Un futuro justo para la pesca de la anchoa en el Cantábrico
El trabajo de pescadores y armadores debe tener una remuneración razonable o acabaremos consumiendo solo producto importado
Ante algunas opiniones sobre la anchoa y su precio, hemos esperado a finalizar la campaña de los seis primeros meses para dar una respuesta clarificadora ... y didáctica, ya que intuimos que muchos consumidores desconocen la actividad que desarrolla el sector y las dificultades con las que se enfrenta para ordenar una pesquería con múltiples actores a los que hay que poner de acuerdo. Nuestro objetivo es tratar de convencer a los consumidores finales de que el trabajo del pescador debe ser razonablemente remunerado. Si no, nos convertiremos, a muy corto plazo, en consumidores solo de pescado de importación, que ya alcanza un altísimo porcentaje.
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Cada primavera, cuando la anchoa entra en nuestras aguas, se activa uno de los engranajes más complejos, antiguos y valiosos de nuestra economía costera. La pesquería en el Cantábrico es ejemplo vivo de cómo la pesca puede gestionarse con rigor, conocimiento y responsabilidad, sobre todo a partir de la lección que recibimos con la parada biológica de cinco años por nuestros propios errores. ¿Basta con ordenar la pesquería si no garantizamos su sostenibilidad económica?
La pesquería de la anchoa ha avanzado hacia una gobernanza más sólida. La campaña de 2025 introdujo los volúmenes máximos de captura de cada organización en las que están integrados los barcos de cerco del Cantábrico noroeste. Establecimos capturas máximas por día para garantizar un acceso justo y ordenado a los recursos disponibles y alcanzar una rentabilidad razonable. La cuota de anchoa española para 2025, en la zona CIEM 8, se fijó en 28.610.515 kilogramos. De esa cantidad, a Bizkaia y Gipuzkoa, en explotación conjunta, nos asignaron 8.055.521 kilos. Esto significaba previsión y una voluntad clara de ordenar un esfuerzo pesquero que está siendo referencia de sostenibilidad.
Nada más lejos de la realidad que las predicciones de que el precio de la anchoa del Cantábrico subiría a partir de mayo. Durante años, el precio medio en lonja ha rondado una cifra ruinosa. Teníamos la obligación de intentar defender los resultados económicos de nuestros pescadores. En cuanto a la gestión del recurso, decidir cuándo pescar y no saturar el mercado significa aplicar una práctica legal, amparada por la normativa comunitaria y el tribunal de la competencia, que evita el hundimiento de precios y contribuye al aprovechamiento ordenado de la cuota. Planificar es un riesgo económico. El pescador lo asume al ejecutar estos planes porque si no pesca, no ingresa.
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Si vamos a lo que interesa a los consumidores, el precio medio alcanzado por la anchoa, en la lonja de Ondarroa, ha sido de 2,09 euros/kilo. ¿Se puede catalogar como excesivo? ¿A qué precio debería vender el sector para considerarlo razonable? Invito a cualquier consumidor a comparar el precio del alimento maravilloso que hemos vendido a 2,09 euros el kilo (entre 40 y 50 unidades de anchoa, una buena comida de varias personas) con el precio/kilo de otros productos ni tan nutritivos ni tan saludables.
No podemos esperar que los pescadores asuman los costes de una cadena alimentaria a la que aportan una proteína muy valorada. Si queremos calidad, producto local y sostenibilidad es necesario pagar precios lo más justos posibles en origen. Ahí concentramos nuestros esfuerzos. Y, sin embargo, no podemos ni debemos culpar a ningún eslabón de la cadena. La labor de todos los compradores, transformadores, distribuidores, mayoristas, minoristas, comisionistas y detallistas es igualmente dura e imprescindible.
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Quizás el problema, entonces, esté en la debilidad del sistema para reflejar el valor real de la anchoa y del pescado en general. Probablemente se trate de una anomalía estructural que debemos afrontar desde la corresponsabilidad de toda la cadena de valor. Además, se debe reforzar el papel de las organizaciones de productores también en la comercialización. Visibilizar el valor del producto local ante el consumidor, mediante campañas de información y marcas de calidad que destaquen el origen, la sostenibilidad del producto y sus beneficios para la salud. Un argumento suficiente, desde nuestro punto de vista, para que se consuma más pescado nuestro.
La anchoa del Cantábrico tiene un valor incalculable. Por eso necesitamos un sistema que funcione no solo cuando los peces están en el mar, sino también cuando ya están en tierra. Podemos afirmar, con datos y hechos, que la pesquería está ordenada: la Administración ha actuado, el sector ha respondido, los topes están definidos, los controles en marcha. Ahora es el momento de que ese esfuerzo se traduzca en mayor rentabilidad, porque si la pesca no da para retribuir razonablemente a todos, tripulantes y armadores (casi todos embarcados), no tendrá quien la ejerza.
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