Cangas del Narcea, un pueblo gluten free
La localidad asturiana ofrece 30 restaurantes, incluída una sidrería, donde las personas celíacas pueden disfrutar con traquilidad de la comida
En otros pueblos se celebran ferias y jornadas dedicadas a algo en concreto y después, bueno, la vida sigue como si nada hasta la siguiente edición. En la localidad asturiana de Cangas del Narcea, sin embargo, si tienen sus Jornadas Cangas Sin Gluten (en primavera se celebraba la séptima edición, en cuyo programa hay cada año ponencias, showcookings, degustaciones, actividades infantiles y, por supuesto, mercado de producto específico) es porque de verdad son 'gluten free'. ¿Y esto que quiere decir? Que las personas celíacas pueden visitar con total tranquilidad este lugar, sin tener que preguntarse dónde van a comer y qué o si los hosteleros les van a torcer el morro, aunque sea solo un poquito, al asegurarles los comensales que no pueden comer lo que para otros es lo 'normal'.
Lo normal, en Cangas del Narcea, es atender al cliente celíaco con absoluta normalidad en un buen montón de establecimientos. Hasta 30 de sus restaurantes –incluida una sidrería–, bares, tiendas dietéticas y de embutidos y alojamientos de distinta categoría (del apartamento al Parador) están adheridos a una red que da mucha seguridad al visitante que quiere disfrutar de la gastronomía local sin miedo a las consecuencias.
En el que puede presumir de ser el primer pueblo gluten free del mundo –hasta ahí llega la cosa–, se podía comprar hasta hace muy poco pan y bollería en el obrador cien por cien sin gluten y sin lactosa Isacel. Abrió hace más de una década pero algunos problemas de salud les han obligado a cerrar de forma indefinida el establecimiento. Quién sabe si, en un futuro no muy lejano, puedan volver a poner a disposición de la clientela un tipo de producto que necesita el 1% de los europeos, que ese es el porcentaje que manejan las asociaciones de personas afectadas por esta dolencia. Se dice, además, que hay un 75% de celíacos y celíacas que ni siquiera han sido diagnosticadas.
No problem, con diagnóstico o sin él. Para ir a mesa puesta en Cangas del Narcea de la mañana a la noche, hay opciones de sobra gracias a esa red sin gluten. Por ejemplo, La Refierta (calle Mayor, 15), donde se puede empezar por las tostadas de la mañana y pedirse las croquetas al mediodía o de cena informal –con otros platillos como las patatas picantes y los mejillones–. En El Moreno (Plaza Conde Toreno, 2) viene a ocurrir lo mismo, solo que con una carta que lleva el sello de cien por cien sin gluten; allí se empieza con el desayuno y se termina con uno de los muchos postres tras haber degustado arroces, carnes y demás.
No puede faltar una sidrería, es casi una parada obligada cuando se visita Asturias, y en Sidrería Suiss (Avenida del Acebo, 5) hay una amplia carta sin gluten en la que atreverse con el cachopo. Que sí, que parece poca cosa, pero también el pan rallado hay que cuidarlo, como el de las croquetas. De la parrillada de carne no hace falta decir nada. Que marida muy bien con una sidra fresca, sin más. Para entretener a los pequeños de la casa, está en Alcalde Díaz Penedela 4 el Streetfood, una apuesta por las raciones, los bocatas y las hamburguesas con un toque original. Y para una cita un poco más fina, ahí está el Parador de Corias, en la parroquia de Corias/Courias.
Aunque la buena mesa apta para celíacos es de por sí una buena razón para acercarse hasta este punto del mapa de Asturias, no hay que olvidarse de visitar alguno de los otros puntos de interés del concejo, que no son pocos. En la misma Corias, sea cual sea el alojamiento elegido, hay que echarle un ojo al parador porque ese edificio es el llamado Escorialín asturiano, un monasterio reformado en 1744 por el famoso Ventura Rodríguez. En el núcleo de Cangas del Narcea se pasea por una de las villas con mayor número de palacios y casas blasonadas de Asturias, y por los barrios más antiguos de Entrambasaguas –ahí está la capilla del Carmen– y el Cascarín. Sobre el río que le da nombre, hasta media docena de puentes, desde el puente romano del siglo I d.C. hasta el colgante, con vistas a la Colegiata de Santa María Magdalena.
Para el contacto directo con la naturaleza, hay que acercarse al Muniellos, donde está el mayor robledal de España y uno de los mejor conservados de Europa, con 55 kilómetros cuadrados de montes, valles, ríos y bosques.