De Chagos a Gibraltar
Cinco años después del Brexit, la diplomacia británica vuelve a demostrar su eficacia. Dos negociaciones recientes lo demuestran: la devolución del archipiélago de Chagos a ... Mauricio y el acuerdo político sobre Gibraltar. Este último consolida el status quo del Peñón, una colonia británica que pasará a beneficiarse de la libre circulación de personas y mercancías de la Unión Europea.
En el caso de Chagos, el Reino Unido tenía en contra una decisión del Tribunal Internacional de Justicia y a la gran mayoría de los miembros de Naciones Unidas. Cuando los británicos descolonizaron Mauricio en 1965, se reservaron el archipiélago de Chagos para construir en la isla de Diego García una base militar de enorme importancia estratégica y desplazaron su población.
Desde entonces, el Gobierno de la República de Mauricio, cada vez más cerca de China, ha presionado para recuperar su territorio. El acuerdo conseguido en octubre de 2024 reconoce la soberanía completa de los mauricianos sobre Chagos y permite el mantenimiento de una base militar de uso conjunto británico-estadounidense.
La salida del Reino Unido de la UE hace cinco años brindaba una ocasión única a España de resolver los problemas generados por Gibraltar, además de avanzar en la reclamación de soberanía. La última colonia británica en suelo europeo es considerada por Naciones Unidas un territorio sometido a descolonización en nombre del principio de integridad territorial. Con el Brexit, España tenía la última palabra sobre el grado de conexión de Gibraltar con la UE.
Después de un lustro de negociaciones, esta semana se ha anunciado un acuerdo político muy favorable a los británicos y gibraltareños. Aunque su desarrollo jurídico está pendiente, los llanitos obtienen nada menos que la libre circulación de personas y mercancías sin ser un Estado europeo. También la exclusión de la lista de territorios vigilados por prácticas de blanqueo. Todo ello, a cambio de muy poco.
Además de la reclamación de soberanía, los asuntos que más le importan a España en la gestión de las externalidades de Gibraltar (la seguridad nuclear, la protección del medio ambiente, la construcción ilegal de viviendas, los tráficos ilícitos y el respeto a las aguas territoriales) se seguirán negociando. Pero ya no habrá condicionalidad verdadera, porque se habrá cedido la libre circulación.
El Gobierno español se ha refugiado en la idea de asegurar «la prosperidad de la zona», aludiendo a los trabajadores de la zona empleados en Gibraltar. Este colectivo es digno de protección, pero no puede determinar la política exterior española. Asistimos a una victoria británica, que no ha tenido enfrente unos negociadores tan eficaces como los de la República de Mauricio.
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