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Sergio Llamas
Domingo, 25 de mayo 2025, 00:33
No hace falta acudir al debate político. La realidad de la creciente mano de obra extranjera en Euskadi es observable a pie de calle. Cada ... día se nota más su presencia atendiendo locales de hostelería, ejerciendo como peones de la construcción o repartiendo paquetería por citar tres sectores en los que sólo durante la última década el número de asalariados extranjeros se ha disparado un 132%, un 182% y un 274% respectivamente. De hecho, desde 2015 la cifra de trabajadores de origen foráneo se ha duplicado hasta rozar ya los 100.000 cotizantes registrados por la Seguridad Social, un número que se puede traducir en que prácticamente uno de cada diez trabajadores en el País Vasco es inmigrante.
Y su presencia en la economía vasca no solo aporta una fuerza extra de trabajo, sino que alivia la pérdida de una mano de obra local que se ve estrangulada por ambos extremos. Por un lado, la falta de nacimientos autóctonos ha reducido el flujo de incorporaciones y, por el otro, las constantes jubilaciones de la generación del 'baby boom' se están convirtiendo en una fuga masiva de población en edad de trabajar.
En los últimos 10 años, según recoge el INE, el número de vascos de entre 20 y 64 años se ha reducido en casi 90.000 personas. Una sangría que se ve desdibujada en la estadística ya que ésta suma a los miles de migrados que ya han conseguido la nacionalidad y amortiguan esta pérdida. En cualquier caso, el reemplazo de la población extranjera en esta franja de edad, unas 83.500 personas, no alcanza a compensar la merma.
«La inmensa mayoría de quienes vienen lo hacen directa o indirectamente por causas laborales», razona Sara de la Rica, catedrática de la UPV/EHU y directora del centro de investigación y transferencia del ámbito de la economía. «En Euskadi tienen nichos de empleo en sectores como cuidados -un ámbito, el de la asistencia a mayores en sus domicilios, que ha venido desapareciendo de los datos oficiales a medida que ha ido creciendo el SMI-, la hostelería o el comercio. Estos nichos se producen en parte por el declive demográfico, pero también porque hay ciertos sectores donde la población autóctona se muestra más reacia a entrar», destaca.
En todo caso, aunque el empleo extranjero se suele asociar a los sectores de menor valor añadido, lo cierto es que también cobran presencia en el tradicional motor de la economía vasca. Cerca de 10.000 trabajadores extranjeros alimentaron el pasado mes de abril a la industria manufacturera. Apenas suponen un 6% del total (el sector suma 175.000 trabajadores), pero su peso se ha más que duplicado durante la última década gracias los programas de formación y búsqueda de talento, donde parece radicar el cisma abierto entre PNV y PSE.
El problema en torno a la cualificación, en todo caso, no solo habla de la formación de los trabajadores inmigrantes. También pone de relieve las dificultades que este colectivo tiene a la hora de intentar homologar sus títulos. Se trata de una cuestión sobre la que Euskadi tiene en la actualidad sus manos atadas, después de que el Tribunal Supremo anulara el año pasado el decreto por el que se iban a traspasar al País Vasco las funciones y servicios de homologación. «Muchas de las personas que llegan no tienen una cualificación suficiente, pues no han alcanzado más allá de la educación obligatoria, pero sí que hay un colectivo de menor tamaño, pero no importancia, que tienen credenciales académicas, pero al que le cuesta muchísimo su homologación», alerta de la Rica.
Aunque la experta advierte que las competencias de una persona no tienen que coincidir completamente con el título que exhibe, y las necesidades de los mercados difieren entre los países, reconoce que «sin menoscabo de que la homologación de títulos es muy lenta, hace falta certificar si existe una homologación de competencias puesto que solo el título no acredita esa solvencia. Y si quien llega no tiene las competencias necesarias, ofrecerle formación para que las adquiera», añade.
Esta realidad la conocen bien en la asociación por la integración y la cualificación profesional de la ciudadanía extranjera Kosmópolis. Josu Erdozain, uno de los técnicos de intervención social que trabaja en esta ONG vasca, remarca que «hay mucha población que llega con formación universitaria o técnica -equivalentes al grado medio o grado superior- que renuncia tácitamente a trabajar en puestos cualificados porque no lo ven posible». «El caso más usual suele ser el de gente que llega con una necesidad de urgencia por ponerse a trabajar lo antes posible ya que carecen de ingresos y necesitan un empleo para regularizar su situación», detalla. No solo eso. «Además, muchas veces no se autoperciben como válidos para esos trabajos, aunque sí lo son», explica desde su experiencia asesorando a este colectivo.
En todo caso, en Kosmópolis auguran un cambio en la siguiente generación con jóvenes que gracias al arraigo sólo tendrán que validar sus estudios de bachillerato -un proceso «mucho más ágil»- pudiendo realizar en el País Vasco su formación superior. «Teóricamente el nuevo reglamento de extranjería aprobado el martes va a suponer una mejora -por ejemplo, eleva la edad de reagrupamiento a descendientes de hasta 26 años- permitiéndoles regularizarse más rápido y cotizar antes», destaca.
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