«Fuimos maltratados y es importante que la sociedad sepa también esa verdad»

Son 35 personas, con sus nombres y apellidos -aunque cinco han preferido permanecer en el anonimato-. Todos los hechos, salvo siete, ocurrieron antes de 1978, mientras que cinco datan de 1985. La mitad de las víctimas no tenía una vinculación con ninguna ideología; el resto representaba a un «amplio espectro político y social»: una era del PNV, otra del Partido Comunista y dos de ELA y Comisiones Obreras, entre otras. Una docena guardan relación con ETA.

Entre las personas que serán reconocidas como víctimas figura Iñaki O'Shea. El exdirigente de HB, cuñado de Emilio Botín -el banquero estaba casado con su hermana Paloma-, sufrió malos tratos y tortura por parte de las autoridades policiales en 1975, según el dictamen de la comisión de expertos. O'Shea formó parte de la Mesa Nacional de HB en 1990 y fue condenado en 2007 por la Audiencia Nacional a diez años de prisión por, supuestamente, ser parte del proyecto de «desobediencia civil» promovido por ETA a través de la fundación Joxemi Zumalabe -el caso 18/98-. En 2009 fue absuelto por el Tribunal Supremo.

En el listado se encuentran también Idoia Ayerbe Iribar, Juan Ramón Arreche Gutiérrez y Manuel Vizcay Zabalza, todos denunciaron haber sufrido torturas cuando fueron detenidos junto a Mikel Zabalza. El cuerpo sin vida de este último apareció en un río tras su paso por el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo.

Será el de mañana un acto solemne que tendrá lugar en el Palacio Euskalduna de Bilbao. Varias víctimas tomarán la palabra. Entre ellas, Inés Barayazarra Apraiz. Natural de Meñaka, cuando tenía seis años su familia se mudó a un caserío de Bakio. Allí se implicó en diversas iniciativas culturales, como el impulso del euskera, las proyecciones de cine en 16 milímetros las tardes del domingo y la defensa de un colegio para el municipio. «Se había centralizado la enseñanza en pueblos grandes y los de Bakio tenían que ir a Mungia. Se peleó y se logró una primera escuela para trece niños», evoca.

En 1972, con 23 años, Inés sería detenida por primera vez. En el 75 lo fue en otras dos ocasiones. Decretado el estado de excepción en Bizkaia y Gipuzkoa, en esa época se produjeron cerca de mil arrestos. Los registros de domicilios, las identificaciones y la disolución de cualquier grupo de personas que levantase las sospechas de la Policía fueron una constante. «Venían de madrugada, nos metían en un 'jeep' y nos llevaban al Ayuntamiento», recuerda Inés. «Vivíamos con miedo, pensando siempre que podían venir a buscarte. Solo había que decir la verdad y ya eras sospechosa».

Se llevaron a su hermana Pilar porque no la encontraron a ella en casa -también será reconocida mañana- y la tuvieron horas dando vuelta en un vehículo sin saber qué iba a ocurrir. Un amiga fue torturada, otras dos estuvieron un mes en prisión. «En mi casa se ha hablado poco de estas cosas. Me acuerdo que una noche en el cuartel de Bermeo me pusieron una capota de Guardia Civil para tumbarme en el suelo a dormir. Muchos sufrimos, pero yo sé que otros lo han pasado mucho peor que yo», reconoce. Inés hablará en el acto del Euskaduna en representación de todas las víctimas de Bakio, más de una decena. «Falta mucho camino por recorrer», subraya.

«No éramos de un partido ni de otro, solo luchábamos por la justicia social», añade Belén Matabuena Garagorri, que también pronunciará unas palabras en el acto. Sufrió «cárcel, exilio y tortura», pero prefiere no dar detalles. Nunca fue juzgada. «Tenía muy claro desde joven -acaba de cumplir 73 años- que ser mujer, vasca y trabajadora me hacía ser víctima de la dictadura y sufrir represión». Luchó por los derechos laborales y participó en clases de euskera y de danzas vascas. «Entonces todo era de forma clandestina», apunta. Belén tiene claro que este reconocimiento ayudará a «elevar nuestro autoestima». «Fuimos maltratados y es importante que la sociedad sepa también esta verdad», apostilla.