El Himeneo: Futbolistas, carreteros y también blusas
La formaron tipos corrientes que tan pronto jugaban el torneo local del Alavés como hacían repartos y brincaban por fiestas
Con admiradores y detractores por igual, a lo largo de un debate a favor o en contra tan legendario como su propia existencia, los blusas ... vitorianos, y ahora también las neskas, son esencia de las fiestas. Sus maneras podrán gustar más o menos, se les reprochará incluso que ya no son lo que eran, que de castizos, ejemplares y entrañables tienen poco, pero qué sería de La Blanca sin ellos. Sin las cuadrillas de mozos y mozas, y sin toros, no lo olvidemos.
Los blusas tienen más de cien años. La prensa de finales del siglo XIX recoge breves reseñas sobre su existencia, la de jóvenes vestidos de una manera singular, con prendas gremiales –batas, bombachos y alpargatas– que asistían en grupos pequeños y sin jerarquía a las corridas programadas en la primitiva plaza del Resbaladero. Es palmaria la relación de aquellas primeras cuadrillas con la tauromaquia en Vitoria, onda tradición que se suprimió hace apenas una década por el Ayuntamiento, que ahora no sabe qué hacer con el Iradier Arena.
También se sitúan a los originarios blusas babazorros detrás de las bandas de música saltando y cantando por la calle de La Estación (Dato). Un acompañamiento festivo e improvisado del que nació la primera cuadrilla oficial en agosto de 1925. Se hizo llamar El Himeneo. ¿El Himeneo? Boda o casamiento, según la RAE. Pero quizás la verdadera razón de su extraño bautismo sea otra. En la mitología griega, a Himeneo se le tiene por dios de las ceremonias de matrimonio, inspirador de las fiestas y las canciones. Tal vez por aquí se dejaron llevar aquellos tipos que seguían a los toreros, músicos y exclusivos landós con pasaje ilustre hasta el coso de la calle El Sur (Manuel Iradier), donde tomaban asiento en el tendido 6, de sol y sombra, y no cejaban en la bulla durante la faena.
Hay algunos retazos que acercan a lo que fue El Himeneo. Un equipo de fútbol aficionado que participaba por entonces en un torneo local organizado por el jovencísimo Deportivo Alavés con otros conjuntos modestos. Es de suponer que de la camaradería balompédica nació la idea de compartirla igualmente en las fiestas. Agustín Tuesta, los hermanos Bonilla (Pepe y Tomás), los Langarica, Juan Alberdi... son nombres de algunos de aquellos primeros blusas que marchaban con la bota de vino y cierto orden al son de canciones populares.
Los mozos 'africanos'
'Blusas', libro de Eduardo Valle y José Luis Sáenz de Ugarte publicado en 1996, aporta datos más precisos por boca de uno de aquellos. José Acosta, que trabajó en Tejidos Junguitu, reveló a los autores que en El Himeneo «había tres carreteros que recuerde:Félix Aránguiz, a cuyo carro se subía la chiquillería para ayudarle a repartir encargos, y 'Peapa'. Ambos solían hacer cajones para el transporte de cerdos. También carretero era Juanito, hombre de notable altura que tenía una novia modista... San Miguel, un comerciante de vinos de la calle Herrería frente al palacio de los Álava; Quintín, del bar El Rubio, cuya madre regentaba el negocio; otro del Himeneo era 'El Negro', trabajador de Sierras Alavesas y gran aficionado al ciclismo y fútbol, cuya madre tenía quincallería en la calle Independencia...». Hasta aquí el detallado relato de un protagonista de las fiestas de hace un siglo. De la memoria de Acosta cabe concluir que eran mozos humildes, trabajadores, deportistas y bulliciosos, amantes de la fiesta y los toros y tal vez dados al bebercio cuando la ocasión fuera propicia.
Si los del Himeneo tuvieron su aquél, la pandilla que le siguió no se quedó a la zaga en originalidad. En 1926 salieron a la calle los que se hicieron llamar 'Abd el-Krim y cía', vitorianos que después de cumplir el servicio militar en África adoptaron por nombre el del líder de la resistencia contra la administración colonial española y francesa en la Guerra del Rif. Aquel año, el guerrillero rifeño se entregó a las tropas galas, fue deportado a la isla Reunión y de ella, tras veintiún años de presidio, huyó a El Cairo, donde murió en 1963. Para entonces, aquí, en Vitoria, El Himeneo ya era historia y los soldados-blusas, anécdota.
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