Arpea, donde la roca se hace blanda
Esterenzubi (Nafarroa Beherea - Bajonavarra) ·
Le dicen, le decimos, cueva de Arpea pero la cavidad es apenas un abrigo; eso sí, bellísimo, de roca hojaldrada en un pliegue caprichoso, en ... un rincón apartado donde solo rompe el silencio el ronroneo del arroyo de un Errobi recién nacido. Arpea es mucho más que un abrigo pastoril, es un refugio para admirar la geología pirenaica y aprender cómo la corteza terrestre es blanda y permeable, de cómo indagar en los caminos del agua cuando se esconde para buscar otros cielos a los que asomarse.
El triángulo de roca que forma la cavidad es un capricho creado por la erosión del río Errobi que, excavando y lamiendo el suelo milenario, ha conseguido arrancar para la mirada el alma de las laderas del pico Errozate. Los tapizados de verde inmaculado quedan así descubiertos justo por la roca de Arpea y allí debajo el hueco natural se convirtió en el mejor aprisco para el ganado. Le bastó colocar un cierre y ya tuvo su propio cobertizo, a resguardo de la lluvia y del viento, porque no hay otro más seguro que estas piedras arrugadas.
Hace ya años que la txabola de Arpea no acoge a Larrandaburu, su último pastor, aunque estuvo subiendo allí aún varias semanas al año cuando tenía 95 años. La primera borda data de 1870, instalada entonces por el bisabuelo de Mari Jo, la heredera de la familia. Eran cabañas de piedra seca, muy rústicas con cubierta de losas de piedra o tepes de hierba y apenas unos camastros de paja, un fuego bajo y unas baldas para ahumar los quesos. «Mi bisabuelo tenía entonces muchas ovejas, más de un millar, algún año hasta 1200. No estaba solo, eran siete u ocho pastores los que ocupaban la borda y criaban también gallinas para tener huevos, y cerdos, que alimentaban con el suero del ordeño, y hasta una pequeña huerta. Con mi abuelo no cambió demasiado pero entonces construyeron la borda anexa y un pasadizo por el que desviaban el río sobre un lecho de losas de piedra. Así el agua lo limpiaba todo. Ahora, desde que llegó la carretera en 1970 las txabolas están modernizadas», recuerda Mari Jo.
Muchas de las ovejas de Arpea y sus vecinas tienen cuernos pero, aunque parezcan, no son cabras. Si los tienen son «manex à tête noire» (manejas de cabeza negra - Ovis aries Linnaeus, 1758) y les llaman «princesas de las montañas vascas». Desde hace unos años, modernizados los movimientos pastoriles gracias a las pistas pavimentadas, hay por allí muchas ovejas sin cuernos que son «manex à tète rousse», y son más productivas.
En Arpea todo está mediado por el agua y las ovejas. El lugar está ubicado en Esterenzubi, curioso atajo verbal de Esteberen Zubia, sitio relevante porque en él se contaban antaño las ovejas al paso de la frontera de pastos entre Garazi y Aezkoa y por él cruzaban también pasadores y contrabandistas. El puente era de Esteben porque él tuvo la iniciativa de cruzar varios troncos sobre el río Esterengibel para permitir, cuando había crecidas, el paso de los rebaños de Cize y de Aezkoa. Bajo el puente pasa el agua que fluye por Arpea, agua que brota en Navarra, valle arriba, en un paraje aislado donde se puede establecer el manantial del río Errobi (Nive), aunque generalmente se dice que brota en una surgencia más abajo.
Arpea también tiene su leyenda de un pastor y su hijo, y de una lamia embaucadora que sedujo con su canto al infante y lo hizo desaparecer para siempre en las entrañas de la montaña. Bajo 40 millones de años de piedras hojaldradas, Arpea sostiene miles de recuerdos mientras enseña cómo es el paraíso.
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