La semana de la inmigración
Primero vivimos algo así como la semana del AVE. Luego la de la UPV. Esta ha tocado la de la inmigración. ¿Se acuerdan de aquellos ... no tan lejanos tiempos del aburrido Gobierno Urkullu en que casi nada crujía de puertas afuera y cuando había problemas entre los socios se ventilaban de espaldas a la opinión pública y a la publicada? Aquello es pasado y yo que ustedes me acostumbraría a periódicos rifirrafes entre los aliados.
¿Razones electorales? Seguro. El PNV necesita enseñar la patita para no seguir perdiendo votos por compartir apoyo al Gobierno Sánchez con EH Bildu. Y no digamos nada de los socialistas, con su líder Pedro Sánchez cada vez más contra las cuerdas en varios frentes y que, como socio menor de la coalición, sabe de las dificultades de traducir en votos su trabajo político.
¿Peligra la coalición PNV-PSE? Para nada. Ambos tienen más que perder que ganar. No vivimos en 1986, cuando la escisión del PNV y el fracaso del intento por conformar un tripartito de centroizquierda PSE-Eusko Alkartasuna-Euskadiko Ezkerra forzó el entendimiento de peneuvistas y socialistas. Todo era nuevo y casi cualquier diferencia parecía el preludio de la ruptura. No la hubo… hasta que la apuesta soberanista del PNV de Ibarretxe, con ETA aún activa, colocó al país al borde de la fractura.
La inmigración es problema, pero también solución. Quienes abandonan su tierra y vienen a la nuestra no lo hacen en casi ningún caso por un mero deseo personal. Por detrás existen razones económicas y en algún caso, también políticas. Gracias a ellos la economía española está creciendo como ninguna otra en Europa, aunque la desigualdad lejos de disminuir, siga aumentando.
¿Problemas? Claro. Es evidente que algunos recién llegados delinquen, lo que ha elevado nuestros niveles de inseguridad, por mucho que se intente ocultar desde las instituciones para no dar alas a la ultraderecha. Algunos. Ni muchos ni por supuesto la mayoría, que cuidan a nuestros mayores, limpian nuestras casas, nos ponen el café en el bar, trabajan en el campo o, en la fábrica o en la construcción.
Lo vivido esta semana evidencia que existen diferencias entre PNV y PSE. Lógico en partidos tan dispares. Ahora bien, que el lehendakari exponga que una cosa es «la inmigración que Euskadi necesita y otra la que recibe», y que la delegada del Gobierno, Marisol Garmendia, le responda que eso es «un mensaje de las cavernas» suena desproporcionado.
Es evidente, como ha dicho el líder del PSE, que no estamos en condiciones de «dar la bienvenida a los inmigrantes que queremos (por su cualificación profesional) y marginar al resto». Pero deducir del posicionamiento del PNV que tal vez no tenga ganas de mantener la coalición me parece un exceso verbal de Eneko Andueza.
Socialistas y peneuvistas deben intentar pactar el plan del Gobierno Sánchez para regularizar a casi 400.000 inmigrantes llegados a España antes de 2025. Y fijar restricciones a futuro. Además de darle una vuelta a ese macrocentro de acogida para 350 migrantes en la antigua clínica Arana de Vitoria que quiere imponer el gabinete español. Pese a la oposición de PNV y PP, a que rompe con el modelo vasco de atención a los recién llegados y al temor que ha suscitado en amplias capas de la población vitoriana.
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