Los romeros echan el resto
La frase «hemos vuelto» pronunciada en la ermita fue premonitoria de la fiesta que se vivió en La Laguna
toni caballero y raúl canales
Martes, 7 de junio 2022, 00:03
«Es el mejor día del año, así que imposible no decirte que bien», respondía una sanjuanera a una vieja amiga con la que se ... fundía en un efusivo abrazo tras el protocolario ¿qué tal estás? Su contestación ejemplifica lo que es la romería para los mirandeses, una jornada tan especial que no acepta medias tintas: hay que echar el resto.
La toma del monte por parte de los blusas se adelantó un poco respecto a otros años. Y es que la multitud llegó pasado el mediodía, pero muchos sanjuaneros subieron a primera hora, en un número mucho mayor que en años previos a la pandemia, para desayunar en comunidad.
Ni siquiera el miedo al coronavirus, que hizo mella en las cuadrillas con integrantes de edad avanzada, pudo con la tradición. Los Cocerolos se han encargado históricamente de repartir pinchos de chistorra y chorizo a los romeros que procesionan hasta la ermita por lo que en su ausencia, fue El Periscopio, con quien comparten caseta, los que asumieron esa tarea. «Se han emocionado cuando les hemos mandado una foto con el móvil porque no se lo esperaban; estaban muy preocupados por no poder hacer lo que han hecho durante décadas pero es que algunos son ya mayores y han preferido evitar la multitud», aseguraba la media docena de amigos que se había metido el madrugón para tener la carne en su punto para cuando llegaran los romeros, algunos de los cuales pisaba la Laguna con la lengua fuera por la velocidad con la que se portó la figura del Santo. En menos de una hora, la comitiva recorrió la distancia entre la Plaza España y el paraje, en el que no tardó en concentrarse una marea de colores que bailaba incansable al ritmo de las charangas. Eso sí, antes de que el jugo de cebada y el vino ganaran protagonismo con el paso de la jornada, los botellines de agua fueron el producto más preciado para combatir el calor y los excesos de la jornada previa.
en el ambiente se notaba que había ganas de fiesta a pesar del cansancio
Como es habitual, fueron una minoría los sanjuaneros que optaron por subir a pie ya que el grueso lo hizo en autobús. Las mascarillas, obligatorias para el transporte y que obligaron a los más olvidadizos a volver a casa, fueron el único vestigio de la pandemia. Ayer tocaba disfrutar, olvidarse de los problemas y recuperar los dos años perdidos.
El emotivo «hemos vuelto» pronunciado por el cura en el sermón, que emocionó a todo el respetable, fue solo el preludio de la que se avecinaba. «Y tanto que hemos vuelto, y lo que nos queda por delante», aseguraba José Ramón Ruiz, de El Humo. Un poco más abajo, tanto Los Txirukas y La Karaba como sus vecinos de Los Txollos preparaban su particular almuerzo, avituallamiento en el que no podían faltar los huevos fritos con chorizo, aderezados con un buen porrón.
El coronavirus solo se dejó sentir en las cuadrillas con miembros de edad avanzada; muchos evitaron subir al monte
«Es el segundo año que vengo, lo de San Juan del Monte es una cosa de locos. Todos los días están genial, pero el lunes es insuperable. Bajar con mis amigos mirandeses al ritmo de nuestra charanga es lo mejor de todas las fiestas», confesaba sin apenas voz Javier Alfonso, un extremeño afincado en la ciudad que ya es un mirandilla más y de Los 40 Principales, «por su puesto».
La serpiente de color dominaba todo el monte. El rimo de las charangas imperaba a todo meter en La Laguna ya antes de comer, y en las casetas o bien se bailaba (con el vaso en la mano), se departía (también con vaso) o se preparaba un rápido tentempié para engañar al estómago hasta la hora de la comida mientras bajaban desde la ermita los más rezagados. Uno de ellos, veterano, lo hacía con paso firme, pero despacio. «Subiendo duele el pecho; bajando, las rodillas; llameando, los tobillos; y, en la cama, las costillas», sentenció derrochando sabiduría blusilla.
Son pocas las cuadrillas que tienen componentes con mano para la cocina, y sobre todo, con la paciencia necesaria para asumir ese trabajo mientras el resto desparrama. Por eso los catering fueron otra vez la opción mayoritaria.
Tras reponer fuerzas, la explanada de El Humo es una invitación a sestear, pero ayer no era día para descansar. Quedaban pocas fuerzas, pero nadie quería guardarse balas en la recámara, así que tocaba seguir refrescando el gaznate y bailar hasta que los pies dijeran basta. «No siento las piernas y eso que sólo llevo domingo y lunes, pero hoy ya tiramos con el alma», aseveraba Pedro Cabeza, un madrileño que disfrutaba de sus primeras fiestas. Hubo tiempo para todo antes de que sonara la «bomba» que anunció la bajada a la ciudad, pasadas ya las ocho de la tarde.
Los kilómetros que separan el monte del casco urbano se hicieron más cortos que nunca. Había ganas de alargar la fiesta, de dejar claro que San Juan ha vuelto y de quemar la noche hasta no poder más.
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