Un marinero fallecido y otro desaparecido en el naufragio de Terranova vivían en Miranda
Llegaron a la ciudad desde Ghana. Apaanah residía con su mujer y dos hijos, y Michel dejó a la familia en su país de origen
El hijo mayor de Apaanah Pelungo Zure, de 17 años, y un amigo de la familia esperaban ayer en Santiago de Compostela la llegada del ... avión del Ejército del Aire que traía desde Canadá los restos mortales de su padre. Pelungo fue uno de los marineros que perdió la vida en el naufragio del pesquero 'Villa de Pitanxo', en el que se había embarcado, con otro compatriota, Michel Tetteh, con residencia también en Miranda, y que se encuentra entre los desaparecidos.
Apaanah se embarcó en el malogrado buque tras pedir la cuenta en la empresa mirandesa en la que trabajaba. Había llegado a la ciudad en 2008, pero no fue hasta el año pasado cuando había logrado traer a dos de sus hijos (una chica de 22 años sigue en Ghana) y a su mujer, que se encuentra embarazada y a punto de dar a luz. Todos ellos dependían de los ingresos de Apaanah que, además, mandaba dinero a su país de origen para ayudar al resto de la familia.
De hecho, fue la posibilidad de obtener más ingresos lo que le animó a cambiar de trabajo y enrolarse en el pesquero gallego como marinero, un trabajo en el que tenía mucha experiencia porque lo había desempeñado durante años en Ghana. «Es un oficio muy habitual en su país», explica Christopher Ogumwale, pastor de la Iglesia Cristiana Redimida de Dios, que está ayudando a la familia con todos los trámites. «Es una persona que se había dedicado siempre a trabajar por los demás», subraya.
Y eso fue lo que le llevó al mar. Apaanah dio el paso animado por un compatriota con el que había convivido y trabajado en Miranda. Michel Tetteh, residente también en la ciudad, y cuyo cuerpo todavía no ha sido encontrado. Michel había ido encadenando distintos contratos laborales pero con la irrupción del Covid perdió el empleo y optó por retomar el oficio que también el había desempeñado en Ghana. Aunque antes tuvo que volver a estudiar y formarse para conseguir la titulación que le permitiera embarcar. Y lo logró. Fue esa experiencia positiva de Michel y la posibilidad de ganar bastante más dinero del que percibía con su salario en Galvaebro, dedicada al sector del metal, la que llevó a Apaanah a dar el paso y enrolarse.
«La familia está totalmente destrozada», reconoció Ogumwale, al que le informaron de la situación el pasado miércoles y que ayer aún se lamentaba de no haberle podido convencer para que no embarcase. «Le dije que él tenía que estar aquí con su mujer sus hijos. Nunca pensé que iba a tener a alguien cercano a mí en un accidente así y resulta que conozco muy bien a dos de los fallecidos».
Más compatriotas
A quien no conocía era a la familia de Michel. «El aquí estaba solo». Su mujer y sus hijos, «todos mayores», seguían en Ghana y, en principio, no se había planteado tramitar la reagrupación familiar, aunque estaba muy integrado en la ciudad. Él enviaba dinero a su país y al ver que «su situación económica había mejorado mucho» tras haber vuelto a la mar «estaba animando a muchos compatriotas suyos, que habían sido marineros antes de venir a España, a que también lo hicieran porque estaba ganando bien».
De hecho, uno de ellos está en Galicia participando en el curso de formación que le habilitará para poder acceder a un empleo en ese sector. Aunque ya no lo va a hacer. El trágico final de sus amigos le ha hecho cambiar de idea. No embarcará. En cuanto acabe el curso volverá a Miranda. Aquí también están a la espera de recibir el cuerpo de Apaanah, al que su familia tiene previsto enterrar en la ciudad.
Ayer la única confirmación oficial que tenían era la llegada a Galicia, tras completar los trámites de repatriación durante el fin de semana en contacto con la empresa armadora y con el apoyo también de Cruz Roja, que está brindando apoyo psicológico a la mujer y a los hijos del fallecido. «Eran gente muy querida en Miranda. Eran personas muy trabajadoras, muy educadas» destacaron también desde Cáritas, entidad que había mantenido contacto con ambos.
Banderas a media asta en el Ayuntamiento mirandés
Las banderas del balcón del Ayuntamiento de Miranda ondearon ayer a media asta tras la declaración en el Boletín Oficial del Estado (BOE) de luto oficial en el país con motivo del naufragio del 'Villa de Pitanxo' en aguas de Terranova «como testimonio del dolor y en señal de condolencia con las familias y personas allegadas a los fallecidos y desaparecidos», aseguraron desde la Corporación, aunque sin hacer mención a las dos personas que han perdido la vida en el naufragio y que vivían en la ciudad. Una situación que no se había hecho pública hasta el momento pese a que ha pasado una semana desde que se tuvieran conocimiento del hundimiento del barco con veinticuatro tripulantes a bordo.
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«Era muy trabajador, buena persona y siempre preocupado por mandar dinero a su familia»
Raúl Canales
Apaanah Pelungo llegó a Miranda hace más de una década. En la ciudad, algunos le conocían como Azkar (en euskera significa rápido) sobrenombre que eligió en su etapa en Navarra, consciente de que la pronunciación del suyo no era sencilla para sus compañeros de trabajo. «Era buena persona, muy trabajador y educado» aseguran quienes compartieron jornada laboral durante años con Pelungo en Galvaebro.
Aunque era tímido, «una vez que cogía confianza era simpático». En Miranda compartía piso para ahorrar gastos porque «estaba siempre pensando en mandar dinero a la familia» y algunos fines de semana, con otros compatriotas, regresaba de visita a Navarra, donde aún conservaba amistades.
La responsabilidad de ser el principal sostén familiar es la que le llevó a cambiar de trabajo y embarcarse en el Villa de Pitanxo para tener un sueldo un poco mejor que el que percibía en la fábrica del polígono de Bayas. «En unas semanas se iban a embarcar más compañeros porque él les había hablado de que las condiciones económicas eran mejores», afirma un extrabajador de Galvaebro que seguía manteniendo contacto con Pelungo y que ayer estaba consternado tras conocer la noticia. «Siempre me llevé bien con él. Una de las veces que fue a Ghana, porque solía juntar las vacaciones de dos años para ir más tiempo y aprovechar el viaje, me trajo de regalo algunas cosas típicas de allí. Cuando otro excompañero me ha dicho que era uno de los marineros fallecidos no me lo podía creer. La vida a veces es muy injusta», remarca.
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