¿El triunfo de la Humanidad?
Doctor por las universidades de Deusto y del País Vasco
Miércoles, 31 de julio 2019, 00:21
No pudo ser plato de gusto para el filósofo francés Voltaire (1694-1778) el reconocer que las misiones jesuitas en América Latina, en particular las ... reducciones de la provincia de Paraguay, representaban «el triunfo de la Humanidad» y que, a través de ellas, la orden fundada por el vasco Ignacio de Loyola había ofrecido «un nuevo espectáculo al mundo». Voltaire, como en general la mayor parte de los defensores del despotismo ilustrado, se había convertido en un acérrimo enemigo de la Compañía de Jesús e hizo todo lo que estuvo en su mano para que los jesuitas fueran expulsados de Francia.
Ahora bien, el fuerte progreso social, el rápido desarrollo cultural y los altos índices de productividad que habían alcanzado las cooperativas agrícolas de aquellas lejanas misiones durante los siglos XVII y XVIII, bajo el liderazgo de un pequeño grupo de jesuitas, necesariamente tenían que suscitar la admiración de todo aquél que obtuviera alguna noticia de este experimento clave y único en la historia.
Si durante aquel tiempo la mayor parte de los campesinos españoles no recibían ningún tipo de instrucción y, por lo tanto. desconocían el arte de la escritura, los jesuitas de nuestro país lograron en pocos años, en cambio, la erradicación del analfabetismo entre la población guaraní. Las 'Leyes Nuevas' de 1542, promulgadas por el emperador Carlos I, previeron una serie de protocolos y medidas destinados a poner fin a la esclavitud de los indios en la América española, adelantándose -incluso en varios siglos- a las primeras iniciativas abolicionistas aprobadas en países como Portugal, Francia e Inglaterra. Sin lugar a duda, este compendio normativo, elaborado bajo la influencia de los frailes dominicos Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria, ha constituido una de las mayores contribuciones de España a la historia de la Humanidad.
Por este motivo, alrededor de treinta misiones jesuitas localizadas en territorio español, al sur de las bellas e icónicas cataratas del Iguazú, protegieron durante décadas a los guaraníes de las incursiones de los traficantes de esclavos provenientes del Brasil portugués y conocidos como bandeirantes. Más aún, los jesuitas españoles armaron y adiestraron militarmente a los guaraníes para que combatieran y lograran defenderse con eficacia.
Antes de que se iniciara la edificación del santuario de Loyola, junto a la casa natal de san Ignacio, ya se habían erigido la mayor parte de las reducciones jesuitas de la provincia de Paraguay. La primera de ellas, tal y como cabría esperar, fue bautizada con el nombre del santo de los vascos. Cada una de las reducciones reunía a varios miles de guaraníes en un sistema organizativo diseñado, de modo más bien paternalista, por los jesuitas españoles. No obstante, rara vez los jesuitas se entrometían en el gobierno de las reducciones y en sus instituciones políticas que se distinguieron, en buena medida, por su carácter participativo.
De todos modos, lo habitual es que no llegara a media docena el número de jesuitas que residían en cada una de las misiones. Dato del cual cabe hoy tomar notar, ya que la lealtad de los colegios y universidades jesuitas a su identidad y misión no vendrá determinada por el número de jesuitas que trabajen en ellos, que necesariamente será ahora muy reducido, sino por su capacidad de liderazgo y de rodearse de colaboradores suficientemente comprometidos y cualificados.
Al final, la autonomía de las misiones jesuitas despertó la desconfianza de la monarquía española en la primera mitad del siglo XVIII. Las reducciones comenzaron a ser presentadas como un «Estado dentro del Estado» y lo cierto es que este no fue un juicio del todo exagerado. Contaban con sus propias leyes, incluso llegaron a abolir la pena de muerte, algo totalmente inédito en aquellos siglos.
A la vez, salvo alguna excepción, los intelectuales jesuitas aparecían como los únicos opositores al 'regalismo'; es decir, al pensamiento político hegemónico de aquel entonces que promovía el poder ilimitado de las monarquías y que hoy conocemos como Despotismo Ilustrado. Así pues, la Compañía de Jesús comenzó a ser considerada la única institución no subordinada o dócil a la autoridad real en España, Portugal o Francia, entre otros reinos.
Como resultado, durante esos años se desató toda una campaña de calumnias contra la orden de Ignacio de Loyola, diseñada e impulsada por aristócratas ilustrados y que fue, además, muy efectiva. Es verdad que la influencia de la Compañía de Jesús no era asunto menor. Los jesuitas habían sido confesores y confidentes de reyes y aparte era muy frecuente que, en sus colegios, se educaran las familias más pudientes y cercanas al poder político.
Nueve años después de que lo hiciera Portugal, el rey español Carlos III optó por decretar la expulsión de los jesuitas en 1767, acusándoles de estar implicados en la conspiración que condujo al motín de Esquilache. Transcurridos dos siglos y medio, no han aparecido aún las pruebas que lo verifiquen.
Tras el exilio de los jesuitas, las reducciones iniciaron un rápido periodo de decadencia y fueron abandonadas para siempre. La población guaraní se dispersó y cayó en desgracia. Si los indígenas hubieran seguido bajo la tutela de la orden de Ignacio de Loyola al menos unas pocas décadas más, hasta coincidir con los procesos de independencia de la América española, muy posiblemente se habría constituido una prometedora 'República guaraní' sobre los pilares fundacionales de las singulares y prósperas reducciones.
Hoy es la fiesta de san Ignacio de Loyola. Es el vasco más universal de la historia y como tal es apreciado hasta en los lugares más recónditos del planeta. Para los guaraníes, además, san Ignacio evoca con nostalgia un tiempo pasado de esplendor, resistencia y libertad.
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