Entre la noche del sábado y la mañana del domingo, Rusia lanzó más de seiscientos drones sobre Ucrania. El ataque duró doce horas y causó ... cuatro muertos en Kiev, desde donde llegan imágenes de instalaciones hospitalarias y zonas residenciales reducidas a escombros. Mientras los drones rusos castigaban Ucrania, Dinamarca detectó aeronaves no identificadas cerca de sus instalaciones militares. El lunes de la semana pasada, el aeropuerto de Copenhague ya dejó de funcionar por la presencia de drones en su espacio aéreo. Sucedió lo mismo en el aeropuerto de Oslo. Además de cerrar su espacio aéreo, ayer Polonia puso aviones de combate a defender su frontera con Ucrania. Hace quince días la OTAN derribó drones rusos en Polonia. Esta semana se celebra una cumbre de la Unión Europea en Copenhague y Dinamarca cerrará su espacio aéreo a todos los drones civiles para evitar confusiones. Se extiende por el cielo de Europa una tensión creciente. La situación tiene algo de partida de ajedrez, pero remite a un deporte distinto y de altísimo contacto. En realidad, la situación recuerda a uno de esos asaltos iniciales en el que los boxeadores se ponen a prueba, sacando manos para medir alcances y evaluar reacciones. Un cálculo necesario antes de que comiencen los traumatismos serios.
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El sábado, para tranquilidad de nadie, Serguei Lavrov explicó en la ONU lo que ocurre. «Se nos acusa de planear un ataque contra los países de la Unión Europea», denunció el ministro de Exteriores ruso. Y negó la acusación con un argumento ganador, compacto, irrebatible: «El presidente Putin ha desmentido repetidamente estas provocaciones». Se trata del mismo presidente Putin que aseguraba que Rusia no tenía intención de atacar Ucrania en diciembre de 2021, o sea, dos meses antes de invadir personalmente Ucrania. Cuando hace más o menos una década se popularizaron los drones hasta niveles domésticos, una de las utilidades que se les celebró fue la de hacer llegar medicinas a alguien que por alguna circunstancia se encontrase aislado. No parece que sea la versión benéfica de la tecnología la que se ha impuesto. Vuelan hoy los drones como si los pilotase el Ángel de la Historia. Llevan un mensaje de destrucción entre las alas.
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PNV
Escenario circular
El PNV estrenó escenario circular en el Alderdi Eguna y colocó a su alrededor las sillas blancas que ocupan tradicionalmente los alderdikides más bravos: aquellos dispuestos a abandonar el cobijo de las txosnas y soportar los discursos bajo el sol implacable de Foronda. La implantación del nuevo escenario tuvo sus efectos. Por un lado, favoreció la sensación de que había menos gente en la campa; por otro, acentuó en los líderes del partido el don de lenguas. Además de en euskera y español, Aitor Esteban les habló ayer a los militantes en inglés («un mensaje para Europa») y largamente en francés. El lehendakari Pradales metió por su parte frases en inglés para reconstruir su visita a Boise e ilustrar cómo allí los vascos le hablaban a él en euskera. Para la otra cosa para la que Pradales utilizó el inglés, y esto fue más inesperado, fue para dejarle claro a Isabel Díaz Ayuso que él es vasco. Sucedió a cuenta de la conferencia aquella de presidentes que la presidenta madrileña abandonó cuando el lehendakari habló en euskera, pero no cuando Alfonso Rueda habló en gallego. «Ayuso, entzun, / Euskadi euskaldun», coreó Pradales en un pareado futbolístico que prendió a medias entre el público asistente y circular.
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