Le dijo la sartén al cazo
Machista, machirulo, señoro, heterobásico… la nueva jerga de la marea feminista está dando mucho juego a quienes la emplean como arma arrojadiza en la contienda ... política abaratando su significado al elevarla a la categoría de insulto. Pero de insulto hueco, sin sentido, de palabra gruesa y malsonante para adjetivar todo lo adjetivable, como quien profiere un «cabrón» o «un hijo de mala madre» en medio de una reyerta barriobajera con el único fin de provocar u ofender, más que de censurar la naturaleza de una determinada conducta.
Pablo Iglesias está hecho un especialista. «Machirulo y arrogante», le dijo la sartén al cazo, cargando contra Andoni Ortuzar por meter en el mismo saco a Podemos y a Vox al concluir que la «nueva política» ha resultado ser un fiasco, acusándole además de exhibir una «chulería indecente» frente al lehendakari Urkullu, de quien el máximo dirigente del PNV «se burlaba por ser abstemio», según se ha chivado en su ya célebre cuenta de Twitter. Un infructuoso intento de malmeter entre las dos cabezas coronadas de la bicefalia jeltzale que Sabin Etxea no tardó en cortocircuitar, haciendo circular un vídeo por la misma red social, en el que el propio Ortuzar, aficionado a los «sucedidos», cuenta uno sobre unas lombrices que mueren ahogadas en alcohol, para acabar riéndose de sí mismo que es la mejor manera de evitar que otros lo hagan y rentabilizar así la polémica servida en bandeja, en pleno arranque de campaña, presumiendo de pluralismo en sus filas. Ortuzar 2. Iglesias 0. Sentido del humor.
No como José Manuel García-Margallo a quien no le hizo ni pizca de gracia un monólogo en el que el exvallecano bromeaba con enviar a agentes encubiertos a «follar» con Feijóo, Casado, Ayuso y con el propio exministro «para sonsacarles información». «En la cama estos corruptos de mierda van a cantar La Traviata. Y si les ofrecen drogas, ya ni te cuento. ¡Que los del PP son unos viciosos!», ironizaba Iglesias en el tono bronco y faltón que utiliza desde que abandonó sus responsabilidades institucionales para liderar la escandalera política nacional desde su propio órgano de agitación mediática, en donde se expresa sin filtros ni paños calientes y, a menudo, también sin demasiada educación.
Puestos a ofender con elegancia y originalidad a sus adversarios ideológicos, el todavía factótum de Podemos podría echar mano del 'Manual de insultos para políticos', de Pancracio Celdrán, donde hay un amplio catálogo de agravios viejunos de plena vigencia. Desde menerre (político de escasas luces) a metesillas (el que se da una importancia por encima de su merecimiento). Aunque mis dos favoritos son, sin duda, urdemalas (sujeto ladino y avieso tendente a la intriga, el engaño y la conspiración) y maniobrero (político astuto que trabaja en la sombra para orquestar acontecimientos que favorezcan a sus planes, con estrategias y jugadas no siempre limpias). Pónganle ustedes los nombres y apellidos que correspondan.
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