero. Luego removerlo mucho para que salga jugosito y no se apelmace», reflexionaba el cocinero entre trago y trago al tinto para ir calentando motores.
Los caracoles reposaban en la cazuela desde el día anterior, con su chorizo, su jamón y su tocino. «No pueden faltar. Los hago yo todos los años con la receta tradicional, y es mejor hacerlos el día anterior para que se asienten», deslizaba Fran Martínez de San Vicente, que como sus colegas desempolvó casi tres años después el traje azul de soldado. «¡Yo este año no he ido a ningún ensayo!», descubría entre risas uno de ellos, al que para evitar represalias guardaremos el anonimato. «Pero tocar no se olvida», coincidían todos minutos antes de degustar una cena que completaban unas ensaladas de gulas y gambas y sanjacobos. Del postre se encargaba Pedro Montoya, repostero por un día y que emuló con gran éxito la tarta tradicional de San Prudencio. «Lleva bizcocho casero empapado en licor de café, nata montada y caracoles de chocolate para decorar. Para ser la primera vez que la hago no tiene mala pinta», se felicitaba. Hay que apuntar, eso sí, que su mujer Begoña le echó una mano.
Minutos antes de las nueve, en la sociedad de Manuel Iradier se sentaron a la mesa para dar cuenta de tan exquisitos manjares con sello alavés. A los soldados y majorettes les quedaba una larga noche por delante. «Hemos preparado el chubasquero pero la lluvia no nos asusta, anda que no hemos tocado años jarreando», comentaban antes del primero de muchos brindis.
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