Los sermones de destrucción e ira de un John Lydon en plena forma
El que fue líder de Sex Pistols ha vuelto al Azkena al frente de PiL, con hitos que conservan el poder provocador de la música que rompe convenciones
John Lydon siempre ha tenido algo de predicador, incluso cuando se hacía llamar Johnny Rotten y encabezaba los Sex Pistols: su voz, al borde del ... histerismo, arremetía entonces contra todo y todos inflamada de una especie de santa cólera. Después, con Public Image Ltd. (PiL para abreviar) esa tendencia suya se volvió todavía más acentuada: la música se desprendió de las estructuras heredadas del rock and roll, las canciones se volvieron esquemáticas y obsesivas y los estribillos menguaron hasta convertirse en sucesiones de versos espetados con una melodía repetitiva, como lemas. Fue uno de los que inventaron el post-punk y muchos de sus seguidores se quedaron atrás, hasta el punto de que hoy había quien seguía protestando por aquel cambio de hace casi cincuenta años.
Lydon también ha sido siempre un poquito payaso, el bufón que canta las cuarenta, y últimamente se lleva tacharlo de conservador, pero da la impresión de que se lo pasa muy bien interpretando ese personaje suyo. Ha aparecido en escena vestido con lo que solo cabe definir como un pijama a cuadros, asegurado con imperdibles, se ha colocado detrás de su aparatoso atril y ha dado comienzo a su homilía, un derroche de gestualidad histriónica: alzaba un dedo hacia el cielo, abría los brazos hasta descoyuntarse, señalaba al público, curvaba los labios hacia abajo como ponderando algún grave asunto existencial, fruncía el morro, bailaba el cruzaíto, escuchaba con atención mensajes del más allá, escrutaba severamente a algún espectador como si fuese a castigarle a escribir mil veces 'no iré a ver a los Sex Pistols con su nuevo cantante'... También bebía vino a morro, se sonaba los mocos contra el suelo y se quejaba del calor: «El sol brilla. Gracias, Dios. ¡Puto gilipollas!», ha dicho. Vale, a lo mejor es un predicador un poco atípico.
PiL han arrancado con 'Home', la de «no creo en nada», y han dado un concierto festivalero a su modo, que ha eludido algunos de los momentos más áridos de su discografía. En realidad, la mayor parte del repertorio ha sido bastante bailable, con una alfombra de bajo espesa y persistente sobre la que la guitarra y el 'oud' eléctrico dibujaban texturas y pequeñas melodías. Y, por encima, Lydon con la voz de siempre, un instrumento que nunca se ha valorado con justicia y que mantiene en espléndida forma: pocos, o más bien nadie, pueden transmitir tan bien sentimientos de rabia y desdén.
La muerte de su madre
Ha destacado la sucesión de 'World Destruction', aquella colaboración con Afrika Bambaataa en la que rapea con soltura (cosas como «la raza humana se está convirtiendo en una desgracia»), la casi pop 'This Is Not a Love Song' y 'Death Disco', seguramente la cumbre expresiva del concierto. El título lo insinúa: sobre un ritmo que coquetea con la música disco, aderezado con el eco de una melodía de 'El lago de los cisnes', Lydon nos está contando la muerte de su madre, y ahí su voz adquiría matices más hondos y su gesto iba con la letra y no con el envoltorio. Seguramente recordaba también otras dos muertes recientes que le han sacudido, las de su esposa y su mejor amigo, mientras el acompañamiento instrumental se deshacía detrás de él.
«¿Os gustaría cantar con Johnny? Es una cancioncita inspirada por mi padre», ha propuesto luego. Se trataba de 'Shoom', cuyo estribillo subvierte el viejo 'standard' y dice que «lo que el mundo necesita ahora es otro 'fuck off'», otro 'que te jodan', aunque también ha aprovechado para cantar que lo que no necesita son unos nuevos Sex Pistols. No han faltado 'Open Up' (su colaboración con Leftfield, en la que demostró que su estilo podía aportar un nervio extra al baile electrónico), ni el himno post-punk 'Public Image' (el tema con el que todo esto empezó), ni tampoco 'Rise', quizá lo más cerca que PiL han estado de una canción comercial y también la acotación definitiva de la manera de ver el mundo de Lydon: «La ira es una energía», dice, grita, predica.
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