Con la muerte de José Antonio Ardanza no solo desaparece el lehendakari más longevo -estuvo catorce años en el cargo, hasta 1999-, sino el que ... pilotó la construcción de buena parte del actual autogobierno vasco y sentó las bases para la deslegitimación del terrorismo de ETA con el Pacto de Ajuria Enea, un insólito consenso que unió a todas los grupos políticos, salvo Herri Batasuna. Nombrado a raíz de la crisis del PNV que derivó en la traumática escisión de Eusko Alkartasuna, el mandatario nacionalista inauguró los gobiernos de coalición en Euskadi -la mayoría, con el PSE-, cuya gestión en un contexto de extraordinarias convulsiones de toda índole permitió a su partido recuperar terreno, primero, y afianzarse después como el hegemónico que ha sido hasta ahora en nuestra comunidad. Por necesidad, pero también por convicción personal, Ardanza hizo del diálogo y del entendimiento entre diferentes el eje de su labor; una apuesta que, aunque con sombras, supo compatibizar con su profundo nacionalismo en una sociedad plural. Su talante conciliador y la transformación de Euskadi bajo su mandato le han convertido en referente de una política de altura que se echa hoy en falta.
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