Amyl and the Sniffers: ¡abran paso a las guitarras y el macarreo!
La banda australiana, encabezada por su carismática vocalista, desató pogos bajo la lluvia y mitigó el hambre de rock de muchos festivaleros
Estos días tenemos fresca la imagen de los toros de los sanfermines saliendo a la carrera por la puerta de los corrales. Pues bien, ese ... empuje no es nada si lo comparamos con cómo ha irrumpido en el escenario Amy Taylor, la vocalista de Amyl and the Sniffers, una mujer poseída por una energía incontenible que le brota a la vez en forma de sonrisa amplísima, de explosión de mala leche y de movimientos feroces de aquí para allá: en un minuto ya se había cruzado varias veces la anchura, bastante notable, del Nagusia, entre saltos, sacudidas espasmódicas de cabeza y puñetazos al aire. Sonaba, mientras tanto, 'Security', una de las mejores canciones del grupo, y muchos festivaleros ponían cara de que su universo se recomponía un poco.
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Porque en el cartel de este año no abundan precisamente las propuestas a las que se les pueda aplicar calificativos como 'duro' o 'agresivo', y eso tenía a parte de la afición un poco desorientada, desconcertada, descorazonada. La nostalgia de las guitarras es un mal muy propio de los festivales modernos, y Amyl and the Sniffers eran la banda ideal para mitigar un poco esa triste dolencia. Hablamos de tres macarras australianos a la guitarra, el bajo y la batería y..., bueno, una macarra australiana a la voz, porque el hábito (en su caso, top y shorts) no hace al macarra. El rock australiano es una herencia cultural en plena forma y el cuarteto la abraza con entusiasmo: sus canciones son un destilado de esa rica tradición que va de AC/DC y Rose Tattoo a Civic y Split System, pasando por The Saints, Radio Birdman o Cosmic Psychos. Son estrellas en lo suyo que nunca habían tocado por aquí, y bastaba echar un vistazo al público para darse cuenta de que muchos no habían subido precisamente por Amaia, Bad Gyal o Raye, sino por la carismática y arrolladora Amyl.
Su propia tormenta
La ráfaga inicial (la citada 'Security', 'Freaks to the Front' y 'Doing in Me Head') ha sido casi abrumadora, un bofetón en las orejas, todo ímpetu y riffs y el fraseo violento pero nítido de la cantante, que seguía saltando, sacando la lengua, haciendo 'headbanging' majara y sacando bíceps. En la pantalla trasera aparecían los miembros del grupo en tamaño gigante, y la Amyl colosal intimidaba un poco, como si fuese a aplastarnos a todos de un manotazo. A la cuarta, 'Do It Do It', se han abierto círculos de pogo entre el público. A la sexta, 'Big Dreams', que empieza tranquilita pero después se acelera, los círculos se han hecho más y más amplios. Y en la segunda mitad del concierto, ahí por 'Got You', bajo una lluvia que había ido arreciando mientras los Sniffers desencadenaban su propia tormenta, había ya más pogo que calma. Amyl miraba como si hubiese preferido estar abajo, en el lío, aunque se ha puesto seria, con brazos extendidos y gesto de desdén, para cantar 'Knifey', su letra obsesiva contra la violencia callejera que sufren las mujeres.
Ha caído la intensidad hardcore de 'Some Mutts (Can't Be Muzzled)' (es decir, a algunos chuchos no se les puede poner el bozal) y la urgencia en plan 'riot grrl' de 'Tiny Bikini', pero también el enfoque casi ochentero de 'Me and the Girls', con su letra rapeada y sus coros robóticos. Al final, a Amyl se la veía menos fiera, algo más estática, seguramente cansada de tanto derroche de energía, pero se ha despedido con un 'Hertz' tan intenso que parecía una vuelta a empezar.
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