Diagnóstico presidencial
Trump nos recordó que no es médico antes de explicar por qué los médicos están equivocados
El Trump de 2017 ya estuvo bien, pero Trump 2.0 es algo distinto: un huracán misológico que apenas respeta los fines de semana para ... jugar al golf. Es probable que cuando lean estas líneas haya pasado algo nuevo -quizá una orden de busca y captura contra Biden, tal vez el anuncio solemne de la paz en un país inexistente-, pero es difícil que supere a lo de la tarde del lunes. Siguiendo la estela de Robert Kennedy Jr., que fue antivacunas antes que secretario de Salud, el presidente de los Estados Unidos aseguró ante el país, y ante el mundo, que el autismo infantil está causado por las vacunas y el uso de paracetamol durante el embarazo. Lo hizo en un monólogo alucinante. «No soy médico», reveló Trump. «¿No?», gritó entonces la mitad del planeta. Y Trump puso contra las cuerdas al método científico con argumentos de este estilo: «Tomar paracetamol no es, uhhhhh… bueno».
Lo que ha venido después ha sido el zafarrancho de la comunidad científica pidiendo calma y la extensa melancolía de ver cómo se hunde un viejo orden basado en la razón. No era perfecto ese orden, pero tampoco estaba tan mal. Imaginen a la mujer embarazada, no sé, de Wisconsin que escuchó el anuncio presidencial mientras iba a por un paracetamol porque le dolía la cabeza. Y ahora imaginen a la mujer pongamos por caso de Wíchita que lleva semanas tomando paracetamol porque se lo aconsejó su médico.
En el nuevo orden los gobernantes no se interponen entre el miedo y sus ciudadanos sino que lo extienden a conveniencia entre la población. En este caso Trump lo hace con disparates de la peor clase, que son los que están ligeramente conectados con la realidad. Explican los expertos que las fiebres altas de la madre sí pueden estar relacionadas con el autismo y que, cuando uno tiene fiebre, efectivamente toma paracetamol. Como un resignado profesor de instituto, el 'Washington Post' le recordaba ayer en su editorial al hombre más poderoso del mundo lo de la correlación y la causalidad: también se dan más ataques de tiburón cuando en las calles hay más camionetas vendiendo helados.
España
Empates y banquillos
La Audiencia Provincial de Badajoz abrió ayer juicio oral contra el hermano de Pedro Sánchez. La víspera, un juzgado de Madrid hizo lo propio con la pareja de Isabel Díaz Ayuso. Hay quien apuesta por la funesta teoría del empate, pero no es lo mismo. A David Sánchez se le acusa de prevaricación y tráfico de influencias. A Alberto González Amador, en cambio, se le acusa de fraude fiscal, falsedad documental, delito contable y pertenencia a grupo criminal. El primer proceso está relacionado con la política y lo público; el segundo, hasta donde sabemos, no. Aunque fue la presidenta de Madrid la que explicó el caso de su novio como un ataque contra ella y mintió al reducirlo todo a una rutinaria inspección de Hacienda. Hay, sin embargo, factores que igualan a David Sánchez y González Amador. Uno es la presunción de inocencia. Otro, el modo en que sus respectivos entornos señalan a los jueces. La simetría es en este punto espectacular y exhibicionista, como del 'Circo del Sol'. En su papel corrosivo 'premium', Miguel Ángel Rodríguez apunta a los hermanos de los magistrados que juzgan a la pareja de su jefa. Porque lo del 'lawfare' es un vicio peligrosísimo y bolivariano solo cuando lo hacen los demás.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión