La gran prueba de fuego de Urkullu
La crisis de Zaldibar ha dejado «tocado» al lehendakari, cuya personalidad política ha quedado patente en la tragedia
El viernes 7 de febrero había pleno en el Parlamento vasco. Apenas unas horas antes, medio millón de metros cúbicos de residuos contaminados con amianto ... de la escombrera de Verter Recycling en Zaldibar se habían desplomado sobre la autopista A-8. Dos trabajadores del vertedero, Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán, quedan sepultados bajo la montaña de basura. Una nube de periodistas espera al lehendakari a la entrada de la Cámara vasca, pero no para preguntarle por la tragedia sino por el adelanto electoral, un runrún que él mismo ha alimentado desde la semana anterior para que nadie pueda acusarle de oportunismo o de ligereza política. Días más tarde, ya en el ojo del huracán, recordaría que ningún grupo de la oposición se le acercó ese día para interesarse por las labores de rescate. Como dejando caer que no solo a él le sorprendió la avalancha con el pie cambiado. «Un poco de respeto», espeta ese viernes a los informadores, ya en tensión.
El detalle no es baladí porque precisamente esa obsesión por no caer en los vicios de la política madrileña (la improvisación, la sobreactuación, el imperio de las redes sociales) acabaría por pasarle factura días después, cuando el desastre de Zaldibar fue revelando su verdadera dimensión. Humana, medioambiental y política.
El lehendakari había adelantado los comicios autonómicos con preaviso pero, lógicamente, no había contado con un desastre imposible de prever pese a las irregularidades que han ido saliendo a la luz tras el desplome. Y tampoco con que su singular personalidad política, poco dada a las concesiones a la galería -un deliberado perfil bajo de probadísimo éxito hasta ahora- se iba a acabar volviendo en su contra. Ésta es la crónica de cómo el personaje Urkullu acaba por convertirse en el peor enemigo del Urkullu candidato y de cómo Iñigo Urkullu (en todas sus versiones, la personal y la política) trata de darle la vuelta.
En ocasiones, las historias se entienden mejor si se empiezan por el final. Diversas fuentes muy cercanas a Urkullu y al Gabinete de coalición PNV-PSE que preside coinciden en que el lehendakari ha salido «muy tocado» de la crisis de Zaldibar. Que el episodio le ha afectado en lo más íntimo porque la oposición ha cuestionado su cercanía humana a las víctimas y su credibilidad como gobernante, dos de sus cartas credenciales más preciadas, además del mito sobre la infalibilidad del PNV en la gestión. Es más, el jefe del Ejecutivo vasco es consciente de que el derrumbe de la escombrera es la «peor» crisis que le ha tocado vivir. No solo porque sea la última, sino porque, a diferencia, por ejemplo, de la traumática retirada de sus primeros Presupuestos en 2013 o de la dimisión de uno de sus consejeros más cercanos, el extitular de Salud Jon Darpón, tras el fraude de las OPE de Osakidetza, sus consecuencias trascienden lo político y se adentran en lo «emocional».
En el Gobierno vasco son conscientes de que hasta que las familias de Alberto y Joaquín no hallen a sus seres queridos la crisis no habrá terminado. «Zaldibar va a estar en la campaña», asumen. También la transferencia de la gestión del régimen económico de la Seguridad Social, un innegable balón de oxígeno para el PNV, cortesía de Pedro Sánchez, junto con el negro futuro del PP vasco tras la maniobra de Génova para fulminar a Alfonso Alonso.
Pecar «de prudencia»
Si la coalición sale tocada o reforzada -PNV y PSE siguen confiando en sacar mayoría absoluta- lo dirán la urnas. El lehendakari vio el peligro real y pasó a la acción. Urkullu asegura que fue consciente «desde el minuto uno» de la «gravedad» del suceso, cuando le alertaron de hasta siete posibles desaparecidos. «Es posible que pecara de prudencia», asumen en Lehendakaritza. En plena gestión del adelanto de los comicios, Urkullu teme que se le acuse de utilizar políticamente la tragedia. Sus colaboradores, el PNV y sus socios socialistas admiten ahora que no supo leer la situación de acuerdo a los usos políticos de 2020, absolutamente condicionados por la inmediatez de las redes sociales. «Ha estado preocupado desde el principio pero es posible que no haya sabido transmitirlo», asumen.
El lehendakari asume que no ha sabido transmitir cercanía y coloca a Peña al frente de la mesa de crisis
reacción
Urkullu «lamenta» no haber arrancado su comparecencia del lunes 10 con una alusión a Zaldibar
autocrítica
La izquierda abertzale lo aprovecha, en cambio, para hacer crecer la bola, que engorda en Twitter durante el fin de semana. El lehendakari se indigna con lo que lee y llega «dolido» a la rueda de prensa en la que, el lunes 10 -el mismo día en que por fin se reúne la mesa de crisis interinstitucional- anuncia que las elecciones serán el 5 de abril. Los periodistas le preguntan si no ha sentido la necesidad de acudir a Zaldibar. Se siente atacado. Responde a la defensiva, abomina de las «campañas de Twitter», habla de «accidente laboral». Hoy, según confirma su entorno, «lamenta» no haber arrancado esa comparencia, rodeada de una lógica expectación mediática, con una alusión a la tragedia.
Esa intervención de Urkullu, flanqueado por su Gabinete, marca un antes y un después. La presión de la oposición crece exponencialmente. Aparecen sacos de basura a la puerta de los batzokis. La noticia salta a la arena nacional, especialmente tras la alerta sanitaria del viernes y la suspensión del derbi entre la Real Sociedad y el Eibar. Urkullu ya ha tomado la primera decisión trascendental para intentar contener los daños políticos de la crisis, la de colocar en primera línea a un hombre de su absoluta confianza que llevaba décadas en la trastienda del poder de Lehendakaritza, el secretario general de la Presidencia, Jesús Peña. El hecho de que sus ruedas de prensa sean las primeras que protagoniza tras ejercer de mano derecha de tres lehendakaris desde los años noventa habla por sí solo de la encrucijada en que se vio Urkullu.
La segunda decisión fundamental que toma Urkullu tiene que ver directamente con la necesidad de limpiar su imagen de gobernante moderado y «humanista». Es la de comparecer ante la Diputación Permanente del Parlamento y pedir perdón, igual que hizo tras la sentencia del 'caso de Miguel'. «Es diferente, aquello era un perdón político por que se hubieran colado delincuentes en las filas del partido y lo de Zaldibar es un perdón personal». En medio, Urkullu da marcha atrás a su decisión de no asistir el jueves al homenaje a Fernando Buesa y Jorge Díez por «cuestiones de agenda» y acude junto a cinco de sus consejeros. Peña sigue compareciendo a diario en la comarca afectada. La operación para revertir el daño político de la tragedia de Zaldibar sigue en marcha.
El PNV se arroga haber hecho saltar «el último cerrojo» del Estatuto
El PNV busca contrarrestar la crisis de Zaldibar con el acuerdo entre los gobiernos vasco y central para culminar el Estatuto de Gernika. Para la presidenta del Bizkai buru batzar (BBB), Itxaso Atutxa, el compromiso para activar los traspasos pendientes es «un nuevo y gran paso» en la construcción nacional de Euskadi que supone haber desbloqueado «el último cerrojo estatutario». En un acto en el batzoki de Abando en Bilbao, la burukide cargó contra EH Bildu por «poner palos en la rueda» y el PP por arrimarse «a quienes quieren acabar con los derechos históricos», en referencia a Cs.
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