Ellacuria y el nuevo liderazgo universitario
No minusvaloremos el respaldo social que puede alcanzar la incorporación de la justicia y la denuncia en la cultura académica
El liderazgo intelectual y universitario del jesuita Ignacio Ellacuria continúa interpelándonos. Puede aceptarse que su trágico final haya contribuido a mitificar su figura. También es ... muy posible que hace más de tres décadas, cuando tuvo lugar su asesinato, el de sus compañeros jesuitas y el de las dos mujeres que residían en el campus, muy pocos rectores universitarios de los países del Sur -quizá ninguno- estaban tan públicamente comprometidos, y con tanto rigor, con la situación límite que sus sociedades atravesaban.
Hay quienes acusaron a Ellacuria de «ideologizar» la misión universitaria con su toma de partido y sus denuncias ante la guerra civil que vivía entonces El Salvador. Ahora bien, esto colisiona con la obsesión de Ellacuria por, precisamente, «desideologizar» a la sociedad; a través de las aportaciones que su universidad podía proporcionar al análisis crítico, objetivo y científico de la realidad histórica. Estaba convencido de que tales insumos constituían la base para formular soluciones realistas que resolviesen los problemas comunes, en particular los propios de las «mayorías populares».
Ellacuria y los jesuitas fueron acusados de entregar la universidad al pensamiento marxista. Como la mayor parte de los filósofos de su generación y como la propia Teología de la Liberación, tomó prestadas algunas aportaciones del marxismo. Sin embargo, fueron el pensamiento social cristiano y la filosofía de su maestro Xabier Zubiri los que cimentaron el grueso del paradigma universitario que, tal vez sin saberlo, Ellacuria fue construyendo.
Otro mérito fue la capacidad de liderazgo transformador que desplegó. En un puñado de años condujo a su comunidad universitaria desde posturas más bien acríticas con la realidad social, cuando no cómplices con los intereses de la oligarquía, hacia otras beligerantes contra las injusticias y las élites que controlaban el devenir del país; y ello sin perder un ápice de solidez científica o académica. Valga recordar que las universidades jesuitas en Centroamérica se erigieron, en la década de los 60 del siglo XX, en parte con el apoyo de las familias más adineradas de estos países y como reacción a la cada vez mayor presencia del marxismo en las universidades públicas.
Hoy, 16 de noviembre, día en que se cumple el 33 aniversario de su asesinato, su figura no ha perdido actualidad, ya que el portugalujo continúa resonando en los debates de muchas universidades católicas y civiles cuando profundizan en su identidad y misión, y en especial cuando se preguntan cómo responder a los grandes desafíos sociales de la Humanidad a nivel local y global. Décadas antes de que se fuera consolidando el paradigma de la Responsabilidad Social Universitaria (RSU), Ellacuria ya había dado un paso de gigante que conducía bastante más allá: Proponía, quizá por primera vez en la Historia, un modelo de institución universitaria no solo responsable, sino sobre todo transformador en clave de justicia social. Y su liderazgo y su quehacer, al frente del rectorado de la Universidad José Simeón Cañas de El Salvador, dejaron testimonio fehaciente de ello; hasta el punto de que le costó la vida tanto a él como a aquellos con los que convivía.
El trabajo incesante por la justicia social desde el mundo universitario rara vez obliga a correr los riesgos extremos que acabaron con la vida de Ellacuria y el resto. Tampoco pueden ser iguales las prioridades, los enfoques o los peligros del trabajo por la justicia social en los países del Sur que en los del Norte. En cualquier caso, el deber de hacer suyo el compromiso por la justicia social reclama a muchas universidades que recorran un minucioso proceso de conversión, bajo nuevos liderazgos.
Pedro Arrupe, superior general de la Compañía de Jesús, ya advirtió hace medio siglo de que este tipo de nuevas opciones, en colegios y universidades, iban a hacer perder «buenos amigos» a la orden de Ignacio de Loyola, pero que la fidelidad a la misión bien discernida no tenía vuelta atrás.
No minusvaloremos el respaldo social que puede llegar a alcanzar la incorporación de la justicia y de la denuncia en el epicentro de la cultura universitaria. No son sueños utópicos. En julio de 2013, en uno de los peores momentos de la crisis económica, el jesuita José María Guibert, rector de la Universidad de Deusto, declaró sorpresivamente ante los medios: «En el extranjero piensan ahora que España es una república bananera». Aquellas palabras, expresadas al estilo Twitter y en línea con las formas de comunicación preferidas por los jóvenes universitarios, alcanzaron mucho más eco social y generaron más debate que los amplios y meticulosos documentos que algunas universidades españolas publicaron entonces, persiguiendo ofrecer algunas luces en aquel trance histórico.
Un nuevo paradigma universitario volcado en el compromiso social reclama también nuevas formas de comunicación creativas, incisivas, atrevidas y hasta simpáticas.
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