Putin responde a Trump que él determina los términos de la paz

El pasado lunes, el líder estadounidense aseguró que está «decepcionado con Putin» y redujo el plazo de su ultimátum para que Rusia firme la paz con Ucrania a 10-12 días desde entonces, es decir, entre el 7 y el 9 de agosto. Aunque el presidente ruso no replicó directamente las palabras del magnate neoyorquino, sí lo hizo su invitado. «Cincuenta, sesenta, diez días, la política no funciona de esa forma. Si (Trump) quiere la paz debe afrontar esto (las negociaciones) de forma delicada y seria», aconsejó Lukashenko. «No puedes dar órdenes, especialmente a una potencia nuclear», añadió. «Sinceramente, es cómico», criticó.

Putin también habló sobre el camino hacia la paz. «Para abordar el asunto pacíficamente, se necesitan conversaciones exhaustivas. Y no en público, sino con calma, en la tranquilidad del proceso de negociación». Tanto Ucrania como Rusia muestran signos de fatiga de guerra. Sin embargo, el presidente dijo que su país «está dispuesto a esperar si Kiev considera que ahora no es el momento para las conversaciones de paz». La economía rusa sufre por la guerra y las sanciones, aunque la situación es más estable que en Ucrania.

«Necesitamos una paz duradera construida sobre cimientos sólidos, que satisfaga tanto a Rusia como a Ucrania y que garantice la seguridad de ambos países», declaró Putin. También ha encontrado un punto de acuerdo con Kiev. «Quizás esos negociadores de Ucrania tienen razón sobre (...) la idea de que quizás se necesite hablar de la seguridad europea como un bloque», señaló el exagente del KGB.

Lukashenko también quiso enviar un mensaje a Kiev: «Los ucranianos cometen un error (...) están exigiendo lo imposible. Lo que dicen y lo que ofrece Rusia se decide en la mesa de negociaciones». Bielorrusia fue un actor importante en las negociaciones de paz de Minsk en las que los rebeldes prorrusos y Kiev negociaron acuerdos de paz poco exitosos que acabaron derivando en la actual guerra rusoucraniana.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha mostrado su predisposición a encontrarse cara a cara con Putin en diferentes ocasiones. Lukashenko le criticó con dureza: «Ucrania debería estar rogándole: 'Vladímir Vladimirovich, vamos a sentarnos a la mesa de negociaciones'». En ruso, el uso del patronímico (Vladimirovich) expresa respeto, algo que no utilizó para hablar del líder ucraniano. El mandatario bielorruso ha expresado en alguna ocasión que Putin es como «su hermano mayor».

Putin aprovechó el encuentro para celebrar el avance de sus tropas en el frente. «A lo largo de toda la línea de combate: en la zona fronteriza, en la República de Donetsk, en Lugansk, en Zaporiyia y en Jersón. En todas partes, en todas las zonas, en algún lugar más, en algún lugar menos», indicó.

Las Fuerzas Armadas rusas están llevando a cabo una ofensiva de verano que busca reforzar posiciones rusas y reconquistar lo que Rusia considera propio. «Es nuestro», ha expresado sin tapujos el líder ruso sobre las provincias de Jersón, Donetsk, Lugansk y Zaporiyia, donde los combates prosiguen. Estas provincias rusófonas están reconocidas por la comunidad internacional como parte de Ucrania pero Moscú controla su mayor parte y las considera suyas desde los referéndums de 2022. Estas votaciones se vieron como ilegítimas por la mayor parte de países del mundo. La última conquista de las tropas de Putin ha sido la ciudad de Chasiv Yar, en Donetsk. Kiev ha negado la pérdida de esta localidad.

También se han mencionado durante el encuentro los famosos misiles Oreshnik. «Hemos preparado el primer sistema de fabricación en masa de Oreshnik, el primer misil de la serie. Y ya se ha entregado a las tropas para que lo desplacen», ha asegurado Putin ante la prensa. Ha añadido que la cadena de producción «está encendida y en marcha». Este proyectil ha sido uno de los nombres más sonados durante la guerra rusoucraniana, un misil hipersónico capaz de transportar ojivas nucleares. A pesar de las temibles capacidades que se le atribuyen, Occidente cree que su puesta en escena es más bien una maniobra de propaganda para alimentar el miedo de Kiev, Europa y EE UU a un conflicto atómico.