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Rusowsky en el escenario Repsol tocando la guitarra acústica Sara Irazabal

Rusowsky convierte la lluvia en rave

El artista ha empezado con retraso por la lluvia, pero la aparición sorpresa de Ralphie Choo ha concluido en un directo inolvidable

Ekaitz Vargas

Sábado, 12 de julio 2025, 01:25

Estaba previsto para las 23:30, pero no es hasta las 23:55 cuando Rusowsky aparece por fin en el escenario Repsol. Llueve bastante, el ... cielo se ilumina con rayos, y el público, protegido con paraguas, capuchas y chubasqueros, espera con paciencia desde hace rato. Cuando por fin suena «Kinki Fígaro», el arranque del show se siente como una descarga eléctrica.

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«¿Qué pasa, Bilbao? ¿Qué pasa, mis pequeñas florecillas? ¡Joder, casi no tocamos, qué locura!», suelta Ruslan, voz bañada en autotune, gorra amarilla mítica y chaqueta azul Adidas. En cuestión de segundos, transforma el diluvio en un fiestón lleno de luces, distorsión y baile. El escenario, a reventar.

Con «Johnny Glamour», una de las joyas de su nuevo disco DAISY, el tono se vuelve más cinemático. Visuales en sombra negra y fondo amarillo, sample de Las Ketchup que hace explotar al público y un remix final que remata la jugada.

Le sigue una versión más íntima de «SOPHIA». «Lo que me encantaría poder pedirte un beso», canta, casi susurrando, mientras los visuales bajan el ritmo. Después llega «Brujita», temazo de su catálogo anterior que funciona como un puente entre lo clásico y lo nuevo. Aunque esté solo (por ahora) sobre el escenario, el sonido suena grande.

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«ALTAGAMA» convierte el entorno en una fiesta neón verde. La guitarra acústica irrumpe con fuerza, seguida de un beat explosivo. Le sigue «pikito», y luego «pink + pink», una mezcla marciana de castañuelas, sintes, y euforia. El público —muy joven en su mayoría— se entrega con energía, saltando sin importar el barro.

Entre tema y tema, Rusowsky fuma un cigarro. «Nos vamos a poner románticos», dice. Y agarra la guitarra para cantar «BBY ROMEO», uno de los momentos más delicados del directo. Como en todo el show, la clave está en el juego de contrastes: cambia las bases, esconde los inicios, hace que sus propias canciones suenen nuevas.

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»¿Os suena Ralphie Choo?«

Y entonces sucede. Ralphie Choo entra en escena. Sin anuncio previo, con la misma estética amarilla. El abrazo que se dan desata aplausos. «No sé si os suena Ralphie Choo», bromea Rusowsky. Y comienza «Gata», uno de los temas más bailables de DAISY. La gente enloquece. Es un momentazo.

Ralphie se despide y arranca el mítico piano de «malibU», otro de los puntos altos del disco. Después cae «Liit», con un beat bestial y luces que parpadean en negativo. Visuales estilo glitch, filtros retro, movimientos imprevisibles entre canciones. Nadie sabe cuál viene hasta que la reconoce.

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Luego, otra bajada: «mwah :3», con Ruslan al piano. Pide que el público encienda las linternas. Y lo hacen. Miles de luces, lluvia de flashes. Un momento de intimidad colectiva en medio del monte.

Pero aún queda lo mejor. Para cerrar, vuelve Ralphie Choo. Y juntos cantan «Dolores», el hit con el que medio mundo conoció a Rusowsky. «Se me hace difícil expresar mis sentimientos», canta. Pero a juzgar por los gritos, aquí todo el mundo siente lo mismo.

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