Nuevo Europarlamento y fin del ciclo electoral
El 9-J no es una segunda vuelta de las generales. En esta campaña, inmigración o política exterior debieron haber centrado el debate
Esta vez las elecciones europeas tienen lugar en el marco de un intenso ciclo en el que las citas con las urnas se han sucedido ... de forma prácticamente ininterrumpida en los últimos meses en las tres nacionalidades: en Galicia el 18 de febrero, en Euskadi el 21 de abril y en Cataluña el 12 de mayo; cuatro comicios, junto con los del próximo domingo, en menos de cuatro meses. Si a ello añadimos las generales, el pasado verano, precedidas sin apenas pausa por las municipales (y autonómicas donde las hubo), tenemos un ciclo electoral completo que abarca todos los niveles, en el que las europeas completan el nuevo escenario.
Si bien las elecciones al Parlamento europeo presentan características distintivas, no cabe ignorar los condicionantes que inevitablemente se dan entre unas y otras; en especial cuando forman parte de un mismo ciclo y se solapan unas con otras. Baste reseñar que el proceso del 9-J se está dando de forma simultánea con la gestión poselectoral de los resultados que arrojaron las urnas en Cataluña y en Euskadi, donde aún no está cerrada la formación de los respectivos ejecutivos. Por no hablar de la aguda polémica suscitada tras las ultimas generales en torno a la ley de amnistía, que a pesar de ser ajena por completo a los asuntos europeos es un tema que no ha dejado de estar presente en esta campaña.
En este contexto, se corre el riesgo de que las cuestiones específicamente europeas queden relegadas en el fragor de las trifulcas domésticas, tanto estatales como autonómicas; y que en el marco que proporciona la cita del 9-J, en el que lo lógico sería tratar sobre asuntos propiamente europeos, se hable de todo menos de estos temas. O, peor aún, que los recursos y las instituciones europeas sean instrumentalizados al servicio de los intereses propios de operadores estatales, que en algunos casos pueden ser muy respetables (en otros no tanto) pero ajenos por completo a los intereses colectivos y comunes europeos.
Conviene tener presente que las elecciones europeas no son una segunda vuelta de las generales, como a veces se trata de forzar interesadamente, ni tampoco pueden servir como el marco para plantear en ellas cuestiones que tienen más que ver con los problemas internos en el seno de los Estados miembros que con los propiamente comunitarios. Y mucho menos cabe admitir el recurso a una instrumentalización de las instancias europeas para dirimir en ellas los problemas internos propios, en especial en nuestro caso los relativos a una crisis institucional -el caso del CGPJ es paradigmático- que constituye uno de los principales conflictos a afrontar por nosotros mismos, sin que sea admisible la pretensión de su externalización en la UE.
No faltan materias que, por su propia naturaleza que sobrepasa ampliamente los límites de las fronteras estatales, tienen en la UE el marco más idóneo para su tratamiento y, en consecuencia, deberían ser el centro del debate político en las elecciones del 9-J. Baste reseñar, por su actualidad y lo reciente de su tratamiento en la Eurocámara, la cuestión de la inmigración, que a pesar del denominado 'pacto migratorio' alcanzado en el último Consejo europeo, dista mucho de estar resuelta. Y lo mismo puede decirse de otros temas -energía, armonización fiscal- que se plantean a escala europea y que es en este marco en el que han de ser tratados.
Una mención especial merece la política exterior y de seguridad de la UE, que los conflictos bélicos en Ucrania y Palestina están poniendo de máxima actualidad. Lo único que cabe hacer es constatar que, a pesar de contar (con una denominación un tanto pretenciosa) con un Alto Representante al efecto y de las recientes propuestas sobre el fuerte incremento del gasto en armamento, no existe en la UE nada que pueda ser considerado una política común exterior y de defensa. Los procesos electorales brindan una buena ocasión para poder formular propuestas al respecto que posibiliten tener criterios comunes para contar con una defensa propia que no se limite a ser el pilar europeo de la OTAN.
El 9-J conoceremos cuál va a ser la composición del nuevo Parlamento europeo y, además, en nuestro caso esta fecha marcará también la finalización del apretado ciclo electoral que durante estos últimos meses ha condicionado toda nuestra vida política. Aunque, todo hay que decirlo, tampoco cabe descartar por completo que tengamos un 'plus' de ración electoral extra si las cosas se complican, lo que en el incierto contexto actual no puede ser descartado si bien es de esperar (vamos a ser algo razonables) que no tengamos en lo inmediato más citas con las urnas. Sería de desear que en el escenario político tras el 9-J sea factible abordar tareas a medio plazo sin los apremios que los continuos llamamientos a las urnas han impuesto hasta ahora.
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