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Lugano ha cogido el testigo de Madrid, aunque a una escala menor, y no para tratar cuestiones vinculadas a la OTAN (defensa y seguridad) sino ... para debatir sobre la reconstrucción de Ucrania una vez finalizada la guerra y la devastación que la misma está ocasionando en el país eslavo, y cuya estimación más optimista alcanza los 750.000 millones de dólares. Ayer y el lunes líderes de decenas de países, organizaciones internacionales y el sector privado (Úrsula von der Leyen, Petr Fiala, Mateusz Morawiecki, Volodímir Zelenksi, Ignazio Cassis, Simonetta Sommaruga, etc.) deliberaron también sobre la descentralización, la separación de poderes, la lucha contra la corrupción endémica y las reformas que necesita el país. El elenco de asistentes define un acontecimiento de segundo orden si lo comparamos con las cumbres recientemente celebradas del G7 y la OTAN.
Esta especie de 'Plan Marshall' de reconstrucción emanado de una Conferencia que se había programado antes de que Rusia invadiera el país pretendía definir los principios y prioridades del mencionado proceso de reconstrucción. La que habría sido la quinta conferencia internacional dedicada al proceso de reformas de Ucrania tuvo que cambiar su objetivo y se centró en la reconstrucción, la economía, la sociedad, la digitalización, el medio ambiente y las infraestructuras, temas que se continuarán tratando en la próxima conferencia, la de 2023, que pretende organizar el Reino Unido y que coincidirá, según algunos expertos internacionales, con la finalización de la guerra.
La 'certeza' de dichos expertos contrasta con el pálpito de que el conflicto bélico se prolongue e incremente su magnitud implicando a países limítrofes, algunos miembros de la OTAN, tal y como manifiesta la beligerancia rusa y la actitud de algunos miembros de la Alianza como Reino Unido y EE UU.
Rusia está convencida de que la estrategia de Occidente es ésta, la misma que se utilizó para destruir Yugoslavia. Este discurso está calando en su sociedad y muchos de sus intelectuales, inicialmente opuestos a la invasión, asumen que el país se está jugando su supervivencia política, territorial, cultural e histórica. Consideran que la finalidad de esta nueva fase de la guerra sería la de herir mortalmente a su país, aislándolo políticamente y agotándolo económicamente con el coste de las hostilidades añadido a las sanciones. En definitiva, dañar y desangrar Rusia como paso previo a su desintegración política. Parece que únicamente una incuestionable derrota de la ofensiva rusa que obligue a Putin a cesar las hostilidades o una ruptura de la alianza occidental (Francia o Alemania) pueden detener esta guerra.
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