Tres muelles a orillas de la ría
La ruta recuerda la historia marítima y el pasado pescador de este municipio que luce puente nombrado Patrimonio de la Humanidad
El aire marino ayuda a mantener cuerpo y cerebro sanos. Divisar el horizonte, allá a lo lejos, mar adentro, invita a soñar con destinos lejanos, con otros mundos que, tal vez, un día conoceremos. Portugalete ofrece a ciudadanía y visitantes un lujo para los sentidos, un paseo a orillas de la ría del Nervión; 2 kilómetros (4 ida y vuelta) de marcha que podrías alargar, por ejemplo, cruzando al otro lado gracias al conocido popularmente como Puente Colgante y siguiendo la costa a través de tierras getxotarras.
Planes urbanos
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Distancia 2 kilómetros
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Lo más destacado El Puente Bizkaia y las vistas
La ruta se divide en tres ramos: el Muelle Viejo, el Muelle de Churruca y el Muelle de Hierro. El primero fue, durante años, la principal zona comercial y mercantil no solo del municipio sino de buena parte de la provincia. Antaño, los marineros descargaban allí la pesca. Ahora se ha recuperado para aprovechar momentos de ocio como el que nos ocupa.
Por su parte, la zona del Muelle de Churruca alberga el toque más señorial con sucesión de edificios como la casa de Zunzunegui, la de Olaso, la de Palacios o la de Vicuña, que hacen viajar al esplendor de finales del siglo XIX, cuyo momento álgido tuvo lugar con la construcción del Puente Bizkaia, ahora Patrimonio de la Humanidad. Su esqueleto de metal se impone sobre esta parte del paseo, también llamada Muelle Nuevo. Construcción sobresaliente de la Revolución Industrial Europea, se trata del primer puente colgante-trasbordador del mundo y uno de los pocos en funcionamiento. Nació para solucionar el problema de comunicación entre las dos márgenes sin interrumpir la navegación fluvial.
El final del recorrido, correspondiente al Muelle de Hierro, es una prolongación del anterior. Pretendía acabar con otra dificultad, la barra de arena que cegaba la desembocadura del Nervión. Suma 600 metros construidos en armazón de hierro y 200 en piedra. Marca el cambio, respecto al anterior, un mareómetro construido en París y colocado en 1883. Medía la profundidad del cauce, el ascenso y descenso del agua obediente a las mareas. Y ayudaba a los barcos en su tránsito. Caminarás hasta el faro, situado al final. En ese destino, las vistas de la bahía rozan la perfección.
