Que me quede como estoy
En momentos de grandes incertidumbres el voto suele ser conservador
Profesor colaborador del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto
Miércoles, 15 de julio 2020, 00:27
Que casi el 50% del electorado se quedase en casa el 12-J es muy preocupante. Esta elevada abstención no puede explicarse sólo por el ... miedo a la pandemia o el aburrimiento de asistir a un partido que gana el equipo de siempre, esa es la justificación que utilizarán quienes han perdido votos. Algo más debe de haber, pues es evidente que muchos ciudadanos y ciudadanas expresan una desafección con respecto a la clase política, que, como dejó de manifiesto el Informe CLIP Gasteiz (13-12-2019), puede rozar el 70%; razón más que suficiente para que resulte urgente, sobre todo para nuestra clase política, reflexionar sobre ello.
Centrándonos en los resultados y en lo sustancial, se confirmó algo que he repetido en varias ocasiones: que cuando la situación económica y social es de gran complejidad -y la que vamos a vivir no va a estar exenta de dificultades y sacrificios-, nos manifestamos los más progresistas del mundo en una conversación en el txoko, pero luego ese voto que introducimos en la urna, ese que realmente cuenta en la partida, suele ser conservador. En momentos de grandes incertidumbres es el pragmatismo el que vota, algo para lo que podríamos elaborar sesudos análisis sociológicos pero que prefiero resumir con aquel final del chiste: 'Virgencita, virgencita, que me quede como estoy'.
Elkarrekin Podemos-IU, que tanto ha insistido con el posible tripartito de izquierdas, perdió cinco escaños, algo sólo explicable asumiendo que ciertos tics inquietantes de su líder nacional generan desasosiego en su electorado vasco más centrado y que entre el resto, a fuerza de guiños al 'derecho de los pueblos', a los movimientos antisistema o a ciertos 'procesos revolucionarios', se ha producido una consecuencia lógica: que algunos, pocos, hayan pensado en el Partido Socialista y otros, muchos más, se hayan decantado por la cátedra de EH-Bildu.
Aun así, y aquí aparece la contradicción, este movimiento no encaja para nada con esa teoría de la búsqueda de seguridad en tiempos de dificultad. En época en la que la ciudadanía no busca apuestas arriesgadas, sino certidumbre, los resultados de Maddalen Iriarte se me antojan extraordinarios. Quien lo niegue no hace sino autoengañarse, además con dos cuestiones inquietantes de cara al futuro: La primera en clave nacionalista, que destroza los análisis que nos mostraban una sociedad vasca autocomplaciente, encantada de conocerse y más preocupada por el paro, la economía o la situación sanitaria que por el debate de autogobierno o por temas identitarios. La segunda, generacional, y es que la juventud, esa que no sabe quién era Miguel Ángel Blanco ni qué es el suelo ético, vota en esta clave, convencida de que el progresismo circula por estos parámetros; mientras que el voto de cierta edad ha ido a partidos más 'tradicionales'.
Si aceptamos que dentro de una legislatura esa franja de edad estará entre los veinticinco y treinta años, la tendencia de voto puede apreciarse, como lo hizo Arnaldo Otegi -siempre en la sombra- al afirmar que «todavía no hemos conseguido nuestro techo». Queda por ver si esta fuerza, que viene evidenciando un talante institucional alejado de 'tiempos oscuros', es capaz de sacudirse de una vez inercias totalitarias que suelen destapar las declaraciones de alguno de sus líderes.
Si analizamos los resultados del PP vasco, diría que ha recogido la cosecha que sembró apartándose del centro y escorándose hacia las tesis aznaristas. Muchos lo anunciamos desde que Borja Sémper abandonó el barco y el golpe de timón se confirmó con la salida de Alfonso Alonso. Si sus veteranos más curtidos no se imponen, si no recuperan ese concepto de partido conservador moderado, foralista (sin que esto signifique cercanía o cesión ante el nacionalismo) e inserto en el país, su posible remontada de cara a las elecciones de 2024 será tarea harto difícil.
De Vox preferiría no hablar, creo que es lo mejor. Como anuncié, quienes acudieron a boicotearles les hicieron la campaña. No creo que de la noche a la mañana haya 17.000 ultraderechistas en Euskadi, apuesto más por un voto de descontentos o de 'tocapelotas' y repito que, sin la ayuda de aquellos que apellidándose 'anti' comparten su misma fascinación por el rechazo al diferente y la bronca, no habrían tenido representación. Ahora eso que ocurría a la entrada de un mitin puede trasladarse a nuestra sede parlamentaria. Triste realidad.
Así que Iñigo Urkullu, ayudado por los deméritos de sus contrarios, lo ha tenido más fácil y ha conseguido un nuevo éxito. Un PNV que, aunque pierde casi 50.000 votos, centrado y pragmático, en buena hora alejado de las dinámicas llevadas a cabo por sus socios catalanes, podrá afrontar la legislatura con sus socios del PSE-EE de Idoia Mendia (un grupo político que, a pesar de los favores que otorga el haber compartido labores de gobierno, no termina de remontar) con una mayoría holgada. Eso sí, pendiente de que, en algún momento, alguien recuerde que el 'bloque de izquierdas' suma 38. 'Virgencita, virgencita, que me quede como estoy'.
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